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El día a día

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

El lunes, sin lugar a duda, muchos yucatecos y muchos mexicanos habremos de hacer lo mismo que normalmente hacemos ese día. Quienes estuvimos cerca de las elecciones, pero lejos de las campañas, seremos testigos de cómo crecen los amigos del vencedor y veremos cómo los verdaderos amigos aparecen ante el derrotado.

Después
del domingo próximo cada uno de nosotros regresará a sus actividades diarias.
La certidumbre de la elección no cambiará el día a día de cada uno de nosotros.
Quizá haya cambios en la vida diaria de alguno de los candidatos, ganadores o
perdedores, pero los ciudadanos seguiremos estando ahí, escuchando resultados
que, seguramente, dejarán satisfechos a unos y frustrados a otros. Ni hablar,
así es esto de competir y para quienes somos espectadores.

Sin
embargo, lo difícil será seguir adelante cuando uno se encuentre a un nativo
del Facebook que le mentó la madre a
otro y el candidato de uno de ellos haya ganado o perdido. ¿Habrá grandeza del
que venció porque su candidato ganó o habrá una felicitación del oponente
porque su candidato perdió? No lo sé, hemos dado demasiadas muestras de no
tener educación, de no ser tolerantes, de mentar madres a la menor provocación,
de descalificar al de a lado y al de enfrente.

En
Yucatán lo sabemos y en Mérida lo hemos vivido, no sólo por temas electorales
sino también por temas legales y de homicidio. La sociedad se polariza, toma
partido, cree saber quien tiene razón tan sólo con leerlo en un diario sin
tomar en cuenta que hay periódicos sin mucho prestigio que lo respalde, sin
considerar la opinión de los que lo vieron, lo vivieron.

El
vivo al gozo y el muerto al pozo, pareciera la consigna de cada elección. De
cada voto. ¿Recordamos hoy quien es Nerio Torres Arcila, por ejemplo?, ¿alguien
se acuerda de Xavier Abreu Sierra?, ¿tenemos en mente aún a Freddy Poot? Nada,
la memoria está con el ganador aunque la derrota sea la que más lecciones deje,
aunque ellos podría decirse que fueron ganadores de la política porque
manejaron presupuesto, hicieron amigos con dinero ajeno y hasta negocios con
esos recursos, seguramente, con honrosas excepciones.

El
lunes, sin lugar a duda, muchos yucatecos y muchos mexicanos habremos de hacer
lo mismo que normalmente hacemos ese día. Quienes estuvimos cerca de las
elecciones, pero lejos de las campañas, seremos testigos de cómo crecen los
amigos del vencedor y veremos como los verdaderos amigos aparecen ante el
derrotado.

“Yo
siempre estuve contigo, amigo”, escuchará una y mil veces quien se alce con la
victoria”. “Madre Santa, nunca entendiste. Eres un soberbio y eso te perdió,
pero cuenta conmigo siempre”, le diría un auténtico amigo al derrotado, pero no
creo que haya alguien que se atreva a ese grado de franqueza. No en ese medio,
no con tantos intereses en juego.

Empero,
el calor de la campaña habrá terminado cuando lea esta colaboración. Atrás
habrán quedado los insultos, las ofensas, las groserías y hasta los
recordatorios familiares, pero ¿se olvidarán realmente?

Dos
amigas compitieron en una elección local por el mismo distrito ambas candidatas
de partidos distintos. En un debate televisivo se agredieron como nunca, se
dijeron cosas muy íntimas, inconfesables o precisamente sólo dichas y
comentadas con esa amiga, ahora política. Sobra decir que esas relaciones
generalmente nunca vuelven a ser las mismas, nunca se borran esas heridas a
pesar de haber crecido juntas, pero también hay casos en los que candidatos
opositores se convierten en amigos inseparables: derechos en lo derecho y más
derechos en lo chueco, cosas de intereses y de amistades para delinquir y hacer
negocio. Está bien… también para hacer política.

En
Yucatán somos testigos de elecciones reñidas, de elecciones fraudulentas, de
elecciones que hace muchos años dejaron de ser cuestionadas precisamente porque
los ciudadanos son funcionarios de casilla, porque los ciudadanos acuerdan
cuidar su voto, porque esperan en la puerta el conteo final que se exhibe en
una sábana a las afueras del sitio del voto.

El
fraude tendrían que hacerlo los ciudadanos ahí, en el camino de la urna, al
momento de firmar las boletas cuando se las entregan, frente a los
representantes de los partidos.

Ahora,
de dispendio público, de reparto de despensas, de compra de credenciales de
elector, de acarreo para el voto, eso lo hacen todos, pero al final nadie puede
extorsionar o presionar a un ciudadano frente a la casilla, en esos momentos de
responsabilidad única.

Los
días en que taxistas comandados por su líder –hoy policía- golpeaban personas,
se robaban urnas, han quedado en el anecdotario político.

Lo de
hoy, la presión previa a la jornada electoral, el amedrentamiento con la
suspensión de los beneficios de programas sociales es cosa de credibilidad, de
que el elector lo crea, lo entienda, pero que también sepa que el voto es
secreto, que el voto es su arma, esa con la que puede acabar a un mal gobierno
o a un mal candidato.

Vote,
como usted quiera y desee, por quien le haya convencido, pero no se deje
engañar ni presionar: su voto es secreto y, recuerde, usted. se da el gobierno
que merece. Así de simple.

José Francisco Lopez Vargas
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