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Doble moral a la mexicana

Francisco Solís Peón
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Cultura, por: Francisco Solís Peón

No he tenido el valor. No he podido ser lo que quería. No he podido ser un cristiano. Jaime Ceballos (protagonista de la obra).

Siempre he creído que la paradoja y la ironía son dos alegres comadres que intercambian la misma perversidad del destino.

Así, tenemos que la segunda novela del inmortal Carlos Fuentes, “Las Buenas conciencias” (México, FCE, 1959), versa precisamente acerca de las “fuentes” de la hipocresía burguesa del México post revolucionario. De la mano de “Casi el Paraíso” de Luis Spota (México, Diana, 1956), conforman el retrato literario imprescindible de una época gobernada por cínicos vergonzantes (hablando de paradojas) cuyas clases dominantes tienen el costumbrismo malévolo de pretender ser lo que no son pero al mismo tiempo, se pasan la vida convenciéndose de que en efecto sí lo son y lo que es peor, obran en consecuencia dañando o contaminado su entorno.

Sin estas dos novelas, la primera desde la óptica provinciana y la segunda desde el incipiente caleidoscopio capitalino, sería virtualmente imposible entender el siglo XX mexicano.

La trama gira en torno a Jaime Ceballos quien está al final de su adolescencia; pronto deberá decidir el rumbo que tomará su vida. Por lo pronto, su percepción del mundo es que no tiene lugar definido en él. Quiere ser puro, pero su sangre hierve. Se debate entre la moral cristiana y los impulsos físicos de su ardiente juventud; entre la jerarquía familiar y sus ansias de independencia; entre su pequeño mundo de pueblo chico y el horizonte infinito que vislumbra; entre el pecado y la salvación. La vida, entonces, pone a Jaime ante verdades desnudas que lo harán cambiar radicalmente.

Se trata de una novela psicológica de desarrollo dramático (dirían los expertos), psicológica porque el tratamiento de los personajes siempre es subjetivo, interno visto desde muy adentro; de desarrollo dramático porque la acción se alimenta exclusivamente de los conflictos que se suscitan entre los distintos personajes o ente los personajes y la realidad social, el medio ambiente.

Dentro del contexto histórico, al momento de su publicación “Las Buenas Conciencias” fue considerada en los círculos culturales (integrados mayoritariamente por izquierdosos de café) como una novela rebelde, antiburguesa, con una marcada intención social. Hoy sería considerada por la juventud como un retrato costumbrista escrito por un genio pero que a final de cuentas describe un México que por fortuna ya no existe; aunque habrá quien diga, no sin argumentos válidos, que hoy estamos peor.

Gracias a “Las Buenas conciencias” el máximo narrador mexicano de todos los tiempos logró consolidar un estilo propio que lo acompañaría por el resto de su obra: El compromiso con lugares y épocas determinadas, la estrecha relación que existe entre una cierta realidad vital y la realidad novelística.

Conservo la edición de “Las Buenas Conciencias” que leí allá por 1985, la miro con nostalgia, un México del cual solo conocí sus últimos estertores, el perenne recuerdo de un tiempo que pasa inexorablemente y que nunca volverá, una vida que se consume en la implacable clepsidra llamada tiempo.

Francisco Solís Peón
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