La Revista

Laureana Wright escritora mexicana precursora del feminismo en el siglo XIX

Por Carlos E. Bojórquez Urzaiz

(Ilustraciones Paloma Milla)

A propósito de mujeres prodigiosas, hace unos años me topé con la figura de Laureana Wright, nacida el 4 de julio de 1846, en Taxco Guerrero, y que logró sumergirse hasta los inicios del pensamiento patriarcal, a los efectos de explicar cómo textos mitológicos y religiosos, como la Biblia, por ejemplo, establecieron las bases de una cultura de preponderancia masculina que sobrevive hasta nuestros días.

Wright -conviene recordarlo- fue hija de padre norteamericano y madre mexicana y pasó toda su vida en la Ciudad de México, dedicada primordialmente a la literatura y el periodismo. Participó en grupos de intelectuales integrados casi exclusivamente por hombres como la Sociedad Nezahualcóyotl, La Sociedad Científica El Porvenir y del Liceo Hidalgo, al que ingresó a propuesta de Ignacio Ramírez, El Nigromante, y de Francisco Pimentel, donde coincidió con Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Francisco Sosa y Manuel Acuña, entre otras figuras de las letras decimonónicas.

Publicó textos en el Monitor Republicano y fundó el semanario Violetas del Anáhuac– titulado primero Las Hijas del Anáhuac-que, a la manera de Las Siempreviva de Rita Cetina en Yucatán, era hecho en su totalidad por y para mujeres, en contrapropuesta a las “revistas de señoritas” de fines del Siglo XIX que, paradójicamente, eran escritas por hombres. Contaba con la colaboración de Matilde Montoya, la primera médica en nuestro país graduada en 1887, y de la yucateca Gertrudis Tenorio Zavala, formada en el pensamiento de las feministas de Mérida.

La publicación propugnó por el sufragio femenino y la defensa de los derechos de la mujer.

Wright tenía entre sus objetivos difundir la importancia de la contribución femenina a lo largo de la historia nacional, para lo cual integró 124 semblanzas en su obra Mujeres Notables Mexicanas, algunas de ellas publicadas en Violetas del Anáhuac. Encontramos las biografías de la Época Prehispánica, la Colonia, Heroínas de la Independencia y “Contemporáneas desde 1820 hasta nuestros días” como tituló el último capítulo. También escribió ensayos, uno de ellos de relevante importancia lo intituló: “La emancipación de la mujer por medio del estudio”. En sus páginas considera dos mitos como punto de partida de lo que hoy conocemos como misoginia: La curiosidad de Pandora que, al abrir, la caja, permitió la salida de todos los males del mundo y el libro del Génesis en la Biblia. Laureana Wright afirma que en el primer caso se hace recaer la culpa de todos los males a la mujer y en el segundo cuando se señala que Dios creó a la mujer a partir de una costilla de Adán, “un origen más grosero y humillante, negándole hasta la tierra, madre común de todos los productos animados e inanimados del globo, haciéndola surgir del cuerpo del hombre al que ella debía crear, cuya madre debía ser”. Refiere que en la narración bíblica se culpa a Eva de la misma curiosidad que Pandora, impulso que agravó su error al “obligar” a Adán comer el fruto prohibido, y al consiguiente destierro de los humanos del paraíso en el que vivían.

La ensayista expone luego que “la dominación del hombre sobre la mujer no tiene motivo de ser, pues no hay diferencia moral ni intelectual entre ambos, ni tiene nombre, porque no puede llamarse superioridad a la usurpación de los derechos naturales, ni ley de la fuerza a la tiranía ejercida” Laureana Wright fue acusada por los grupos conservadores de ejercer un “liberalismo en materia religiosa, especialmente pernicioso por venir de una mujer que puede contaminar a otras”. Como muestra de su insubordinado feminismo, anticipado en muchos sentidos, nos legó su poema “Dios”:

¿Quién sabe lo que tú eres? ¿Quién ha visto tu faz ni tu presencia? ¿Quién ha podido conocer tu forma ni definir tu primitiva esencia? ¿Quién sabe si eres forma o un destello? ¿Si eres el Dios-espíritu, el Dios-genio, ¿o el Dios Naturaleza? ¡Inútilmente el pensamiento humano a investigar se lanza decidido tu misterioso ser, todo es en vano!

Tú serás siempre lo que siempre has sido la eterna duda el insondable arcano.

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