El padre del niño morantista dijo que sí.. Era también gran admirador de Morante. Y el sí era una palabra habitual en él, se trataba de un tipo que desconocía el no y que jamás se rendía ante ninguna adversidad. Decía que sí porque era amable y noble, ser de nobleza en el tono y lealtad en la mirada, taurino de piel y alma, morantista y de Pablo Aguado, un hombre de ley, un hombre de palabra, un hombre de verdad… Es como tendrían q ser todas las personas.. y no son..
El padre del niño morantista aprecia el mar y la vida, no es engreído y sí agradecido. Es el clásico señor que viste ropa clásica con un punto juvenil y que es, honestamente, un señor. Porque no es parecerlo, además hay que serlo. Esta tarde bebe vino blanco a la vera del mar, abajo la espuma de las olas se rompe en plata y gris, y lee una novela histórica. Y reza en silencio, un amigo suyo padece una enfermedad, y él es excelente amigo y muy creyente. Confía en la oración..
Hace un rato, en esta tarde de un julio que ya se escapa, ha hecho un barco de papel para su niño, morantista, y le ha enseñado al pequeño cómo se hacen.. y lo han echado a la mar, que es coqueta y caprichosa, y en la playa le han puesto nombre. Al barquito, digo. Le llamaron Cigarrero, por la Puebla del Río… Y, en este atardecer de rosa y oro, el padre de ese niño, que se llama Luis, sueña un viaje largo a través de las olas y una corrida de toros…
Contaremos más cosas de él este verano..
Dedicado a los morantistas
A Morante
Al morantista de este cuento
A Pablo Aguado y aguadistas
A Rick Astley, que disfruta el vino blanco de mi tierra
Al vino: puro placer
A Luis
A las tardes de toros
A mi hermana, a María y a Emi: nuestro chat de whatsapp es una oda a la alegría
A mi amigo Manuel
A las personas de ley y de verdad.. a las que no son así no: no las soporto..