MEMORIAS IV
Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Antes de iniciar quiero agradecer a las personas que me han manifestado su apoyo para seguir escribiendo esta serie de textos relacionados con mi trayectoria en medios de comunicación, analizaré la posibilidad de escribir un breve libro sobre estos temas. Gracias.
Antes de entrar en materia algunos se preguntarán ¿por qué no estudié comunicación,
si tanto me gusta?. Bueno, en mi época solo habían tres opciones, la UNAM, la escuela Carlos Septién, ambas en Ciudad de México, y la universidad veracruzana (UV) y tenia dos opciones: irme o seguir ayudando a mi padre en su negocio. Decidí lo segundo y para hacer lo que me gusta me propuse trabajar en medios locales, es decir, aprender sobre la marcha.
Dicho lo anterior, continuamos y hoy les comentaré aspectos de mi paso por un medio impreso de que para mí es una institución. Muchas personas tal vez no estén de acuerdo pero como dicen: “cada quien habla como le va en la fiesta” y a mi me fue bien.
Hablo del Diario de Yucatán a donde llegué poco después de mi estancia en Grupo Sipse. Era 1981 cuando un periodista, Manuel Acuña López, me contactó y me sugirió probara suerte para ingresar al Diario.
No dude y acudí al periódico para hacer mi solicitud y entrevistarme con un señor de apellido Cardeña en recursos humanos donde me hicieron pruebas de redacción y psicométricas. Las libre sin problema y uno o dos días después me presenté en la redacción; recuerdo que esa mañana al llegar solo había una persona en su escritorio, Jorge Muñoz Menéndez (+).
Me presenté y me preguntó qué experiencia tenía. Al responderle lo que había hecho me miró y me dijo algo que nunca olvidé: “Marco, aquí entras partiendo de cero, lo hecho en otros medios no tiene relevancia y lo primero que hace un reportero cuando llega al Diario es leer el ejemplar del día, de pies a cabeza para que esté enterado qué se publicó”.
“El Bonch” Muñoz fue un tipo con carácter y muy exigente pero reconocía sabía reconocer el trabajo, especialmente el buen trabajo. Gracias a este señor me forjé y con apoyo de periodistas como Felipe Escalante Ruz, Pedro Sahui Abraham, Delmer Peraza Pacheco, Manuel Triay, Agustin Vega Martinez, Martiniano Alcocer Álvarez y Gustavo Franco, logré adaptarme y entrar a la dinámica del medio.
Las notas exclusivas y con relevancia era un reto y para obtenerlas se requería ser algo así como un lobo solitario y evitar trabajar en grupos de reporteros donde lo que sabe uno se enteran todos. Ser reportero del Diario era tener disciplina y buscar las notas que otros no lograban, ese era entonces el objetivo más importante.
Consciente de mis necesidades el “Bonch” Muñoz me ayudó a gestionar desde mis primeros lentes hasta un vehículo para que deje prestar a otros colegas, sobre todo cuando cubría la sección de policía de noche.
En aquella época el Diario pagaba de manera adicional estímulos a quienes lograban la nota principal —la de ocho columnas— y también la pagina y lugar donde se publicaban así como la extensión de la información redactada haciendo a un lado la llamada paja o basura.
Del director general D. Carlos R
Menéndez Navarrete (+) solo puedo decir que para con un servidor fue un caballero y le gustaba predicar con el ejemplo. Cuando llegaba al periódico (8:30 horas) don Carlos ya estaba en su oficina y cuando me retiraba (17,18 ó 19 horas) aún continuaba en ella. ¿Ahora, que titular de un medio hace esto?.
Mi salida del Diario fue por seguir ideales que nunca se concretaron. Recuerdo al “Bonch” Muñoz decirme que me quedara en el Diario porque ahí estaba mi futuro, pero cuando tienes 21 años te sientes dueño del mundo, quieres salir, conocer otras latitudes y probar suerte. No obstante y posiblemente mi salida del Diario fue un error pero en la vida hay que tomar decisiones y no siempre te inclinas por las correctas.
Meses después, don Carlos Loret de Mola Mediz, reconocido periodista, escritor y ex gobernador del estado, invitó a un grupo de ex reporteros del Diario, entre los cuales estaba, para trabajar en el Diario de Irapuato. De entre varios sólo fuimos dos las personas que levantaron la mano.
Al final de esta experiencia don Carlos quería que lo acompañemos a otro periódico, El Norte de Chihuahua, pero algo, allá en el cielo, me dijo que no y meses después don Carlos murió en un extraño y polémico accidente a bordo de su Mercedes Benz, en la carretera Chihuahua-Ciudad de México.
Se me pasó comentarles también que antes de dejar Sipse, un periodista campechano, Virgilio Soberanis, invitó a colegas y a un servidor para poner en marcha las oficinas de Tribuna Yucatán, en la esquina de las calles 60 con 69, el periódico es una extensión de Tribuna Campeche, creo, propiedad de la familia Arceo Corcuera.
En todos estos lugares Grupo Sipse, Diario de Yucatán, Diario de Irapuato y Tribuna Yucatán, conocí y entrevisté a gente de todos los sectores: gobernantes, funcionarios, políticos, empresarios, líderes sindicales, asociaciones de trabajadores y cámaras empresariales, deportistas, artistas, en fin, hoy como legado puedo decir que solo con el saludo y la mirada a los ojos de las personas de alguna manera puedo conocer con quienes trato.
En mi próxima aportación hablaré de cuando regresé a Yucatán y me re-incorporé a la universidad lugar donde finalmente echaría raíces y donde trabajé con seis rectores siendo testigo de innumerables acontecimientos que marcaron un parteaguas en la máxima casa de estudios.
Hasta aquí mis comentarios y espero que tengan pronto un capítulo más de mi paso por los medios de comunicación.
Que sean felices