Por Ernesto Guerra / Politólogo
Pareciera que la mejor respuesta del gobierno federal y de algunas administraciones emanadas por Morena, ante la crítica y el cuestionamiento sobre las acciones que han implementado, es negar la realidad. “Se trata de un error” es lo que el presidente de la republica respondió a la maestra que se acercó reclamándole el retiro de becas del Conacyt, que necesitaban sus alumnos para asistir a un concurso de matemáticas en el extranjero. “No sean berrinchudos”, les dijo Ana Guevara a los becarios afectados por los recortes realizados por la Conade, de la que es titular. “No hay crisis de seguridad en la CDMX” comentó Claudia Sheinbaum ante las alarmantes cifras de secuestro que han repuntado 103.4 por ciento en lo que va del año. Parece que el contar con una alta popularidad, que va en decaída, los hace ser dueños de la verdad.
El crítico y el que cuestiona se han vuelto el enemigo del gobierno y de los simpatizantes del mismo. Hoy, ejercer una crítica en redes sociales a la administración federal produce que muchas veces tengamos que enfrentarnos al escarnio en las redes sociales. Los usuarios, algunos con o sin fundamento, responden de manera visceral. La intolerancia se ha vuelto la expresión más común.
Bien escribió Fernando Vázquez Rigada en su imprescindible artículo “Las víctimas de la palabra”: “La polarización del país se atiza con la retórica del rencor: se está conmigo o contra mí. Se es militante o enemigo”. La confrontación en redes sociales ha sido ocasionada por un gobierno que ha servido de ejemplo para fomentarla en todos los niveles. Cualquier líder puede contar con miles de seguidores que aplauden hasta sus errores, pero es su responsabilidad encaminarlos hacia causas justas.
Un error que causo bastante disgusto a muchos analistas y especialistas en derechos humanos, es la inasistencia del presidente de la republica al informe anual de la CNDH. La razón pareciera más que obvia, esta institución ha sido crítica con la cancelación del programa de instancias Infantiles. Su inasistencia solo demuestra la poca importancia que le da al trabajo que realiza la institución que durante años se ha encargado a investigar los casos de las violaciones a los derechos humanos en nuestro país.
Es una realidad que el efecto AMLO sigue siendo una catapulta para ganar elecciones, lo constatan las gubernaturas de Baja California y Puebla en la que el partido del ejecutivo salió victorioso. Este efecto podría ir reduciéndose si las acciones emprendidas por gobierno no van de acuerdo a los resultados esperados y si no se acatan las recomendaciones realizadas por los contrapesos.
La reciente dimisión del Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, miembro del primer círculo del gobierno, es un claro ejemplo de los golpes que está sufriendo la administración federal, causadas por la constante confrontación y nula apertura que han tenido los altos mandos con aquellos miembros del equipo que opinan de manera distinta. Esta salida del gabinete, no solo afecta a la administración, implica la pérdida de un hombre honorable, inteligente y capaz en un puesto tan importante para el país. Su carta de renuncia, que expuso de manera clara, critica y precisa la falta de sustancia del gobierno para realizar políticas públicas y el conflicto de intereses que se vive actualmente en la Secretaría de Hacienda, nos deja a los mexicanos con un mal sabor de boca. Las viejas prácticas tan reprobadas por la 4T hoy ya no son cosa del pasado.
El país no requiere que celebremos la no imposición de aranceles como un acto de heroísmo por parte del gobierno mexicano, requiere que los funcionarios y altos mandos del gobierno federal respondan de manera efectiva ante las críticas de los recortes presupuestales y no con burlas, dimes y diretes.
Requerimos de un presidente que reconozca sus errores y acepte las recomendaciones dadas a conocer por instituciones autónomas. Requerimos de una sociedad informada que recurra a la crítica y al debate con argumentos y no a la intolerancia ni a la desacreditación desmedida.
