La Revista

Se fue aquel señor

Manuel Triay Peniche
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Señor don Armando Manzanero Canché: Primera vez en mis 52 años de vida profesional que escribo de pie y lo hago para rendirte homenaje como poeta, agradecido porque en mis tardes de lluvia fuiste un nuevo amanecer, porque con tus canciones aprendí a conocer un mundo lleno de ilusiones.

Este lunes en la madrugada sonaron violines, violas y violonchelos, flautas, clarinetes y oboes, trompetas tubas y platillos de todo el mundo que te disfrutó en vida, que enamoró y se enamoró de tu ritmo, tus canciones y tu poesía, de millones de amantes que te recordarán con Alma, corazón y vida.

Y si preguntan por ti, por Aquel señor que componía para los enamorados tendré que decirles que no te veré más, que ya no se de ti, que a partir de hoy tú vas por tu rumbo, que no debemos extrañarte porque tu tiempo ha terminado, que las tareas de este mundo esplendoroso del verbo maravilloso del vivir ya se cumplió.

Yo supe de ti, don Armando, desde que recorrías las calles meridanas con tu bicicleta y la guitarra atada a tu espalda, te conocí en aquel bar de la ciudad de México, El Perico Chicote, donde tocabas y cantabas por dos pesos, aquella época en que tu padrino era Luis Demetrio y componías hasta twist para Angélica María.

Quién iba a pensar que tu inquietud, tu obsesión por salir te llevara a celebrar tu cumpleaños a Oaxaca donde me dicen te contagiaste de ese letal bicho que tanto nos ha quitado. No hay nada personal, sólo que anticipaste la hora de ese viaje inevitable, ojalá que como querías no hayan faltado los luceros, los rios y los mares, el cantar de los jilgueros y el beso de esa mujer que te amó.

No se tú, don Armando, pero creo que tus fans te seguirán buscando en cada amanecer, y escucharán una y otra vez tus canciones en sus noches de insomnio, seguramente les harás falta, mucha falta porque, te repito, es difícil que alguna pareja de las dos o tres últimas generaciones no se sienta retratada en tus más de 400 canciones que sonaron por todo el orbe.

Sabes una cosa, no me gusta escribir mucho porque ahora hay pocos lectores y no encuentro las palabras, ni verso, pero doy gracias al cielo por haberte conocido. Voy a apagar la luz para despedirte y velar el camino de tu viaje hacia allá donde no hay imposibles, donde no hay nadie que vuelva jamás.

 

Manuel Triay Peniche
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