La Revista

¿Avanzamos?

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas. 

Muchos nos preguntamos ¿dónde están esos grandes líderes de la sociedad
civil que pusieron en jaque a Felipe Calderón o a Enrique Peña Nieto? ¿Dónde
esa oposición que lideraba, sobre todo, Andrés Manuel López Obrador?

Es como si se los hubiera tragado la tierra: Mientras el presidente se
hace chiquito, ellos desaparecen.

Vaya que esta será una semana santa que marcará una enorme diferencia en
años. El opositor más grande que ha tenido México en los últimos 18 años se ha
quedado corto ya con la banda presidencial en el pecho. Es como si fuera real
esa maldición que decía Emiliano Zapata de la silla presidencial: Está maldita.

“Y es que para Emiliano Zapata, la silla presidencial
representaba todo aquello contra lo que la Revolución luchaba: El abuso de
poder, las injusticias, la pobreza de su gente. Él no podía ocupar el puesto de
quienes, desde ahí, tomaban las decisiones que tenían a su país en la miseria;
le horrorizaba la simple idea de sentarse donde tantos mandatarios habían
ordenado reprimir al mismo campesinado que integraba las filas zapatistas”,
escribió Miguel Capula.

’Odio todo esto’, parece estar diciendo.
‘Todo este gentío, todo este ruido, todo este falso esplendor y, sobre todo, a
este bravucón sentado en un trono que nunca debió volver a ser ocupado por
nadie’. (Un año después me diría: ‘Debimos quemar ese trono cuando
pudimos’)”, escribía Ricardo Flores Magón, periodista e ideólogo de la Revolución, acerca
de sus impresiones sobre del encuentro entre Villa y Zapata, al preguntarse “¿en qué estaría pensando Zapata
cuando los retrataron en Palacio?” sentado junto a Villa, en la silla
presidencial.

El referente histórico que usó López Obrador para
llegar a Palacio hace un año abandonó al presidente. La familia del caudillo
del Sur hoy lo increpa, le reclama y no sólo por la pintura del vaquero gay
sino por la construcción de la presa La Huesca.

“El
presidente no cumple lo que dice ni es congruente, por lo que la familia Zapata
va a realizar su propia conmemoración hoy en Cuautla, Morelos”, apuntó en
entrevista con Ciro Gómez Leyva el nieto Jorge Zapata hace un año.

Premonitorias,
las palabras de Zapata pareciera retumbar hoy por los salones de palacio cuando
el presidente no se pone la banda en el pecho y actúa para proteger a los
mexicanos sino que, al contrario, como hacendado del siglo XIX guarda sus
haberes para construir sus obras faraónicas mientras la gente se queda sin
empleo.

¿Y
dónde está la oposición?, ¿dónde los empresarios?, ¿dónde la sociedad civil?
Como ha pasado en otros momentos, el gobierno se queda lerdo mientras la
pandemia cunde. Así pasó con los sismos de septiembre de 1985 y 2018 cuando los
gobiernos de Miguel de la Madrid y Enrique Peña Nieto se quedaron pasmados por
la desgracia, pasó también con los huracanes, con los niños sin medicamentos ni
estancias, con los enfermos sin atención médica, con los enfermos contagiados
en Pemex de Tabasco.

¿Dónde
la oposición? Ni siquiera la iglesia ha sido protagonista en estos días en que
la gente se siente sola, con miedo ante un enemigo fantasma que nadie sabe
dónde atacará porque no se puede evitar el contagio más que aislándose,
encerrándose y ¿de qué viviremos?

Gobiernos
que indiferentes no le pagan a sus proveedores hace meses, que la crisis los ha
tomado desprevenidos, que no saben qué hacer porque la realidad los alcanzará
cuando acabe el confinamiento.

Otros
que incentivan a los empresarios, los apoyan para no cubrir los impuestos
locales, dan prórrogas, no cobran agua ni servicios estatales. Saben que la
nómina no puede cubrirse sin ingresos y que sin ingresos las empresas cierran y
no pagan esos impuestos que mañana serán urgentes.

Mientras
en los palacios de 31 estados hay gobiernos que se reducen, que se apocopan,
que se crecen o se agigantan en la presidencia sólo se achiquitan. Son los
signos de los tiempos: electos para servir o para servirse, nunca se sabe hasta
que llegan y más cuanto terminan y ya no hay nada qué hacer.

Hoy,
la pandemia nos ha puesto a prueba a todos, pero todos sabemos que lo que no
hagamos por nosotros no habrá nadie respaldándonos. Ni esos que decían que
primero los pobres y hoy actúan como para acrecentarlos, como para que les
agradezcan las dádivas, como si la idea es comprar clientelas electorales
secuestrados sus votos por necesidad.

Lo
peor: no tenemos quien encabece la lucha, no hay nadie quien nos represente,
nadie que salga a dar la cara por todos. Alguien con estatura y calidad moral
para ser llamado líder, porque eso no se gana con 30 ó 50 millones de votos
sino se acredita todos los días.

Tiene
razón el presidente, los muertos, la crisis de salud, la económica que seguirá
le cayó como anillo al dedo para consolidar su propuesta de país: todos seremos
igual porque nadie se atreve a exigirle cuentas, nadie se agiganta ni se crece
con el castigo mientras él se achica, se desvanece y deja claro que eso de
gobernar no eran tan de sentido común, no era tan sencillo como pensó, pero
todos se la ponemos fácil para quedarse con el país de sus sueños. Yo no quiero
que le vaya bien al presidente porque ello implica desaparecer el país en el
que vivo y por el que he luchado tantos años y usted hoy, cuando ya vió como
gobierna, ¿Apoya al presidente?

José Francisco Lopez Vargas
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