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El Árbol de la Sangre

David Moreno
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En la pantalla, por: David Moreno. 

El cine de Julio Medem está marcado por el estudio que hace de las relaciones humanas a partir de temas como el amor – en todas sus vertientes – el sexo y las diversas codependencias que se generan a partir de ellas. Sus dos obras más conocidas “Lucía y el Sexo” y “Los Amantes del Círculo Polar” eran extremadamente minuciosas en la exploración que sobre tales temáticas realizaba el director vasco. A todo lo anterior hay que agregar que la geografía juega siempre un papel importante en sus películas generando contextos únicos en los que se desarrolla la historia. Medem situará a sus personajes en islas lejanas de la modernidad o en la Laponia finlandesa, sitios de exuberante belleza que sirven como un marco único en el que el cineasta va a pintar sus cuadros audiovisuales, cuadros llenos de expresividad y en el que los personajes son desnudados con mucha precisión para dibujar historias cuya originalidad reside en los trazos emocionales a los que Medem somete a sus protagonistas y, por ende, al espectador.

En su última película “El Árbol de la Sangre” esas mismas temáticas y la manera de desarrollarlas visualmente siguen estando presentes. La película inicia con un espectacular encuadre en el que se muestra un rincón del País Vasco rodeado de hermosas vistas y en el que destaca un bellísimo árbol que con señorío se yergue como el sello principal de una vieja casa campirana. A ella llegarán Marc (Álvaro Cervantes) y Rebeca (Úrsula Coberó) para escribir la historia de su relación y la de sus familias. Al llegar ambos van a abrazarse al árbol, lo envuelven entre sus brazos y entrelazan sus manos sobre su corteza. El plano posee una enorme fuerza, es sumamente poético y al mismo tiempo funciona perfectamente como una metáfora de la película: los dos jóvenes están ahí para diseccionar su relación y al mismo tiempo las complejas relaciones de sus respectivas familias que son precisamente las que los han llevado a encontrarse y a terminar enamorados. Lo que harán será escribir la historia de su romance e ir hurgando en la corteza del árbol genealógico, un árbol en cuyas ramas aparecen complicadas historias personales las cuales a su vez están llenas de hojas que caen y se regeneran de manera constante, hojas llenas de vida.

Se trata de una enramado emocional y familiar en el que están involucrados unos 10 personajes que son trasladados de un tiempo a otro a través de un guion excepcionalmente escrito en el cada uno de ellos es desarrollado con lujo de detalle, en el que cada situación genera sorpresivas consecuencias hacía el final de la trama, consecuencias que son producto de un destino que parece inexpugnable. Medem rescatará el poder de la escritura como un instrumento de expiación, como una de las maneras más poderosas para ejercer la sinceridad, como ese garante de la memoria que provoca que los momentos perduren con detalles que son rescatados a través de la palabra para crear potentes, contundentes e imborrables imágenes. La historia que Rebeca y Marc van trazando los llevará a enfrentarse no solamente sus propias realidades sino a las de sus padres, abuelos y todos aquellos que en algún momento tuvieron que encontrarse para que ellos tomaran su lugar en el mundo. La película muestra un proceso de autodescubrimiento personal, familiar y de pareja enmarcado por la imaginería visual de Medem en la que los paisajes, las playas, la naturaleza en si misma es parte fundamental en la vida de quienes experimentan sus más profundos deseos, que esconden sus más oscuros secretos o que viven sus más intensos amores motivados por ella.

El Árbol de la Sangre es un filme sobre dos personas que se reconocen a través del tiempo y de todos aquellos que han dado forma a su historia. Es una película sobre lazos indivisibles que se van forjando y acrecentando conforme el reloj va avanzando, es una historia sobre el destino como algo que se va escribiendo a partir de una serie de casualidades que con los días, los meses y los años se transforman en verdades con las que se tiene que aprender a vivir. Una película que habla sobre emociones y que indiscutiblemente las provocará en quien decida adentrarse en el viaje audiovisual propuesto por el gran talento narrativo de Julio Medem.

La película está disponible en Netflix.

David Moreno
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