Hace rato estaba mirando nostálgico por mi ventana hacia los múltiples edificios que rodean el departamento donde vivo, en el barrio de Chamberí en Madrid.
Desde mi ventana se divisan cientos de ventanas iguales, que corresponden a hogares como el mío que, en estos momentos, resguardan a familias enteras en una cuarentena difícil, pesada de llevar, pero *indispensable frente a un asunto sumamente serio de salud pública*.
El silencio de las ciudad estremece. Es un mutis que eriza la piel. Es un silencio del espacio público que solo se rompe por la noche cuando la sociedad española (desde sus ventanas y balcones) regala un *nocturno y merecido aplauso a los médicos, especialistas, enfermeras y trabajadores del sistema sanitario, que están dándolo todo por paliar la epidemia*.
Detrás de cada ventana de España se resguardan personas que, enclaustradas, buscan la manera de sobrellevar este encierro. Padres, madres, abuelos, niños, bebes, todos confinados en un espacio sin poder salir, a la espera de que haya pasado el peligro. A la espera, aún incierta, del día en que podamos regresar a nuestras actividades cotidianas.
Otras ventanas nos permiten asomarnos hacia el exterior. Sea por la televisión o por internet (en tabletas y móviles), los ciudadanos vemos y nos enteramos sobre los que acontece fuera de nuestro particular encierro.
Vivimos momentos de ventanas, de asomarnos por ellas *pero no salir*. De *ser valientes, serenos, creativos en la convivencia, pacientes con nosotros mismos y con los demás. Vivimos momentos de permitirnos, por qué no, disfrutar de la compañía de los nuestros de una manera nueva, solidaria y generosa. Vivimos también momentos para estar con nosotros mismos*.
Son tiempos de ventanas. De *guardarnos en casa*. *Si todos hacemos la tarea que nos corresponde, podremos entonces cruzar las puertas para volver a caminar por nuestras calles, para volver a nuestras actividades cotidianas, con ánimos renovados y con una nueva visión para el futuro de la humanidad. Hago votos para que esta dura prueba global nos lleve a todos a estar dispuestos a una nueva generosidad en nuestra convivencia social*.
*Desde mi ventana les envío un gran abrazo*.
graue.cap@gmail.com
