Claroscuro, por: Francisco López Vargas
La congruencia en política nunca es una constante y así lo demuestran quienes llegan al gobierno y cumplen poco de lo mucho que prometen. Los casos no son aislados, por el contrario y debido a ello es que el país se encuentra en una crisis de partidos que llegó a su punto más alto en 2018.
El hartazgo social y una administración distante y frívola en la presidencia fueron los ingredientes, luego de una transición que no consolidó los cambios, suficientes para que la elección se definiera a favor de quien, se creía, cubría las expectativas de una buena parte de la sociedad civil que no le regateó su apoyo al hoy presidente de la República, hartos de la falta de resultados y la enorme disparidad social.
Sin embargo, hoy la congruencia tampoco aparece y empieza a hacer mella en la credibilidad y confianza de quienes militan en el partido que ganó, con una legitimidad innegable, la presidencia.
La figura de Andrés Manuel López Obrador llevó a muchos a votar sin condiciones no sólo por él sino, en una práctica que considerábamos desterrada, en línea por todos los candidatos de Morena, algunos de ellos perfectos desconocidos que salieron electos candidatos incluso por una tómbola, sin ninguna exigencia académica, política o de representación y menos de especialidad, y sin hacer campaña.
Los resultados los estamos viendo no sólo en la presidencia sino en el Congreso y en decisiones políticas y económicas que están dañando no únicamente la economía del país y los estados sino la salud y la convivencia social ante el deterioro de la clase media y la pauperización de quienes ya eran pobres en extremo. El tema es una realidad: un gobierno que llegó 18 años después de su primer intento, está conduciéndose sin proyecto y sin plan de qué hacer. Ocurrencias para salvar el día y remontar tropiezos.
El tema es más que grave. Los estados de la República se quejan de recortes al presupuesto y hemos regresado a los tiempos en que se hacía política para beneficiar sólo a su partido, práctica que se había logrado minimizar aunque no desaparecer.
Estamos regresando a los tiempos en que los gobernadores eran simples empleados de un presidente que los quitaba y ponía a conveniencia y sin más interés que el suyo. Salinas cambió a 18 en su sexenio y eso logró acotarse cuando la legitimidad la empezó a dar un órgano independiente que organiza las elecciones con los ciudadanos con la presencia de los partidos y sin la intervención del gobierno.
En el caso particular de Campeche, los resultados en éste último han sido desastrosos porque una economía dañada y en franco receso llegó a extremos peligrosos porque es el estado más castigado en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para 2021 con un recorte del -11.62%, esto luego de que la Cámara de diputados aprobara con el voto de Morena, PT, PES y Verde, el dictamen, con lo que, de acuerdo con gobernadores, se confirmó un recorte de 182 mil 937 millones de pesos para estados y municipios, al comparar los recursos aprobados para 2020 con los de 2021.
En el dictamen, se describe que en el ramo 33, de Aportaciones Federales para Entidades Federativas y Municipios, tampoco hay incremento, pues en el proyecto se estimaba entregarles 777 mil 842 millones de pesos, misma cifra que quedó plasmada en el dictamen aprobado; es decir, no hubo reasignaciones, ni aumentos.
De acuerdo con un análisis realizado por la bancada de Movimiento Ciudadano, al comparar el PEF 2020 y 2021, los estados más castigados en el Gasto Federalizado por Entidad Federativa son: Campeche (-11.62%); Ciudad de México (-11.45%); Guanajuato (-10.32%); Tabasco (-10%); Morelos (-9.55%).
Según señalan los gobernadores de la Alianza Federalista, para el Presupuesto de 2021 los recortes de los 182 mil 937 millones de pesos se desglosan así: 75 mil millones menos para salud; 6 mil 557 millones menos de provisiones salariales y económicas; 62 mil 401 menos de participaciones a entidades y municipios, así como 8 mil 802 millones menos de aportaciones para entidades.
A Yucatán le toca amarrarse con 1,848 millones menos de su presupuesto, lo que incidirá de manera dramática principalmente en los 106 municipios de la entidad y en muchos programas de gobierno.
Sí había una crisis latente, ahora la obligación de apretarse el cinturón será más dura y agresiva no sólo en Yucatán o Campeche sino en todo el país.
Layda Sansores, en un vídeo que distribuyó la semana pasada, dice que ella traerá a Campeche la Cuarta Transformación y ofrece que consolidará el proyecto presidencial cuando gane la gubernatura por Morena.
Sansores se convertirá así en la candidata oficial de un gobierno sin resultados, que daña al país y que desestima el fallecimiento de cien mil mexicanos por la pandemia y oculta las cifras reales que superan a las oficiales en tres o hasta cuatro veces.
A la polémica que ha generado su presencia y militancia en seis partidos y proselitismo por otros dos, la aún alcaldesa de Álvaro Obregón dice que será la candidata, pero la realidad es que Morena no ha hecho un anuncio oficial ni ha acreditado como realizará la selección de los candidatos, aunque todos sabemos que esa decisión la toma el presidente que, sostiene, no interviene en las decisiones del partido que lo llevó a la presidencia pero si en quienes serán sus candidatos.
Eterna aspirante a gobernar desde 1997, Sansores ha pactado con los gobernadores desde entonces al extremo que apoyó a Fernando Ortega Bernés, por quien hizo campaña y negoció que cercanos a ella ocuparan cargos en ese gobierno.
La historia nos da para mucho, pero la realidad hoy es que si llega a ser candidata no podrá argumentar que no pertenece a la oligarquía campechana, no podrá deslindarse de la actuación de su padre como gobernador y menos de los vicios que creó al gobernar su entidad natal y menos como dirigente del PRI nacional en los tiempos de López Portillo.
El riesgo es que ponga en práctica lo que desde niña vio como algo normal y hoy pensamos estaba desterrado. Al tiempo.
