Como dice el compositor Tony Camargo yo no olvido al año viejo que me ha dejado cosas muy buenas. No, ni una chiva, ni una burra negra o una yegua blanca, 2020 me enseñó a conocer a una persona con la que no había convivido a lo largo de mi existencia, a la que tal vez le tenía miedo: me enseñó a mí mismo.
Y conmigo de compañía he aprendido algunas cosas de mí, de mi vida y de mi entorno en las que no reparé o nunca puse en práctica. Jamás imaginé que yo mismo me haría compañía y para huir de mí, a lo largo de mi vida, siempre evité estar sólo y en muchas ocasiones necesité del ruido de un televisor para ahuyentar mi soledad.
Hoy hasta creo me caigo bien, que soy buen compañero, que no necesito llenar mi tiempo ni con mi trabajo, ni con amigos; que adoro mis ratos de soledad, la misma que antes fue mi enemiga acérrima. Yo no olvido al año viejo, aunque no tengo ni chivas, ni burras, ni yeguas como Tony.
2020 me dejó una lección de empatía para con todos a quienes conozco y estimo, 2020 me enseñó tantas cosas que dependen de mí y por las que poco hice en mi vida. Me enseñó la fragilidad humana, me confirmó lo intolerantes que somos, lo tercos y testarudos que nos ponemos cuando no entendemos o no queremos entender la vida en comunidad.
Yo no olvido el año viejo porque me enseñó que muchos dependen de mí y yo dependo de todos, que el corazón sólo envejece físicamente pero es capaz de amar, de dar amor y darlo en abundancia, que también se nutre de amor y esto lo tengo a manos llenas en mi familia, en mis hijos y en mis nietos.
Adios 2020, tampoco te olvidaré por la estela de muertes y sufrimiento que sembraste en todo el mundo, por la flaqueza que develaste de nuestros gobernantes, por la terquedad de muchos que exponen su salud y por la lucha de otros muchos que batallan por preservarla.
Gracias por fortificar mis debilidades, por obligarme a vencer mi soledad, por mostrarme el camino de mi renovación, por hacerme descubrir que aún puedo dar de mí, que mi misión no ha terminado, que estoy aquí, conmigo, y mientras más lucho y más tropiezo más fuerte me hago.
Yo no olvido el año viejo porque el año nuevo requiere de ese yo que vivía conmigo y no le hacía caso, porque será una gran oportunidad, tal vez la última, de reparar y reponer, de pedir perdón y ofrecer disculpas, porque acorta la distancia y es propicio para decir: estoy presente.
Saludos Tony Camargo, quédate con tus chivas, tus burras y tus yeguas que yo soy feliz conmigo mismo.