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Me vale un cacahuate el joven de los cacahuates

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El pasado martes por la tarde nuestro Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, presentó a la nación nada más ni nada menos que el reporte completo de su viaje a la capital norteamericana, el cuál incluía la crónica de las negociaciones respecto a la imposición de aranceles y los acuerdos llegados en las mismas.

Este importantísimo espacio en el que el Canciller del Estado Mexicano habría de narrar al pueblo de México cómo defendió la dignidad nacional ante las injustas amenazas de una nación extranjera, se vio enaltecido con el ilustre comentario de nuestro canciller referente a su vocero y su viralizada afección a las nueces.   

Digo esto con el riego de sonar pesado y arrogante por hacer parecer que no puedo considerar un respiro de humor en un episodio tan tenso como lo fueron las negociaciones entabladas en Washington DC, pero mi expresa molestia no se refiere al hecho es sí, sino a la relevancia que tuvo en la opinión y los medios nacionales.

Hace una semana se anunció que las negociaciones habrían sido fructíferas y que se llegó a un acuerdo, por lo que no se impondrían aranceles a los productos mexicanos que ingresen a Estados Unidos. Desde entonces hasta el pasado martes, hubieron múltiples comentarios sobre el acuerdo, pero muy pocos sobre el fondo de este.

Al anunciar que hubo acuerdo, se informó que México tomaría medidas más severas para detener a los grupos migratorios que pretenden llegar a Estados unidos a cambio que éste último cancele la imposición de aranceles. Dentro del mismo, se anunció México habría enviado seis mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera sur para detener a los migrantes que pretendan pasar por Guatemala.

Los días siguientes al anuncio del acuerdo fueron de mucha incertidumbre, como acostumbra la “cuatrote”, porque no se conocían mayores detalles de lo acordado. Probablemente la mayor consternación refería a la dignidad nacional, pues el discurso de Trump siempre fue lascivo, y sus exigencias pretendían violentar la soberanía mexicana. Los tweets de este último avivaban aún más la incertidumbre y consternación, pues daban a entender que lo que presentó el gobierno mexicano no era el acuerdo completo, a pesar que López Obrador y Ebrard aseguraron que sí.

Fue hasta que el gobierno federal consideró prudente informar a los mexicanos de lo acordado, que pudimos cerciorarnos que, efectivamente, nuestra dignidad se vio ultrajada.

En primer lugar y lo más importante a dejar en claro, no se solucionó nada, solo compramos tiempo. El acuerdo fue que México tenía un periodo de cuarenta y cinco días (noventa días luego de una llamada de súplica por parte de nuestro presidente al presidente estadounidense) para mitigar el flujo migratorio a Estados Unidos, y después de dicho plazo, estos últimos inspeccionarían y valorarían los resultados para tomar una decisión.

En segundo lugar, nuestra dignidad nacional sí está siendo violentada porque estamos tomando medidas migratorias para satisfacer las exigencias de un gobierno extranjero. No importa cuánto Marcelo Ebrard o Andrés Manuel pregonen que era parte de los planes fortalecer la política migratoria; la realidad es que se enviaron seis mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera Sur y que aceptarán a ocho mil inmigrantes de Centroamérica en lo que se regulariza su situación en Estados Unidos, en sometimiento a las amenazas de Donald Trump.

En tercer lugar, no existe ningún parámetro de medición estipulado en el acuerdo para definir si se obtuvieron resultados positivos o no. Esto significa que la decisión del gobierno de Trump en noventa días dependerá de sus necesidades electorales del momento.

Sobre este punto, es evidente que el gobierno mexicano tiene un pronóstico negativo sobre el veredicto que ha de emitir Estados Unidos al vencer el plazo, pues en su discurso enfatizan que el objetivo principal se cumplió, que era el de cancelar la imposición de aranceles, y que se ganó tiempo para prepararse para futuras negociaciones.

Me pregunto si ganar tiempo fue la mejor opción, porque por lo que hemos visto de los tweets de Trump, con el tiempo solo se pone más creativo con sus exigencias.

Finalmente, se introduce el concepto de “Tercer País Seguro”, figura utilizada en la Unión Europea en la que los migrantes que llegan a pedir asilo a un país son dirigidos a otro para distribuir equitativamente el flujo migratorio. Ebrard comentó que esta era la principal opción del gobierno de Trump, pero por considerarla inviable se presentaron otras alternativas.

Por las veces que el gobierno federal se ha referido a esta medida, parece ser que podría ser una temida realidad.

Convertir a México en un Tercer País Seguro implicaría fuertes gastos e importantes modificaciones a la estructura migratoria y al marco normativo. Además, de acuerdo con las leyes internacionales, es necesario que el Tercer País Seguro cuente con las condiciones para alojar a los migrantes y garantizarles sus derechos; sin embargo, México no está en las condiciones ni para garantizarle los derechos a sus nacionales.

Muchos nos frustramos al ver la estrategia comunicacional del gobierno federal. Lo que a simple vista parece incompetencia, con un poco de atención se revela como cinismo. Nos frustramos cuando un reportero le hace una pregunta concreta a nuestro presidente, y este, en respuesta, divaga sobre otro tema como loco; nos frustramos cuando se le pregunta a AMLO su postura sobre los comentarios del Presidente Trump y solo pone cara de burla, levanta los dedos en signos de paz, y dice que es cliente de su silencio; nos frustramos, y mucho, cuando se refirieron a un acuerdo durante días, pero no nos dijeron cuál fue hasta que quisieron, sin motivo alguno.

Después de sentir que te están dando atole con el dedo, no es sorpresa que no haya paciencia para el chistorete del Canciller. Su chiste le costó a los mexicanos tiempo por ocupar espacio los medios nacionales, y contribuyó a que se pierda en el mar mediático la verdadera noticia: en noventa días se pronostica algo más severo.

Por esto le pido al señor Marcelo Ebrard que si quiere habla de cacahuates, lo haga en su propio tiempo.

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