Mundo Generacional, por: Edwin Carcaño Guerra.
Es un hecho innegable que de todas las generaciones mexicanas que hemos existido, hoy estamos en una difícil vertiente: Hoy los mexicanos tenemos la mejor educación de la historia de la nación, pero por otro lado, el país cada día desciende más en un caos institucional del cual nadie parece poder escapar. Las antiguas instituciones mexicanas del siglo XX hoy son fachadas decorativas de una casa totalmente barrida por el viento. El golpe de timón para que la sociedad vuelva a pensar de una manera comunitaria no parece llegar.
Si no se puede hacer un cambio drástico en la sociedad para conseguir paz y progreso entonces hay que generar pequeños beneficios sociales que sean tangibles para las familias mexicanas. Un factor muy interesante es que mucho del progreso de una familia proviene de la capacidad de las amas de casa para administrar el hogar. Por eso los entusiastas del movimiento emprendedor, a nivel global, siempre han puesto sus esperanzas en las mujeres. Una de las políticas públicas más exitosas de Israel es impulsar el espíritu emprendedor de sus ciudadanas.
Cuando una mujer puede realizar un proyecto emprendedor, a partir de los activos con los que cuenta en su hogar, todo el ambiente que la rodea mejora. De entrada, sus hijos, sobrinos o parientes se pueden involucrar en el negocio y ser de ayuda. Una de las ventajas inmediatas es que se empieza a generar dinero y ese puede invertirse para mejorar el producto o servicio. El negocio muchas veces comienza con alguna receta casera heredada de la abuela. En realidad, lo que importa no es lo que se vende sino la experiencia de comenzar a ser una mujer de empresa.
El primer paso para comenzar un proyecto es hacer un plan de negocios. No hay que olvidar que el ajedrez enseña que es mejor tener un mal plan que no tener ninguno. Los primeros tres conceptos que una mujer debe de considerar para empezar su proyecto son: Producto, costo y precio de venta. Si una empresaria decide empezar a vender yogurt sabor piña colada congelado entonces hay que escribir una receta sistemática y con los precios de cada ingrediente. Con eso definido entonces hay que poner un precio de venta que sea, por lo menos, 30% arriba.
El yogurt casero o la salsa de la abuela se empiezan a ofrecer a través de los medios más prácticos con los que se cuente al momento. Puede ser un sobrino ofreciendo de casa en casa o mandando WhatsApp a los grupos de vecinos. A partir de las primeras ventas podemos decir que ya arrancó el negocio, pero lo más difícil aún está por comenzar. Tomar decisiones es lo más difícil de ser una mujer de negocios. Porque cada vez que se toma una mala idea el negocio sufre. Cada vez que se hacen las cosas correctas entonces el proyecto prospera.
La evolución de cocinar una salsa a crear un sistema que soporte toda la producción de manera rentable es el camino en el que se hacen las estadísticas: solo un negocio de cien llega a los 10 años de vida. Por cierto, el 70% de los negocios desaparecen en los primeros 3 años. La causa más común de fracasos es porque el emprendedor es incapaz de convertir su proyecto en una institución. Que curioso que el éxito se esconde detrás de negar el espíritu del todólogo y crear sistemas. Hoy, en esta crisis pandémica, se necesitan muchas mujeres emprendedoras.
Twitter: @ecarcanog