Por: Cristina Padín.
La falda llegó. Mucho más tarde llegaría la mujer que vestía la falda. Le sentaba mal.. podría perfectamente haberle sentado bien pero no era el caso. Se sentó en la silla que habían reservado a su nombre, al suyo y no al de la falda, y esperó. No sabía qué diría cuando le tocara subir a defender el arte, la habían convocado para eso, pero la falda quedaría genial en las fotos! Para subir a las redes luego! La falda era roja y rosa, era muy bonita. La falda era muy bonita..
El caballero y el novillero llegaron. Eran tan alegres como un día de mayo, eran tan cercanos como un mollete de Antequera.. Se sentaron separados porque ya apenas quedaban sillas libres. Uno venía de trabajar, era muy trabajador, y el novillero llegaba del campo de tentar. Hablaron al final. El caballero conocía el flamenco, los poemas sobre la Semana Santa, el piano, la pintura, el mundo. Viajaba mucho. El joven habló de toreo, de Lorca, de Manolete…
La mujer de la falda dijo mucho y nada..
El caballero y el novillero dijeron pocas palabras que eran mucho, eran todo..
Y alguien, que se hallaba también en la sala, pensó que las aventuras y desventuras de la estupidez eran alargadas, y por supuesto inmensas…
Dedicado a las aventuras estúpidas
Al noble arte del toreo
Al arte
Al flamenco
A la humildad
A mi querida Antequera
A mi querido Luis
A los días de mayo
A las personas que siempre dicen cosas bien dichas