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José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Lo que pasó el domingo no permite equivocaciones: perdió el PAN y vaya que dolió la derrota: el bastión de 30 años de Baja California y Puebla, donde se privilegió la desaparición de los Moreno Valle sin construir opciones, y sin dar la pelea para un candidato que sintieron externo, pero le ganó por un 5 por ciento a Morena en los votos totales.

Morena o no ha terminado de estructurarse por eso, esa relativa baja en sus números o el efecto López empezó a decrecer. Empero, nadie puede desestimar las gubernaturas que le arrebató al PAN.

Precisamente porque como partido no ha conseguido solidificarse, siguen teniendo como un plus o una contra la presencia presidencial de López Obrador, sin hacer el trabajo que implica tener el gobierno y que debería ser la base de su estructura. Morena no resiste a una oposición aliada. Aunque gobernar desgasta.

El PRI ya tocó fondo con la actual dirigencia, con esa capacidad que le cedió espacios a sus opositores. Se equivocaron en la manera cómo presentaron a su candidato presidencial desvinculándolo del partido para tratar de generar confianza social y lo mismo les sucederá si eligen como su presidente a un José Narro, alejado el PRI y sus campañas porque nunca ha sido candidato y desdeñó la posibilidad cuando se le ofreció contender por la Ciudad de México. O un Ulises Ruiz, con un pasado oscuro primero como mapache electoral y luego como gobernador corrupto. Ivonne Ortega no merece más espacio, aquí todos tenemos una opinión de ella.

En quinto lugar en Baja California, donde casi perdieron el registro y tercero en Puebla. El PRI tiene todo para empezar de cero antes de que pierda su registro. Para lograrlo tendrá que haber talento, que se actúe con inteligencia para empezar a trabajar para sostener lo que queda y acrecentarlo con quienes duden y ganar lo que se convenza.

Faltan dos elecciones para que dos partidos fundamentales encuentren su camino y encuentren también a los líderes que los lleven a volver a ganar, a volver a convertirse en esa oposición sólida que evitaron los excesos en tiempos del PRI gobierno y del PAN gobierno, pero que hoy están desdibujados como tales, como esa gente que se convierte en el dique para contrarrestar no sólo los protagonismos sino también el autoritarismo.

Los partidos de la coalición gobernante, Morena-PT-Verde, alcanzaron el domingo (con 95 por ciento del PREP) un millón 599 mil 348 votos, que equivalen al 40.8 por ciento de los sufragios emitidos.

En tanto, los partidos de oposición obtuvieron dos millones 288 mil 277 votos, equivalentes al 58.3 por ciento de los sufragios.

De partido a partido, el PAN le ganó a Morena al tener un millón 295 mil 236 votos, contra un millón 133 mil 189 votos.

Acción Nacional tuvo el 33 por ciento de los votos y Morena el 28.9.

Dice Pablo Hiriart en su columna de El Financiero: La lección del domingo es clara: si de frenar la avalancha guinda se trata, por representar una amenaza a la democracia y a la economía del país, los electores dijeron cómo debe hacerse: una alianza PAN-PRI, más Movimiento Ciudadano y PRD.

Para lograrlo hará falta una sobredosis de humildad y gentileza. Quienes se quieran vender demasiado caro o quienes no sepan hacerlo estarían condenados hasta a perder el registro.

Cuando hay demasiados candidatos los votos se pulverizan y se van a todos los partidos, si éstos se alían y presentan un frente común, con un candidato respetable, con calidad moral y humildad, pues el éxito está garantizado.

El problema se presenta cuando todos quieren lucirse, llevarse el reconocimiento o la paternidad del triunfo.

En los tiempos que vive el país, es indispensable la grandeza de miras y que de ser los constructores de una oposición seria se conviertan en estadistas que vean más allá de las próximas elecciones.

México, como país, no ha tocado fondo aún. He sostenido que el triunfo de López Obrador es ideal para que los sectores sólidos de la sociedad mexicana tengan claro el modelo de país que teníamos y al que debemos de aspirar si la idea es abatir la desigualdad, esa que existe en todos los países, pero que aquí agobia, asfixia porque muchos, más de la mitad del país, no ven futuro y su presente les ofende y los maltrata.

Fue esa desigualdad la que hizo ganar a López Obrador, pero también la apatía por no hacer que ese cambio fuera real y rápido.

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