Finalmente la fecha de una nueva elección presidencial en la República Islámica de Irán ha llegado. Los comicios se celebrarán hoy en un clima inevitablemente complejo en el que la pandemia del COVID-19 amenaza el país con una tercera ola y las sanciones económicas continúan estrangulando la economía del régimen más allá de los esfuerzos diplomáticos de las conversaciones de Viena encabezadas por Washington para reflotar el Acuerdo nuclear de 2015. El presidente que relevará a Hassan Rouhani será elegido y gobernará por los próximos cuatro años bajo la tutela del Líder Supremo Alí Khamenei y de acuerdo a la ley del Velayat e-Faqih que rige la política de la República Islámica (Y según la creencia chiita, es la ley que emana de la autoridad de un sabio o jurisconsulto religioso que cumple el mandato de Dios).
El Ministerio del Interior había publicado el listado oficial de los candidatos aceptados a la carrera presidencial por el Consejo de los Guardianes de la Revolución como es de uso y costumbre a finales de mayo pasado. Sin embargo, hasta las últimas dos semanas más de 180 candidaturas fueron rechazadas por ese cuerpo religioso convirtiendo la elección en la que el mayor número de proscripciones se han contabilizado en una presidencial desde que la Revolución Islámica tomó el poder en 1979. Finalmente, a 24 horas de los comicios la información del régimen continua siendo confusa pero al parecer, solamente cuatro candidatos han sido aprobados por el consejo de los Guardianes.
Desde el marco legal y religioso de la República Islámica, el presidente de Irán es electo por un período de cuatro años con la posibilidad de una reelección por un nuevo y único periodo de otros cuatro. El presidente es elegido por el voto directo de la ciudadanía y el ganador es consagrado como el más alto funcionario del país y el jefe del Poder Ejecutivo, aunque el sistema político-religioso que rige en Irán lo coloca en segundo lugar en importancia después del Líder Supremo, que es quien tomará las decisiones finales de todos los asuntos políticos del país, de allí que para muchos analistas y gobiernos occidentales resulte complejo comprender el entramado de poder de la República Islámica en virtud de su estructura política imbuida de lo religioso que coloca a la figura presidencial en segundo lugar después del Líder Supremo religioso, cargo desempeñado actualmente por Alí Khamenei.
Según la ley religiosa que brinda el marco jurídico a la ley electoral, cualquier ciudadano iraní nacido en Irán, que sea devoto, crea en Dios, en el Islám y en los preceptos de la revolución expresando su lealtad al Líder Supremo y a la Constitución tutelada por los Juristas Islámicos de la República Islámica, puede postularse como aspirante y candidato presidencial.
Un órgano superior conformado y administrado por el Consejo de los Guardianes (un cuerpo de jurisconsultos islámicos) es el encargado de evaluar a quienes registren sus candidaturas y selecciona a los que considera aptos para postularse a las elecciones. Dentro de las varias potestades que dispone el Consejo puede no anunciar ni hacer públicas las razones por las que un candidato es rechazado, no obstante si alguien que fue rechazado lo solicita puede pedir una audiencia administrativa con el Cuerpo de Guardianes donde le son notificados los motivos del veto o rechazo. Las mujeres que en el pasado han registrado candidaturas han sido excluidas in limine por el Consejo de Guardianes, a pesar que el propio Consejo declaró en varias oportunidades que no existe ningún impedimento para la inscripción de mujeres como aspirantes presidenciales.
Quienes son admitidos por el Consejo de Guardianes deben superar una votación interna del Consejo. Los que son aceptados deben reunir 50% más uno de los votos durante la sesión del Consejo. Si ningún candidato alcanza los votos suficientes se realiza una nueva sesión pero solamente entre los candidatos más votados.
Cuando el resultado es alcanzado, la exigencia de la constitución indica que el Líder Supremo debe firmar el decreto de aceptación del candidato, si el Líder Supremo no lo hiciera, el candidato no podrá participar de la elección. El procedimiento es similar con el presidente elegido luego de los comicios.
En otras palabras, el presidente que resultara electo no podrá asumir el Poder Ejecutivo si el Líder Supremo de Irán no firma el decreto reconociéndolo como presidente electo. Una vez bendecido por el decreto religioso, el presidente electo podrá jurar y tomar posesión en la Asamblea Consultiva Islámica frente a la totalidad del Majlis (parlamento) y debe hacer lo propio ante los miembros del Consejo de Guardianes y al presidente de la Corte Suprema Islámica.
En las presentes elecciones se han presentado 592 aspirantes buscando que el Consejo avale sus candidaturas, sólo 7 han sido aceptados por el régimen. Sin embargo, tan sólo 4 cuentan con alguna expectativa de éxito y se especula que los tres restantes sellarán alianzas de última hora.
No obstante, es claro que el presidente saldrá de estos cuatro nombres: Amir Hossein Ghazizadeh, miembro actual de la Asamblea Consultiva Islámica desde el año 2009; Abdolnaser Hemmati, ex-presidente del Banco Central de Irán entre 2018 y principios de 2021; Ebrahim Raisi, actual presidente del Tribunal Supremo de Irán desde el año 2019 y Mohsen Rezai, ex-comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica entre los años 1981 y 1997.
La mayoría de las encuestas indican que el candidato que dispone de mayor respaldo del régimen para acceder a la presidencia es Ebrahim Raisi, un conservador opuesto a los sectores reformistas y partidario de la islamización de las universidades, de revisar el uso masivo de internet y de censurar la influencia de la cultura occidental. Raisi ha declarado recientemente que las sanciones económicas sobre su país son una gran oportunidad para reactivar una economía netamente de resistencia, descartando lo que occidente ofrece en virtud de que ese interés extranjero solo busca el sometimiento de Irán, ante ello, Raisi sostiene firmemente que la única forma de terminar con la pobreza y los graves problemas y padecimientos de Irán es desarrollar una económica agrícola y una industria netamente nacional. Raisi es el aspirante presidencial mejor posicionado y considera que un programa amplio de actividad agrícola será la mejor salida económica ante la asfixia de las sanciones que padece el país. Ebrahim Raisi es un defensor del aislacionismo y de la apuesta por la industria nacional y sostiene que Irán no debe concesionar ante los reclamos extranjeros que confrontan con los intereses del pueblo de iraní.
Según el candidato, solo las políticas que estimulen la producción nacional en materia de alimentos ofrecerá beneficios económicos al estado y al pueblo de Irán. Además, propone la creación de cinco millones de puestos de trabajo en el primer año de su gestión y dar batalla abierta a la endemia de la corrupción en sectores de empresariado privado.
En cuanto a su trayectoria, después de la desaparición física del Imam Khomeini y del ascenso de Alí Khamenei como Líder Supremo, Raisi fue nombrado Fiscal de Teherán y se desempeñó en el cargo durante cinco años, entre 1989 y 1994. Luego fue designado como jefe de la Oficina de Inspección General por diez años (desde 2004 hasta 2014). Su crecimiento continuó para asumir luego como Vicepresidente del Tribunal Supremo de Irán y se desempeñó en ese cargo durante el primer mandato de Sadiq Larijani como presidente de ese Tribunal. En 2014 fue nombrado Fiscal General de Irán, función en la que estuvo a cargo hasta 2016, cuando renunció para convertirse en Fiscal del Tribunal Religioso Especial el órgano más alto en materia de asuntos religiosos del país.
En materia de política exterior puede decirse que Raisi es aperturista a pesar de su visión económica cerrada y de ser un defensor de la industria nacional, ha declarado varias veces ser partidario de mantener relaciones y establecer vínculos con todos los países que se quieran acercar a Irán, excepto Israel. Un dato concreto y relevante es que en los círculos íntimos de los clérigos iraníes, Raisi es considerado una figura apta para ser “el futuro sucesor del Ayatollah Ali Khamenei” como Líder Supremo de Irán. La cadena Al- Jazzera lo ha mostrado en varios de sus informes como el sucesor natural de Khamenei. El aspecto negativo de su imagen ante la comunidad internacional es que Raisi es uno de los siete funcionarios iraníes designados y sujeto a sanciones por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos por violaciones a los derechos humanos contra ciudadanos iraníes desde noviembre de 2019. También la Unión Europea (UE) lo ha sancionado por la misma razón en marzo de 2020.
Tal vez el mayor impacto por quedar fuera de la elección y haber sido vetado ha sido el de Hassan Khomeini, nieto del Imam Khomeini (considerado el padre de la Revolución Islámica). Hassan se convirtió en clérigo en 1993 y dos años después fue nombrado Guardián y Protector del Mausoleo Khomeini, donde está sepultado su abuelo y su padre. Hassan Khomeini se caracteriza por ser cultor de relaciones políticas regionales que han fortalecido la Revolución Islámica, tiene constantes reuniones con funcionarios aliados al régimen como el presidente sirio Bashar al-Assad y el Secretario General del Hezbollah libanés, Hassan Nasrallah. Actualmente dicta clases de teología y culto chiita en la Ciudad de Qom. En 2020 publicó un libro sobre sectas islámicas que circula masivamente en Irán y los países del Golfo. Tanto Hassan Khomeini como Akbar Hashemi Rafsanjani han expresado su disconformidad con algunas políticas del régimen al que consideran “secuestrado por fundamentalistas” y ello les ha valido quedar, sorpresivamente, fuera de la competencia por la presidencia, aunque en el caso de Rafsanjani se debatió hasta última hora su permiso a participar. Lo mismo sucedió con la candidatura de Ali Lariyani quien quedo fuera de los candidatos autorizados. En referencia al ex presidente Mahmoud Ahmadinejad, el Consejo se negó a rever el veto sobre su participación ante lo cual el ex presidente declaró que desconocerá las elecciones.
Hassan Khomeini se pronunció recientemente contra la influencia militar de la Guardia Revolucionaria en la política. Poco después su candidatura presidencial fue rechazada por el Consejo Revolucionario en lo que algunos expertos islámicos en asuntos iraníes creen que pudo haber sido una represalia en su contra. Según la prensa iraní, Irán está transitando muchos cambios y el ejemplo es lo sucedido con Hassan Khomeini: esta es la primera vez en la historia de la República Islámica que un descendiente de Khomeini es insultado ante el pueblo iraní al ser rechazada su candidatura presidencial por el Consejo de Guardianes al considerarlo afín a sectores reformistas por los propios sectores duros de la Revolución que instauró su abuelo, el Imam Ruhollah Khomeini.
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