Sobran los motivos, por: Jordy R. Abraham Martínez.
JordyAbraham@gmail.com / @JordyAbraham
Recurrentemente se propone la idea de
que es necesario tener esperanza franca de que las cosas van a mejorar.
Pareciera que esta corriente establece que las condiciones actuales son
indispensables para un futuro más favorecedor, por lo que los males o
padecimientos son imprescindibles y hasta justos. Si esta hipótesis fuera
acertada, la progresión del tiempo forzosamente conduce hacia el progreso
sostenido con independencia de las acciones y decisiones que se tomen. Así, el
colmo del optimismo nos haría caer en una eterna ilusión de que habrá un mejor
mañana, aunque no trabajemos para merecerlo ni para conseguirlo.
Una dosis de pensamiento optimista debe
permanecer en nuestro modo de percibir la vida, pero no como un acto de fe
ciega, sino como un aspecto motivador que nos impulse a seguir adelante a pesar
de las adversidades. Solo al comprender que nuestra conducta produce efectos
que se traducen en logros o fracasos, nos haremos verdaderamente responsables
de la construcción del porvenir. Pensar que tendremos un golpe de suerte por
medio del cual los problemas desaparecerán es absurdo y nos hace perder el
tiempo en ilusiones banales, cuando podemos aprovecharlo en trazar planes de
trabajo para alcanzar metas reales. El optimismo proactivo es provechoso, pero
un optimista apático es un ingenuo sin remedio.
Ahora bien, es igualmente inverosímil
compartir un ánimo cargado de negatividad, en el cual se considere la
existencia de una decadencia catastrófica que nos arrastra de forma constante
hacia un futuro peor. El mismo peligro se hace latente en los pesimistas, pues
su infundada resignación los frena a trabajar por buscar soluciones a los
problemas. Esta visión fatalista se observa frecuentemente en nuestros días y
produce una serie de sentimientos negativos en sus adeptos. Irónicamente, el
pesimismo generalizado, puede causar estragos que, en efecto, desemboquen en un
futuro menos prometedor. Son muchos los vicios que pueden florecer en una
sociedad que deja llevarse por el enojo, sin comprender que las acciones de
todos cuentan y abonan a las soluciones o a los problemas, según sean el caso.
La polarización tiende a ser lesiva para
el análisis objetivo de las signaturas pendientes que pueden mejorarse. Las
ciencias sociales no pueden asimilarse a través de enfoques radicales. Para
encontrar respuestas a planteamientos significativos de interés común, es
menester contar con ecuanimidad. Un ciudadano sensible es capaz de reconocer
aquello que es bueno, para consolidarlo y darle continuidad, así como detectar
lo que es nocivo y debe ser modificado. Desde luego, esto no es tarea sencilla,
pero el camino hacia el éxito de las sociedades se forja con elementos como la
determinación, la planeación estratégica y la innovación. Entonces, al ser
críticos pero equilibrados al emitir juicios, veremos que las eventualidades,
por lo general, no son ni tan buenas ni tan malas como parecen a simple vista.
Toda acción genera una reacción, en cada adversidad puede hallarse una oportunidad
de cara al futuro.