La Revista

Periodistas

José Francisco Lopez Vargas
José Francisco Lopez Vargas
Sígueme en redes sociales:

Claroscuro, por: Francisco López Vargas

Los periodistas, que lo somos de profesión y pasión, nos guiamos por resultados, por hechos y por datos duros que nos dan elementos para hacer nuestros juicios.
Hoy esos hechos nos dicen que estamos ante un gobierno no sólo incapaz e ineficiente sino torpe y ofensivo a la inteligencia de muchos de los ciudadanos.

El candidato López Obrador nos ofreció que el país sería distinto y que desde el gobierno nos pondrían el buen ejemplo, luego de gobiernos mediocres, que abusaban del poder y de la influencia no sólo para hacer negocios y favorecer a sus cercanos, sino también para manipular la ley a su favor.

Con crecimientos que jamás lograron revertir las crisis de los 30 años anteriores, los gobiernos del nuevo siglo desilusionaron a los ciudadanos que le dieron a Vicente Fox, primero, y a Felipe Calderón, después, la oportunidad de cambiar al país y aligerar esa distancia social que aún padecemos en México.

Ante la falta de un cambio más drástico, los ciudadanos sólo aguantaron dos sexenios y en el tercero del nuevo siglo decidieron reinstalar al PRI, que se ofrecía renovado y diferente, para sacar al país de esa “mediocridad” de la que hablaba el líder opositor López Obrador.

Hoy, a dos años de gobierno del presidente López Obrador, sus promesas se convirtieron en propaganda, en discursos que dijo para agradar a su audiencia, mensajes que le permitieron llegar a ser electo.

Gente que votó por él por esa oferta de corrección de camino, por lograr que el país fuera menos desigual, ve con estupefacción que la corrupción, que él ofreció combatir, se ha hecho el común denominador de su gestión.

El presidente, en aras de “su proyecto” sacrifica a mexicanos que votaron por él que les ofreció que serían primero los pobres. Así, inundó a los más pobres de Tabasco y al hacerlo no dispuso evacuación o contigencia para evitarles pasar 90 días con el agua hasta el cuello y perder no sólo sus bienes sino también la esperanza de que serían protegidos por el presidente que nació ahí.

Pobres, creyeron en él, y las consecuencias están a la vista: se promueven leyes que convertirían al Banco de México en una lavadora de dinero sucio tan sólo para privilegiar a Ricardo Salinas Pliego, miembro de su equipo de empresarios asesores, contra la opinión no sólo del Banxico que tendrá que recurrir a una controversia constitucional para evitar el daño si se aprueba la reforma.

Se aprueba una ley que violenta los tratados de colaboración judicial y policiaca con otros países en aras de que nadie investigue aquí nuestros trapos sucios mientras los funcionarios de esta administración hacen concursos amañados, asignaciones directas de contratos que no sólo son opacos sino que acreditan un desprecio a la opinión pública por burdos y ofensivos.

Además, el fiscal de Estados Unidos declara que esa ley, aprobada por el Congreso y la mayoría de Morena, será benéfica no sólo para los criminales sino que provocará que los agentes de otros países se internen en el país de manera clandestina y sin colaborar con el gobierno mexicano.

Vemos que el presidente que combate la corrupción no la sanciona cuando su hermano es captado infraganti recibiendo bolsas y sobres de efectivo, cuando su prima se beneficia no sólo del trazo del tren maya sino de los contratos de Petróleos Mexicanos, su cuñada abusa de su encargo en el ayuntamiento de Macuspana que tienen que desaparecerlo para ocultar las evidencias del desvío de millones de pesos del erario municipal… y la relación sigue con los casos de nepotismo y las compras que hoy se realizan sin concurso, en completa opacidad.

El presidente que se quejaba del crecimiento mediocre del 2 por ciento del producto interno bruto, provoca que éste caiga a -9 por ciento y, para tapar el fracaso, ofrece medir el crecimiento con otros parámetros basados en la felicidad.

El país que nos ofreció está muy lejos de ser el que vivimos a dos años de su gestión. A ratos, López Obrado confunde su labor presidencial y de liderar el país con el de destructor de un país al que él sólo piensa salvar.

Un presidente que, siendo líder del PRD, le cuestionó a Carlos Navarrete Ruiz cuando fue diputado por haber aprobado una ley que fortalecía a Pemex el por qué lo había hecho.

-Es una buena ley, Andrés, le argumentó. Evitamos con eso que Pemex se destruya.
-No es así. Deben dejar que Pemex se destruya y las cosas buenas las haré yo cuando sea presidente, le reviró López Obrador.

Navarrete ya no supo que responderle.

Los periodistas ni somos políticos ni somos promotores de candidatos y menos de políticos, porque a esos les pagamos los ciudadanos para que nos sirvan no para idolatrarlos y justiciar sus abusos y sus excesos.

José Francisco Lopez Vargas
José Francisco Lopez Vargas
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último