SE SUICIDÓ EL DR. TRIAY
Por Manuel Triay Peniche
Mi querido Felo, hoy se cumplen diez años de tu “suicidio”, pero no he podido elevar una oración a Dios por tu eterno descanso, llevo horas luchando por quitarme de la cabeza a las autoridades encargadas de impartir justicia, que no pudieron o no quisieron cumplir con su deber, que se cruzaron de brazos y llevan su vida como si nada hubiera ocurrido.
Quizá tú, allá donde estés, ya no lo sufras, pero yo recuerdo con frecuencia nuestra impotencia y renace en mí un odio que no logro calmar, me hierve la sangre y me brotan por los poros mil injurias contra nuestras autoridades a quienes tu vida les valió menos que un cacahuate y me pregunto ¿Por qué debo respetar a quien no nos respeta?
No, te juro que no deseo lo mismo para ellos, ni para los ineptos o corruptos fiscales, ni para tus asesinos. No lo deseo porque no quiero perder mi tiempo con esos hijos de arrepentidas madres de haberlo sido: ellos ya se cruzaron de brazos, tú y las demás víctimas no valemos nada, como tampoco lo valen decenas o miles de familias que perdieron tanto como la tuya.
No, Felo, yo sigo en lo mismo, mas prefiero decir que te suicidaste a pesar de que tu cadáver fue hallado mutilado, porque, repito, tu asesinato con saña y crueldad sigo sin comprenderlo. ¿Qué ser humano puede ultimar a un compañero suyo, desangrarlo, mutilarlo y tirar sus despojos?
Tu o tus asesinos se campean sin pudor por donde les plazca, tu o tus asesinos siguen ejerciendo una profesión que el Estado les confiere para sanar las mentes de una sociedad a la que tampoco importa la gravedad y el salvajismo con el que te asesinaron. A ellos, como a nuestras autoridades, no les incomoda si quiera ese inhumano proceder, incomprensible hasta en los animales.
Uno de los involucrados, el psiquiatra Enrique Lara González, quedó libre por una “duda razonable”, y el otro, también psiquiatra, Pablo Santos García, obtuvo su libertad tras un amparo a pesar de que fue condenado a 35 años de prisión y, ¿sabes qué? La Fiscalía, responsabilidad del gobierno del Estado, no hizo nada, y el Tribunal Superior, tampoco.
Sí, ahí están, campantes, despreocupados, sin vergüenza, como si nada hubiera pasado. No continuaron con la investigación de tu muerte ni lo harán. A nadie preocupa el involucramiento indebido o la incapacidad de la Fiscalía o alguna otra autoridad en tu caso. A tí nadie te mató, tú te suicidaste y desmembraste tu cadáver. ¡Qué mal lo hiciste, Felo!
Ellos ya te olvidaron, pero quienes te queremos nos olvidaremos ni perdonaremos nunca a esos hijos de arrepentidas madres de haberlo sido.
