Cultura, por: Francisco Solís Peón
A pesar de ser el país que exportó la democracia, ésta era aún muy imperfecta en su país de origen: La esclavitud estaba a la orden del día al sur de los Balcanes y las mujeres de la Grecia clásica fueron casi siempre marginadas de las actividades principales de la sociedad. Incluso se planteó si la mera presencia del género femenino como público era necesaria en el interior del anfiteatro.
En este contexto social, que claramente favorecía a los hombres frente a las mujeres, Aristófanes tuvo el valor de escribir una obra en la que quiso ilustrar esta palpable desigualdad y que constituye uno de los primeros actos de protesta feminista de la historia; aunque fuera desde el anfiteatro.
La obra fue representada por primera vez en el año 411 a.C. y escenifica el hastío de las mujeres griegas que, cansadas de ver cómo sus maridos partían a la batalla y de engendrar hijos para que murieran en el eterno conflicto griego, tomaron una drástica decisión que cambiaría el curso de la guerra: Una huelga sexual.
Lisístrata, la que disuelve los ejércitos, (del griego Λύσις —lýsis—, disolución y στρᾰτός —stratós—, ejército) fue la mujer que instigó la primera huelga feminista desde su papel protagonista en la obra homónima de Aristófanes, en la que las mujeres de Atenas y Esparta se unieron para acabar con el eterno conflicto entre las ciudades-Estado más poderosas de la Grecia clásica.
No contentas con tan severa privación, las mujeres tomaron la acrópolis (del griego ἄκρος —akros—, ‘cima’ y πόλις —polis—’ciudad’), símbolo de poder y lugar sagrado con función defensiva donde además se almacenaba el oro necesario para impulsar las guerras de los hombres.
Lisístrata, junto a sus compañeras Cleonice, Mirrina y Conciliación, desafiaron al poder establecido y defendieron soluciones pacíficas frente a los demagogos (del griego δῆμος —dēmos—, ‘pueblo’ y ἄγω —ago—, ‘dirigir’) que empujaban al pueblo a una eterna guerra fratricida.
Decididas a privar a los hombres de su despótico gobierno sobre la sociedad, las huelguistas se enfrentaron a las iras del consejo de sabios de la ciudad representados por el coro de ancianos, que rodearon la acrópolis en un intento de recuperar su poder acusándolas de profanar lugar sagrado.
En un alarde de determinación, las mujeres se mantuvieron unidas en su protesta, pero no sin esfuerzo. La abstinencia forzosa a la que Lisístrata había empujado a sus compañeras tuvo sus momentos de flaqueza.
Como buenos seres humanos, algunas huelguistas helenas sufrieron más que otras la voluntaria abstinencia sexual durante su encierro e inventaban pobres excusas domésticas para visitar fugazmente el lecho conyugal.
Sin embargo, las que pasaron a ser las primeras ‘esquiroles’ de la Antigüedad Clásica se arrepintieron posteriormente de su debilidad y regresaron al recinto sagrado junto a las demás activistas griegas donde continuaron exponiendo sus argumentos en favor de una sociedad pacífica.
Al final, el personaje mudo Conciliación logró escenificar la firma de una paz entre las dos polis griegas motivada por la prolongada abstinencia a la que fueron sometidos los hombres, razón de peso en opinión de los varones para deponer las armas y dedicarse a hacer el amor y no la guerra.
La comedia griega representa el triunfo de la razón y el diálogo femenino sobre la belicosa y testaruda actitud de los hombres. Este ejercicio de reflexión ética sigue muy vigente casi 2.500 años después.
Lisístrata demuestra que el problema de la desigualdad entre hombres y mujeres no es un defecto de la sociedad moderna, ya que la obra de Aristófanes —hace ya 2.429 años—, desarrolló a través de las artes escénicas algunos conceptos del movimiento feminista que hoy en día parece despertar nuevas sensibilidades.