Claroscuro, por Francisco López Vargas
López Obrador sólo será presidente el tiempo que la Constitución se lo permita y después será un ciudadano más así como lo son hoy Ernesto Zedillo o Vicente Fox o Felipe Calderón y ya sin escolta cualquiera puede tener la paciencia suficiente para esperar que ya no tenga fuero y menos seguridad para cobrarle las ofensas.
En verdad que no ganamos para vergüenzas con el presidente Andrés Manuel López Obrador que vaya que se equivoca en casi todas.
Hace 26 años, se cumplen el 11 y 12 de agosto próximo, Juan Pablo Segundo pidió perdón en Izamal, Yucatán, a las etnias por la conquista y la imposición del catolicismo en medio de una matanza descomunal.
Si han pasado 500 años de la conquista ¿Quién es el responsable de ella?, ¿debemos tenerle odio a los españoles que nos conquistaron?, ¿debemos tenerle odio a los toltecas, a los aztecas, a los mayas… a todas las etnias del país que se mataban entre sí antes de la conquista?, ¿debemos odiar a los tlaxcaltecas que se aliaron a los españoles en sus afanes de conquista contra quienes ellos consideraban sus enemigos?
Nelson Mandela ganó la presidencia de Sudáfrica en 1994. Era un país lastimado por el apartheid, por la cárcel y asesinato de opositores, por el exterminio de familias completas. Sin embargo, ellos tenían claro que sin reconciliación no habría paz ni desarrollo.
Poco se ha aprendido de esa lección por quienes creen que dividiendo al país diario lograrán pacificarlo. Pena ajena que tengamos un presidente que no ha sabido ser magnánimo en el triunfo ni humilde con quienes se le opusieron y convocarlos a la unión.
En lo personal, me siento muy orgulloso de lo que soy y de lo que mi vida ha sido. Me da pena que el presidente de todos los mexicanos siga pensando con rencor, siga pensando que merecemos ser las víctimas.
Prefiero, lo digo muy en serio, estar orgulloso de lo que hemos logrado como país y vivir sin el penar por esas atrocidades que no sólo hemos superado sino que hemos aprendido a vivir con ello.
En agosto de 1993, Juan Pablo Segundo pidió perdón por la masacre de indios en la Conquista, pidió reconciliación y oró por todas.
En Izamal, en el convento de San Antonio de Padua, Juan Pablo II ofició una misa conmovedora, con la presencia de muchas de las etnias que fueron conversas si no es que todas.
La realidad es que deberíamos vivir todos los días dando gracias al universo por permitirnos vivir la vida que tenemos y tomar una decisión personal sobre ella: la vivimos disfrutándola o padeciéndola. Prefiero lo primero y eso que mi familia, no entonces sino muy recientemente, sintió el peso de un gobierno atrabiliario que no sólo la despojó de sus bienes sino que la obligó a migrar a la capital del país y, hasta hoy, nadie me ha pedido disculpas, pero tampoco las necesito. Vivamos felices de estar vivos y de que todos los días se nos da la oportunidad a cada uno de sacar lo mejor. Sólo uno puede construir su propio futuro.
Por todo lo anterior, me parece no sólo innecesario sino demasiado populista sacar el tema y debatir sobre él aunque el presidente ya haya logrado su objetivo y todos hablemos del tema, unos a favor y otros en contra, y hayamos olvidado el abucheo que le propinó la tribuna del estadio de béisbol Alfredo Harp Helú.
El tema del estadio da para todo: para hacer escarnio, para decir que fue pagado, para… lo cierto es que nuestro presidente legítimo por esos 30 millones de votos sigue sin acreditar su estatura de estadista. Sigue siendo ese pendenciero que a la menor provocación descalifica, reta y ofende dividiendo a la sociedad en dos bandos: los que lo apoyan y los que lo criticamos.
En ese tema, López Obrador sigue sin aceptar que en México habiamos quienes nunca lo hemos considerado una opción viable para el país y no vamos a desaparecer tan sólo porque él ganó la presidencia. López debería darnos las gracias por estar pendientes de su gobierno, de sus errores y de todo lo que consideramos está haciendo mal.
De nosotros, López podrá esperar un halago franco y sincero si hace las cosas bien, pero no por ello dejaremos de ser los más férreos críticos de una administración que a 120 días de gestión sólo acredita que teníamos razón para dudar no sólo de su capacidad sino de su preparación para llevar al país.
López tendrá que entender que sus posturas de división van a dañarlo a él y a su gobierno, van a terminar por desgastarlo y a hacer más recalcitrantes las críticas a su gestión y a sus planes.
Un presidente tiene los mismos derechos de todos los mexicanos, pero el privilegio de ser nuestro mandatario lo limita no sólo por su investidura sino por respeto a sus gobernados que, necesariamente, habrá quienes no lo apoyen.
Un presidente lo es para todo el país, pero no puede asumirse como jefe político para todos porque no es un líder para todos, pero no puede ser que alguien con fuero abuse de la difamación, de la calumnia y como él mismo decía: una ofensa desde el gobierno es una amenaza y habemos 90 millones de mexicanos que no votamos por él pero que tampoco le negamos la legitimidad de su investidura y precisamente por ello se le exige que también reconozca que habemos quienes no aceptamos sus ofensas, sus insultos y menos la división permanente a la que somete al país todas las mañanas.
López Obrador sólo será presidente el tiempo que la Constitución se lo permita y después será un ciudadano más así como lo son hoy Ernesto Zedillo o Vicente Fox o Felipe Calderón y ya sin escolta cualquiera puede tener la paciencia suficiente para esperar que ya no tenga fuero y menos seguridad para cobrarle las ofensas.
Ser presidente o gobernador o alcalde, tiene el mismo término que marca la ley y al final de su gestión regresarán a ser ciudadanos comunes y corrientes. Nada más.
El cargo se les acaba, ¿se acabará igual la arrogancia?
Al tiempo.
