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La Muerte y el Cine.

David Moreno
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Por: David Moreno

La
muerte siempre ha tenido una presencia en la historia del cine. Y ello es algo
natural, sobre todo porque la vida misma no podría entenderse sin su punto
final. Por lo tanto morir es un acto que ha sido representado en muchas
ocasiones y circunstancias dentro de la pantalla. La muerte misma ha sido un
personaje memorable – recuerden el Séptimo Sello de Ingmar Bergman – cuya
presencia en pantalla adquiere no solamente tintes de pesadilla, sino también
de viaje, de guía o de incluso de un personaje que aprende a vivir como el caso
del Joe Black de Brad Pitt.

Cuando
un personaje muere las reacciones del espectador pueden ser muy variadas. Si el
personaje se ha desarrollado correctamente y ha logrado despertar empatía en el
espectador, el dolor que nos causa su partida de la historia puede ser
desgarrador. En otras ocasiones, el espectador experimenta cierto sentido de
justicia con la muerte, particularmente cuando es un villano quien llega al
final de su existencia cinematográfica y quien mira el filme siente que se ha
hecho cierta justicia. Lo cierto es que es poco probable que – tal y como
sucede en la vida real – uno salga impune ante un deceso en pantalla.

Existen
muertes que han marcado a generaciones enteras. Disney no ha sido un estudio
que retratara la muerte de sus personajes de manera explícita, sin embargo ha
tenido la particularidad de impactar a su audiencia con muertes como la de la
madre de Bambi o la de Mufasa en el Rey León. Su subsidiaria Pixar ha
presentado a la muerte dentro de sus historias como un importante elemento
narrativo para disparar a la acción. El mejor ejemplo de ello es el fantástico
prólogo de UP, en el que bastan tan solo unos minutos para que todos sintamos
empatía hacía la pareja formada por Carl y Ellie Fredicksen por lo que el
fallecimiento de Ellie termina por ser verdaderamente impactante. Y, por
supuesto, está toda la imaginería visual y narrativa que Pixar utilizó en Coco
para homenajear al Día de Muertos Mexicano.

El cine
también tiene la particularidad de que sean los muertos los que cuenten las
historias que los llevaron a su fallecimiento. Uno de los mejores casos es el
de William Holden y su personaje en la maravillosa Sunset Boulevard de Billy
Wilder. La voz en off de Joe Gillis nos advierte desde el principio del filme
que está muerto y toda la película servirá para explicarnos las causas de ese
fallecimiento. Existen por supuesto las muertes violentas que han generado gran
impacto en el espectador. Una de ellas es la de John Caffey, el personaje
interpretado por Michael Clarke Duncan en The Green Mile. Es impactante porque
la dulzura del gigante acusado de asesinato, sus poderes curativos y el efecto
que causa en Paul Edgecomb – interpretado por Tom Hanks – crean en el
espectador la esperanza de que Caffey encuentre la redención en esta vida, pero
ello no sucede y la silla eléctrica se encarga de ponerle el último sello a la
injusticia.

En lo
particular, mi muerte favorita de todos los tiempos es la de Rutger Hauer en
Blade Runner. Roy Batty, el replicante perseguido por Harrison Ford, tiene un
deceso poético y lleno de sabiduría cinematográfica. El monólogo de Batty
contiene una serie de reflexiones sobre la vida y el asombro que ésta causa que
provoca que se diluya la línea que divide al humano del replicante. La lluvia
cae copiosamente frente a dos personajes que se han batido para sobrevivir.
Justo cuando Batty está por acabar con Rick Deckard (Ford), el replicante
demuestra una gran dosis de humanidad. Su tiempo se ha terminado y fácilmente
pudo acabar con su rival para luego despedirse de un mundo que le es
completamente hostil. Pero decide no hacerlo y mirando a un incrédulo Deckard
comienza a hablar: Yo he visto cosas que ustedes no creerían. Naves de
ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en
la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhaüser Todos esos momentos se perderán
en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir
. Baja
entonces la mirada y muere mientras una paloma se posa en su hombro. Han
existido y seguramente existirán muchas muertes en el cine, pero ninguna como
aquella, ninguna con esa capacidad de sintetizar en unas líneas a una breve pero muy significativa e
incomprendida vida, una, que como todas, termina perdiéndose en la brevedad del
infinito justo así como se pierde para siempre una lágrima en el correr de la
lluvia.

David Moreno
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