Sí, ya me di cuenta don Carlos, metí la pata, tu abuelo nació en Tixkokob en 1872 y fueron sus padres, tus bisabuelos don Antonio Menéndez de la Peña y doña Angela González Benítez, ambos beneméritos maestros cubanos, quienes vinieron exiliados a Yucatán, perseguidos por su participación en actividades libertarias e independentistas declaradas por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 (lo acabo de leer).
De raza le viene al galgo, dice aquel viejo refrán. Así que tu abuelo continúo en Yucatán aquella inquietud libertaria y antigobiernista de tus bisabuelos, que luego heredaste -un poco de genes, pero mucho de formación- y, podríamos decir que le fue bien, en cuanto que impuso su terquedad, pero pagó un precio muy alto por conseguir eso que él llamaba “enarbolar la bandera de la Verdad, la Justicia y la Patria”.
Tu no pisaste la cárcel, pero eso de tu abuelo, la verdad que debería constar en textos de primaria y ser obligatoria su lectura. En 1909 auxilió a Francisco I Madero y su empresa libertaria y “zaz” que le cierran su Revista y lo destierran a Centroamérica. Terco el viejo, regresa y sigue en la misma línea para que en 1911 el propio movimiento revolucionario que él ayudó a nacer, le incautara de nuevo La Revista y secuestrara sus talleres.
Sí, ya sé, no voy a contar la historia del abuelo, sólo me estoy imaginando el escenario en el que te educaste y por qué los sucesores de D. Carlos R., el original, eran tan tercos y se oponían a todos los gobiernos. Lo de él fue un ir y venir de la cárcel y el exilio, en siete ocasiones, de empezar de nuevo y perderlo todo una y otra vez, a veces acompañado de sus hijos.
Un detalle y ya.
El 7 de abril de 1912 salió a la luz la nueva Revista del abuelo, pero él no pudo leer ni ese primer número, pues un día antes regresó a prisión a enfrentar un largo proceso por cargos que parecen de vacilada: robar la cartera a un presidiario. Seis veces lo amparó la Justicia y seis veces, al trasponer las puertas del penal, fue aprehendido y devuelto al calabozo. Al final le ofrecieron el indulto y ¿recuerdas que dijo? Seguro que sí porque tu memoria era fotográfica: Sólo se indulta a los delincuentes y los criminales. Y siguió preso.
Obvio, jefe, que con esa escuela hijos y nietos tenían que salir opositores al régimen, es sangre lo que corre por sus venas, y no azul como malevolamente decían tus detractores. De ahí parte la historia que te tocó continuar y que desde enero de 1968 comencé a mirar como testigo de primera fila y a la que siempre dije amén como acólito.
Sí tenías tus cositas que molestaban a los funcionarios públicos, hay que reconocerlo. ¿Recuerdas al pobre gobernador Luis Torres mesías, que ni el presidente Díaz Ordaz quería? Yo cubría la fuente de aeropuerto y me diste la orden que cada vez que lo viera le preguntara si se iba a México a renunciar, y si estaba de regreso, si ya había renunciado. Mare, hasta pena me daba, sólo me veía don Luis y entornaba los ojos, y agitaba las manos, ya ni contestaba pero tú me decías: haz un parrafito y describes esas señas. Creo desde eso comenzó a perder el oído doña Piedad, mi señora madre.
La verdad que me encantaría estar contigo de nuevo, no para trabajar porque eras muy exigente, pero sí para recordar tantas cosas de Loret, de Cervera, de los curas, hasta las de tu familia que a veces eran candentes, y desde luego involucrar a tu papá. Mi historia con don Abel está cargada de cariño, no digo filial para no ponerte celoso, pero sí me quería y me aproveché. Recuerdo que algunas cosas mías molestan a tus hermanos Abel y Rubén, sobre todo cuando yo le bajaba dinero. Quizá otro día las recordemos porque este bicho que nos ha encerrado nos deja mucho tiempo libre. Por cierto, en Yucatán ya se perdió el control, está matando mucha gente. Es oficial eh.
