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Persistente acoso a una defensora de los derechos humanos

Ariel Aviles Marin
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Por: Ariel Avilés Marín.

Correo: avilesmarinariel@gmail.com

Nuevamente, un grupúsculo de personas fanáticas religiosas, ha iniciado un ilegal asedio a una instalación que brinda servicios de salud. En un lamentable espectáculo, una vez más, un puñado de fanáticos que, además, no ha de tener oficio ni beneficio, se ha apostado frente a una clínica de la calle 54 con 49, del Centro Histórico de la ciudad, acosando a los profesionales que ahí laboran, e interfiriendo con la gente que acude al nosocomio en busca de orientación o consulta.

Y, una vez más también, las autoridades competentes al caso se hacen de la vista gorda ante el ilícito persistente y contumaz. Realmente esta situación es preocupante, pues se está violentando derechos de terceros, y la autoridad, en el par de veces que ha intervenido, ha sido para consecuentar los hechos de los fanáticos, en vez de invitarlos a deponer su ilegal actitud.

Pasemos a exponer el caso con más amplitud, pues el hecho, intermitentemente, se ha venido realizando durante dos años, sin consecuencias para quienes violan las garantías individuales de unos trabajadores de la salud.

Un grupúsculo de integrantes de la agrupación Pro Vida, ha llevado a cabo una campaña ilegal de acoso, entorpecimiento la actividad, e interfiriendo en el acceso a los servicios que presta la Clínica de Servicios de Salud Sexual y Reproductiva de la Dra. Sandra Peniche Quintal, destacada profesionista, editorialista, y reconocida defensora de los Derechos Humanos.

Esta gente, en su torcida interpretación de sus dogmas religiosos, pierde la proporción de sus derechos, y toma la equivocada decisión de violentar los derechos de los demás, sin advertir que, sus principios religiosos son muy respetables, muy honestos, pero rigen su conciencia, y no obligan a la colectividad a ceñirse a ellos, y mucho menos tienen el derecho de erigirse en censores o en agentes ejecutores de una justicia, supuestamente divina y superior, pero que rige un plano como lo es la conciencia y la moral, y no ejerce potestad en las relaciones de la vida social, que, éstas, caen en otro plano, el de las normas sociales, es decir, del Derecho.

Moral y Derecho, son vías paralelas, cada una tiene su campo perfectamente definido, cada una tiene sus alcances, y también sus limitaciones. El conflicto se produce en el momento en que, por una mala interpretación, la una invade el campo de la otra.

Este hecho actual, tiene muy amplios antecedentes. Este caso es ya una historia larga y, lo más lamentable, pese a las reiteradas quejas por parte de la institución de salud, su asunto no ha sido atendido, y si, en cambio, las veces que la policía municipal ha intervenido, ha sido, aunque usted no lo crea, para actuar en contra de la Dra. Peniche, aduciendo para justificar su actuación, prejuicios morales y religiosos; olvidando que, en el ejercicio de sus funciones públicas, su actuar debe estar sujeto a la ley y no a su criterio moral ni a sus principios religiosos.

Este acoso, violatorio de los derechos de la institución de salud y quienes ahí laboran, y también de quienes ahí van a consultar, lleva ya un período de dos años en los cuales, unos días si y otros no, en la mañana, en la tarde y en la noche, esta gente sin ocupación, se pasa el tiempo rezando frente al edificio, mostrando pancartas y leyendas que violentan el respeto por las personas y la institución de salud.

Además, la Dra. Peniche, ha sufrido una agresión con un arma punzocortante, al salir del edificio, y el culpable, atrapado en flagrancia, fue inexplicablemente puesto en libertad con una rapidez poco usual.

En una actitud contraria e incongruente, la policía municipal, a solicitud de los rezadores, obligaron a la Dra. Peniche a retirar de la cama de su camioneta, un cuadro y un ramo de flores, sin sustento legal alguno. Evidenciando así su parcialidad en el caso.

En otra ocasión, un trabajador contratado y conocido de la Dra. Peniche, fue detenido por la policía municipal, acusándolo de estar robando las herramientas que había usado en unas reparaciones hidráulicas en la clínica. La enérgica intervención de la Dra., evitó que el trabajador fuera a dar, injustamente, a la cárcel.

Esta serie de hechos, de incidentes aparentemente de poca monta, vistos a la luz de dos años de persistencia, vienen a configurar un plan orquestado, violentador, injurioso y, sobre todo ilegal, tiene que dejar ya de ocurrir. Todos los ciudadanos gozamos de lo que, en la Constitución General de la República, se conoce como Garantías Individuales, y el acoso, es una flagrante violación de estas garantías.

La profesión de una religión cualquiera, es muy respetable, pero no puede ser esgrimida como sustento para violentar a todos aquellos otros que no comparten el criterio que estos principios religiosos, y a fin de cuenta morales, establecen, y que obligan tan sólo, a quienes voluntariamente la practican.

Nuestra constitución garantiza que, ninguna persona puede ser molestada por practicar la religión que su preferencia le indique, pero, a contra parte, tiene que respetar todos los criterios que difieran con el que le manda su religión.

A nuestras autoridades les corresponde restablecer el estado de derecho, y por la vía pacífica, invitar a esta gente equivocada, a deponer su actitud acosadora y retirarse ya, definitivamente, de las inmediaciones de la clínica de la Dra. Peniche Quintal, y dejar que cumpla con su misión social.

Sería muy lamentable que, como hasta este momento, la autoridad se siga haciendo de la vista gorda, y a plena luz del día, se siga violando la actividad profesional de la Dra. Peniche Quintal y sus demás colaboradores de la clínica. ¡Nuestras autoridades tienen la palabra!

Ariel Aviles Marin
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