Por: Alan Javier Contreras Castillo.*
La semana
pasada se discutía el esquema de remuneraciones de los miembros del Poder
Judicial en México en un ambiente de indignación por las altas percepciones de
los mismos. Después de unos cuantos días, el resultado fue el mismo, la
autonomía del judicial se mantuvo firme y su presupuesto también. Si bien me
parecía adecuado, salvo por las pensiones de los Ministros, el hecho de querer
influir en la configuración salarial de la iniciativa privada, me parece
aberrante.
“Es el estado y su nueva ética pública, el que
estamos construyendo todos, el estado con sus poderes, es el que debe definir
los criterios básicos de la justicia social, en este caso de los salarios, de
los ingresos y los honorarios que reflejarán la justicia social, no el mercado.
Yo creo que así como desde el Poder Ejecutivo estamos invitando a los otros
poderes a analizar y sumarse a alguna política de austeridad republicana, también tendríamos
que invitar al mercado a sumarse a esos mismos salarios”.
El
empresariado en esencia, y a diferencia del servicio público, tiene el firme
objetivo de generar riqueza a través de la proveeduría de diferentes productos
o servicios, y es en el inter de la consecución de este objetivo, donde se ven
beneficiadas millones de personas y el país mismo mediante los trabajos
generados por este sector. En una idea más ilustrativa, el empresario, para
poder generar riqueza ocupa manos que se ven beneficiadas con ingresos, seguros
médicos, créditos para hogares y mejores condiciones de vida, las cuales, el
gobierno por sí mismo no es capaz de proveer sin lacerar otros rubros en los
que se encuentra legalmente obligado a intervenir. Por eso resulta bochornoso
escuchar declaraciones con altas cargas de narcicismo público como la cita
anterior.
De
acuerdo al posicionamiento de la Titular de la Secretaría de la Función
Pública, se deja entrevisto (porque no lo dijo literalmente) que la idea nodal
es ajustar los salarios de los altos ejecutivos de la iniciativa privada para
poder aumentar los sueldos de los obreros o la mejor conocida “mano de obra”.
¿Estamos
acaso ante el inicio de la dictadura del proletariado? Espero que no, menos
cuando quien dirige el país, dijo al iniciar su administración que quien
quisiera hacer dinero se volviera empresario. Ahora resulta que arrastraremos
el anatema de la moralidad de la cuarta transformación por ser empresarios y
ganar dinero manera justa.
*Alan
Javier Contreras Castillo
Lic.
en Ciencias Políticas por la Universidad Modelo
Director
Ejecutivo de C&C Consultores
Consejero
honorario en “ORÍGENES” (Agencia de Estrategia Digital)
Asesor
de la LXIII legislatura- Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.