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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Este uno de octubre tomó posesión el nuevo gobierno local. Mauricio Vila se convirtió en el segundo panista en tomar el control del Ejecutivo luego de resultar ganador en una elección que vaya que cambió el espectro político nacional.

La elección en la que fue electo Vila resultó, al menos en Yucatán, en una lucha entre tres partidos que, por primer vez en los años recientes, tuvieron la posibilidad real de acceder al poder gracias a los votos ciudadano.

Una oposición que hasta la elección anterior podría considerarse marginal por sus escasos logros electorales, podría poner el acento para que en esta parte del país haya una contienda electoral en la que participen tres partidos y que cada uno de ellos tenga la suficiente presencia política como para hacer una diferencia en el bipartidismo que se vivía en la entidad.

La presencia del PRI en más de 70 ayuntamientos y su mayoría legislativa se suma a otros estados en los que el tricolor sufrió un descalabro pero fue competitivo, al menos en la elección de gobernador.

Para nadie es un secreto que el PRI nacional, después de la derrota, no ha sabido qué hacer ni cómo reaccionar. Sus primeros pasos después de su caída electoral acreditan que no están sabiendo leer la derrota y que su actuación, al menos al día de hoy, sigue siendo la de un partido en desgracia.

Algo similar sucede en el PAN nacional donde la contienda por la dirigencia sigue, ahora como en el PRI, una pugna de grupos que han secuestrado a ese partido.
PRD, PT, PSE y las demás chiquillada pareciera extinta, pero el Verde, esa vergüenza de partido, salió ileso de los comicios y gracias a la respiración artificial de Morena, sigue vivo.

En Morena lo que se puede apreciar es la borrachera aún por el triunfo, ese que deslegitimó sus protestas y quejas anteriores al acreditar que en México cualquiera que compita puede ganar y serle reconocido el triunfo.

Mareados por una decisión ciudadana que les dio todo el poder vía Congreso y Ejecutivo, los de Morena se preparan a tomar por asalto la Suprema Corte de Justicia para controlar los tres máximos poderes que conforman el gobierno absoluto de la República.

En Yucatán, los panistas deben tener en cuenta que se enfrentarán a un gobierno federal muy similar al que se vivía cuando Correa Rachó ganó por primera vez el ayuntamiento de Mérida. Sin embargo, las cosas no son exactamente como entonces y en Yucatán la participación ciudadana ha sido ejemplar.

El resultado electoral de julio da un mensaje claro a Vila: ganó la gubernatura, pero no el Congreso ni la mayoría de los 106 ayuntamientos.

Quizá la experiencia de un gobierno absoluto –sin el Tribunal Superior de Justicia- como el de Patricio Patrón sirvió de ejemplo para alertar las consecuencias. Con Patrón el Congreso no sirvió para mejorar las leyes locales y las directivas de esas legislaturas fueron, como lo han sido con el PRI, una oficialía de partes del Ejecutivo.

De hecho, en ese gobierno los más favorecidos fueron varios priistas, algunos de ellos aún en el PAN y otros ya en Morena.

Apostarle a que el gobierno de Vila le vaya bien no es un error. Si su gobierno cumple con los ciudadanos y sus exigencias y en su gestión se asumen políticas públicas de vanguardia para beneficio social y de los ciudadanos, hará un excelente papel.

En el Congreso, Felipe Cervera Hernández, será su contraparte en la conducción de la legislatura ante la decisión del electorado de darles la mayoría. Vila no podrá mandar nada que no acuerde con los diputados, no habrá votación a favor si antes no se convence, no se negocia, no se cede para ganar todos.

Cervera tiene ante sí la oportunidad de ser una oposición responsable, inteligente que no entorpezca la marcha del Ejecutivo si éste tiene la sensibilidad de acordar con ellos y los diputados, a su vez, no le regatean acuerdos que sean inteligentes y viables.

Del gobierno de Vila y del actual Congreso los yucatecos podremos sentirnos orgullosos al final de uno y de otro si ambos nos acreditan en los hechos su vocación democrática y de servicio a los ciudadanos.

En su caso, Joaquín Díaz Mena también tiene en su cancha ser un super delegado federal colaborador o el dique para frenar el lucimiento de los demás políticos en aras de su proyecto personal. Si lo hace, se opacará rápido, pero si tiene la sensibilidad de acordar, de dialogar y de cumplirle a los yucatecos, pues todos tendrán futuro político sino pues habrá nuevas elecciones y ahí serán calificados.

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