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Inteligencia emocional: clave del equilibrio humano

Marco Cortez Navarrete
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Opinión de Marco Antonio Cortez Navarrete

En tiempos de aceleración digital, automatización y cambios vertiginosos en casi todos los aspectos de la vida, el concepto de inteligencia emocional cobra una relevancia esencial.

Aunque no es un término nuevo —fue popularizado en la década de los 90 por el psicólogo y periodista científico Daniel Goleman—, hoy más que nunca se alza como uno de los pilares del desarrollo personal, la convivencia armónica y el liderazgo efectivo.

La inteligencia emocional, en su definición más esencial, es la capacidad de identificar, comprender, gestionar y canalizar de forma adecuada nuestras emociones y las de los demás.

Va mucho más allá de saber qué sentimos; se trata de transformar ese conocimiento en herramientas para actuar con empatía, tomar decisiones acertadas, manejar el estrés, resolver conflictos y construir relaciones sólidas.

En el ámbito empresarial la inteligencia emocional ha dejado de ser un “plus” para convertirse en una competencia imprescindible. Hoy se valora tanto como las habilidades técnicas.

Equipos de trabajo cohesionados, líderes que inspiran y colaboradores resilientes suelen tener algo en común: un alto nivel de inteligencia emocional. No se trata solo de evitar confrontaciones, sino de cultivar un entorno donde la comunicación, el respeto y la comprensión mutua potencian la productividad y el bienestar.

Pero su alcance no termina en la oficina. En la vida cotidiana, una persona emocionalmente inteligente logra mayor estabilidad interior, establece vínculos afectivos más sanos y reacciona con mayor serenidad ante las adversidades. Es, en resumen, alguien que aprende a vivir en paz consigo mismo y con los demás.

Lo más alentador es que la inteligencia emocional no es un don exclusivo de unos cuantos. Puede desarrollarse. La autoobservación, la escucha activa, la práctica de la empatía, el reconocimiento de los propios errores y la búsqueda constante de autoconocimiento son caminos hacia su fortalecimiento.

En un mundo saturado de estímulos, de relaciones cada vez más virtuales y de exigencias crecientes, la inteligencia emocional representa un ancla vital. Nos recuerda que, más allá de las habilidades duras, de los algoritmos y de la eficiencia, somos seres humanos: complejos, emocionales, sociales.

Y tal vez, al final, no se trate solo de aprender a sentir menos o controlar más, sino de sentir mejor y vivir con mayor conciencia. Como bien decía Goleman: “El coeficiente intelectual te puede hacer conseguir un trabajo, pero la inteligencia emocional te hará escalar en él y, sobre todo, mantener relaciones sanas contigo y con los demás”.

Espero que este tema haya sido de su interés. Fuerte abrazo y felices vacaciones 🫶

Marco Cortez Navarrete
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