El general Salvador Cienfuegos y el COVID-19 acapararon esta semana la mayoría de los titulares en los diversos medios de comunicación impresos, radiofónicos, televisivos y digitales.
El tema del general de cuatro estrellas, ex secretario de la Defensa Nacional, en el periodo presidencial de Enrique Peña Nieto, sin lugar a dudas, generó muchas expectativas toda vez que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos retiró los cargos en su contra dejándolo de inmediato en libertad e incluso trasladándolo hasta el aeropuerto de Toluca de donde partió a su casa, no sin antes enfrentar un protocolo judicial.
Las Fuerzas Armadas de México, está muy claro, constituyen el pilar de la soberanía y democracia mexicanas, sobre el Ejército Mexicano, la Marina Armada de México, la Fuerza Aérea Mexicana y recientemente, la Guardia Nacional han apalancado a las diversas administraciones públicas federales sean del PRI, PAN y ahora Morena cuyo líder moral y presidente, Andrés Manuel López Obrador ha depositado gran parte de su capital político y económico precisamente en las Fuerzas Armadas.
No sé si el general Cienfuegos sea o no culpable, no se si cometió ilícitos por los cuales las autoridades estadounidenses lo detuvieron en Los Ángeles, California, cuando viajó acompañado de su familia. No sé. Lo que sí se y todo mundo también, es que este hecho es inédito, histórico, toda vez que se trata de un General ex-Secretario de la Defensa Nacional de México detenido y acusado por el gobierno del vecino país del norte que, dicho sea de paso, atraviesa por una crisis política y sanitaria que al parecer le costó la presidencia a Donald Trump quien, aún consciente de su derrota electoral, continúa argumentando un triunfo que no existió y con ello obstaculizando el ascenso y libre paso de su sucesor Joe Biden y dejando en entredicho la fama y prestigio del país defensor de la las libertades y democracia en el mundo.
Es como si llegará a México un alto funcionario del gobierno de Trump, o de antecesor Obama, similar al rango de Cienfuegos, y sea detenido y acusado de los mismos cargos. ¿Qué habría dicho el gobierno de la Unión Americana, cómo reaccionaría ante este hecho?…la verdad es que conociendo la historia de esta potencia no dudo enviaría al menos a un comando de Seals para rescatar a su funcionario o tal vez invadido alguna posición estratégica o región de México para exigir la inmediata libertad y entrega de su ex funcionario.
¿Algo así pasó con el gobierno de AMLO? Lo dudo, no creo, las razones fueron otras, además de las argumentaciones del presidente en sus conferencias de prensa.
¿Qué desvió la atención mediática hacia el general? ¿Qué liberó también la presión sobre este tema a la presidencia de México?…¿Fue acaso el COVID-19?…¿Fue acaso el hecho de que México no tan solo llegó sino superó los cien mil decesos?. Si, fue ese el tema que propició que los ojos de la opinión pública dejara de observar al general de cuatro estrellas para retomar uno de los temas que han causado un enorme daño a más de un millón de familias -directa o indirectamente- cuyos seres queridos se han infectado y/o han sido víctimas mortales de este virus que sigue amenazando con arrebatarle la vida a más personas sin importar sus condiciones y edades.
Apenas hoy leí una nota periodística donde la Universidad de Washington pronostica que, de continuar la tendencia actual en el país para el primer trimestre de 2021 podría llegar a más de 140 mil el número de muertes por COVID. Hoy son ya dos estados que disfrutan del semáforo verde: Campeche y Oaxaca y otros dos que regresaron al rojo, sinónimo de sangre y dolor, Durango y Chihuahua.
Yucatán fue declarado por autoridades federales con semáforo amarillo pero el gobierno estatal mantiene su semáforo naranja lo cual me parece acertado, muy acertado, para que la gente se mantenga alerta, para que no baje la guardia y evitemos a toda costa que el número de contagios y sobre todo de muertes aumente de nuevo porque sería desastroso para todos.
Finalmente y para no ser tan negativo, quiero hablar de algo más agradable y positivo para los ojos y oídos de todos. Si, de una ceremonia atípica, única, suigéneris, en medio de la pandemia, del reciente paso de huracanes y tormentas y de históricas lluvias que ha ocasionado inundaciones. En este marco se entregó la medalla Yucatán a María Medina Hadad, cuya voz a deleitado a propios y extraños durante más de cuatro décadas. También, en esta ceremonia que será recordada porque todo mundo portaba cubrebocas, se premió a los mejores en el deporte y entre ellos destaco a Luis Fernando Ibarra Chami, ajedrecista que ha llevado el nombre de Yucatán a muchas partes del mundo y además, lo digo con orgullo, hijo de un condiscípulo amigo mío de toda la vida, el abogado Luis Fernando Ibarra Camino, “El Chacho”.
En fin, la vida es tan extraña, tan rara, que a veces no la entiendo, aún y con mis 62 años a cuestas. Se acerca la navidad y la verdad, no se ustedes, pero yo, en mi alma y en mi corazón, tal vez por vez primera en mi vida, no tengo todavía ese espíritu para decir y celebrar que se acerca una de las fechas más importantes para quienes tenemos Fe y creemos en Dios. Su nacimiento.
Hasta la próxima. Cuídense y sepan que aunque no los vea o no los toque, están presentes en mi corazón.