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De marchas y otros derechos

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas.

La lucha de clases se ha convertido en el signo de este gobierno. De hecho, por ese pregón llegó al gobierno. Nada ha sido más benéfico que enfrentar a unos contra otros.

En Yucatán, el gobierno ilegítimo de Dulce María Sauri tuvo que lidiar con una elección que provocó que la gobernadora dejara el cargo por “un conflicto de lealtades”.

Así, la que llegó como interina vía fax, dejó el cargo tirado porque la obligaron a doblar las manos en una elección caracterizada por la peor asquerosidad electoral que en Yucatán se tenga memoria: reventaron las urnas y hubo algunas en las que votaron hasta el 110 por ciento de los electores en un intento de imponer a Orlando Paredes Lara como alcalde de Mérida, lo que por las trapacerías no sucedió.

Eran los días en que los diputados fueron llevados a Gobernación para exponerles que debían hacer un trabajo de colegio electoral y, ahí, limpiar la elección y no hacer evidente la podredumbre. Se negaron y dieron pie a que el supuesto “ganador” no tomara posesión “a pesar de haber “ganado” y le cedieron el cargo al segundo lugar en el proceso: Luis Correa Mena, del PAN.

En esos días todos se enfrentaron con todos. En un acto de valor que hay que reconocer, la gobernadora acudió a un mitin del PAN en Mejorada, en el centro de Mérida, para pedirle a los panistas que no marcharan porque los priistas –que la seguieron hasta quedar a unos metros de los panistas-, esos de los que ella era líder máxima en Yucatán, no podía controlarlos por lo que no se hacía responsable de la violencia que se pudiera generar. Los panistas entendieron y no marcharon y reconocieron la valentía de esa mujer.

Esos tiempos de polarización parecieran volver ahora pero en todo el país. Es verdad que son otros momentos: el que llegó a la presidencia ya no pudo alegar, como lo hizo en sus dos derrotas previas, que hubo un complot y un fraude electoral, pero desde la campaña, y las dos previas, hizo del enfretamiento social su mayor baluarte.

Y no es que los que lo antecedieron hubiera hecho un buen papel, que hubieran terminado con esos contrastes sociales que tanto ofenden, pero López amoldó su discurso para seducir a su audiencia aunque le mintiera, aunque no fuera cierta su oferta política, aunque no fuera a cumplirla.

El pasado fin de semana, al menos en 70 ciudades las caravanas de autos, cientos en algunos lugares y escasos en otros, exhibieron las pancartas para exigir su renuncia ante la falta de resultados a punto de cumplir el primer tercio de su gestión. Las pancartas fueron el denominador común.

Para los que se rasgan las vestiduras porque unos ciudadanos se organizaron y le pidieron que renuncie al presidente López Obrador hay que recordarles que, como opositor, el hoy titular del Ejecutivo pidió sus renuncias a al menos tres de sus antecesores: Fox, Calderón y Peña Nieto.

Esto pone a discusión si cuando él lo pidió alguien lo acusó de ser un golpista, porque a los manifestantes de este fin de semana vaya que les llovieron los adjetivos porque se atrevieron a marchar en sus autos en plena pandemia. Exigentes, pero precavidos.

¿Cuál es la diferencia entre el gobierno de los antecesores de López y lo que él llama la 4T? Muchas y ninguna. En los hechos, las cifras que tiene López Obrador en todos los temas desde que asumió la presidencia son de gran contraste con los que dio Fox, Calderón y Peña nieto al terminar sus mandatos. Bueno, ni comparándolos mes a mes el actual presidente sale bien parado.

Números: 36 trimestres de crecimiento económico mediocre, decía López Obrador, y ofreció que con él en la presidencia esa mediocridad iba a subir de 2 a 4 por ciento anual. La realidad dice que desde que tomó posesión hemos caído en los últimos cuatro trimestres a un ritmo constante que puede llegar a -18 por ciento en el trimestre de abril a junio. Tan mal ha estado la economía que ya anunció que no medirá el crecimiento económico a partir del Producto Interno Bruto (PIB) porque la curva descendente se pronunciará ad Infinitum simplemente porque no tiene idea de cómo opera la economía ni los procesos económicos.

Un buen gobierno no solo se mide por sus resultados, también por sus actitudes y a este ni una de las dos se le da!

López Obrador fue el rey del plantón, la manifestación y las marchas. Hoy, cuando sus números no permiten la menor comparación con sus antecesores y su forma de gobernar provoca disgusto, se queja de quienes marchan. ¿Por qué ahora deberíamos ver a quienes las organizan sin legítimidad y sin derecho a hacerlo?

¿Por qué sí se puede criticar a gobernadores, alcaldes y no al presidente López?, ¿acaso no tiene la misma investidura, responsabilidad, la misma exigencia y fue electo también, como esos que hicieron promesas en campaña, en una elección válida y legal? Es un servidor público, ni más ni menos.

Decía hace unos días que el presidente necesita legitimar su mandato porque legal si es y está constitucionalmente reconocido, pero la legitimidad sólo se logra cuando un gobierno transita entre la menor polarización de la sociedad posible, obras que se le reconozcan y gestiones que benefie a los ciudadanos.
Hasta hoy, sólo se reparte dinero en efectivo, pero en los hechos sólo está en ejecución el aeropuerto de Santa Lucía, en medio de quejas y amparos y muchos de los otros proyectos tampoco tienen permisos ni estudios de sus impactos en el medio ambiente.

Hoy, México se debate en una discusión y las manifestaciones públicas de apoyo al gobierno hace un rato que dejaron de verse en las calles para sólo estar en redes sociales. La pandemia las inhibió y vaya que fueron duras y violentas, sobre todo las de las mujeres.

El tema nos exhibe como la sociedad que somos: lo ancho para nosotros y lo angosto para los demás; a nosotros la ley si nos beneficia, el perdón si nos lesiona. No vamos a avanzar mucho cuando se pide igualdad pero se practica el tener beneficios y excepciones.

No vamos a avanzar si queremos ser influyentes y tener “conectes” en el gobierno, pero si lo hacemos nosotros está bien y si lo hacen otros es muy grave.

La corrupción va seguir tan campante mientras no se evite la impunidad porque hoy se privilegia a quienes tienen esas relaciones que los benefician aunque comentan delitos.

La corrupción existe porque la ley es como un chicle: se estira para cualquier lado, según convenga, como le dijo el presidente del Tribunal de Justicia de Campeche a un ciudadano que fue a pedirle que su proceso fuera justo hace unos años.

Ese servidor de la justicia se vengaba en el hijo de una decisión que tomó el padre del afectado y que exhibió como un corrupto al ahora ex presidente del TSJ campechano.

Somos el país del “hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”…

Así, mientras unos alegan que las protestas son porque los que las hacen les quitaron los privilegios, otros las censuran porque ahora las tienen ellos y tampoco las quieren perder.

En el camino, ser ciudadano común, trabajar y superarse por esfuerzo propio no merece siquiera ser considerado. No, todos los que viven bien son corruptos, transas y beneficiados del poder político y partidista.

Muchos distinguidos priistas, panistas, perredistas, corruptos hasta la médula, dieron un salto a la oposición porque les encontraron sus transas, las exhibieron o no, o no les dieron otro cargo porque abusaron, pero para protegerse tienen el argumento de que se las inventaron o no le reconocieron sus méritos y su trabajo por la sociedad.

Lo que importa es seguir colgados de la ubre, esa en la que todos ponemos nuestros impuestos…

Hasta hoy, el presidente ha faltado a su palabra no sólo de sacarnos de la mediocridad de un crecimiento económico del 2 por ciento del PIB, sino también en enviar a los militares a sus cuarteles y no sólo los hace responsables del combate a la delincuencia organizada sino que también de obras públicas, de compras de insumos, de hacer labores de migración. No ha cumplido con muchas de las que fueron sus bases de campaña y sedujeron a esos 30 millones de electores que le dieron la victoria.

La mayor crítica a los manifestantes que con base en esa falta de resultados le exigen dimitir, es que exhibieron sus autos, muchos de ellos del año y de lujo, y con eso alimentaron los argumentos confrontacionistas de la 4T: son la evidencia de la desigualdad provocada por los privilegios del poder.

¿En serio?, ¿todos los que se manifestaron en todo el país son gente que ha perdido sus transas y negocios con el poder?, ¿ni uno merece el reconocimiento de su esfuerzo personal para ser exitosos? No, alimentaron esa confrontación de la envidia, de la frustración por falta de éxito, pero sobre todo alimentaron a esos que no quieren ver la prosperidad de otros pero sí que les quiten lo que tienen para que sientan lo que ellos.

Nadie tiene la culpa de su cuna, pero todos tienen la culpa de sus propias decisiones. Sin embargo, es verdad, tener un buen gobierno ayudaría a muchos más a salir de la marginación, pero este no lo es y lo que se vislumbra es otro sexenio perdido. Lástima, tuvieron la oportunidad de ser el que sacara a México de la desigualdad…

José Francisco Lopez Vargas
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