Por Carlos E. Bojórquez Urzaiz

(Ilustración: Paloma Milla)
Hablando de bautizos, conviene recordar que en mucho lugares se considera que el nombre determinará el destino, y escoger el que se dará al recién nacido, obedece a reglas y tradiciones puesto que se considera que no solamente trazará una característica, sino un elemento definitorio.
En algunas culturas se requería de la intervención de los sabios, de los sacerdotes, de los curanderos, de los chamanes, quienes tomaban en cuenta la posición de las estrellas, las características del infante, las condiciones climatológicas, la estación del año, el primer animal que se manifieste, el momento de la cosecha, o una combinación de todos estos elementos, para determinar el nombre de un ser humano. La tradición judía, por ejemplo, cree que el nombre que se recibe no es fortuito, sino más bien profético de alguna manera, es decir, ya está destinado y será una herramienta para la vida. También existe la creencia de que llamar a una persona con el nombre de otra, un antepasado, crea una conexión de las almas.
Entre los católicos prevaleció, durante muchos siglos, la costumbre de asignarle al niño o la niña el nombre del santo que se conmemorara el día del nacimiento, por la creencia de que, al morir llamarán al alma de acuerdo con la referencia del santoral. De tal manera que para evitarconfusiones luego de la muerte, por ejemplo, en el caso de las mujeres, muchas tuvieron que pasar toda la vida presentándose como Leovigilda, Eberdarda, Ezequiela, Melchora, Sinforiana o Sebastiana, con la desventaja de que aun los diminutivos de algunos son terribles, como “Sebas” en el último caso. Los hombres tampoco se salvaban cuando se recurría al calendario, porque habrá que imaginarse los apuros que pasarían en la escuela los Amasvindo, Bardomiano, Cipriaco, Críspulo, Rogaciano o Sinforiano, cada vez que pasaran lista.
Deberás cargar con el nombre con que tengan a bien registrarte tus padres durante toda la vida, o hasta la mayoría de edad, en vista de que es requisito tener más de 18 años para modificarlo legalmente. Cada año, 7 mil personas acuden al Registro Civil de la Ciudad de México con esa intención; si bien la mayoría lo hace para corregir algún error en el registro, muchos otros son los que no pueden más y deciden cambiarse el nombre, en definitiva. En Yucatán lo realizan alrededor de 300 personas al año. Sin embargo, esa transformación debe tener consecuencias psicológicas y sociales. La carga burocrática que implica corregir cada uno de los documentos emitidos con anterioridad debe ser un verdadero viacrucis: certificados de estudios, pasaporte, tal vez acta de matrimonio, licencia de manejo, factura del automóvil o escrituras de propiedades. Ir de oficina en oficina para realizar una gestión tan infrecuente debe requerir energía, tiempo y paciencia, mucha paciencia. Pero paraentonces, el daño de pasar toda la infancia y la adolescencia con el fardo de ser un Veremundo Hernández o una Robustiana López, ya está hecho.
Además, ¿cómo podría Veremundo acostumbrarse a ser Javier de un día para otro y obligar an amigos, compañeros de escuela, familiares, vecinos y colegas de profesión a aceptar y aplicar el cambio?
Por otro lado, en las familias está la extendidísima costumbre de repetir los nombres hasta el cansancio. Será por falta de imaginación o por vocación dinástica. En ocasiones varían las combinaciones, pero se mantiene el principal: Francisco Javier, Luis Francisco, José Francisco, Francisco José. Y todavía hay quien dice que se confunde con los personajes de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez. ¡Y no se confunde en su casa! En otros, se aplica una numeración para distinguirse, dado que comparten el apellido: Esteban primero, el bisabuelo; Esteban segundo, el hijo; Esteban tercero, el nieto; y Esteban cuarto, el bisnieto, en cuyo caso no puede negarse cierta reminiscencia monárquica al estilo de Carlos V, Enrique VIII, Fernando VII, etcétera. Decualquier forma, a los hijos que se llaman como su papá les dirán Carlos chico o Carlitos, hasta que sean sexagenarios.Hay quien, guiado por un sentido práctico, prefiere ponerle a su hijo un sólo nombre, corto y común como Juan, así que nunca tendráconfusiones ni problemas de ortografía. En contraste, el nombre más largo en México se registró en 1922; se trató de María de la Asunción Luisa Conzaga Guadalupe Refugio Luz Loreto Salud Altagracia Carmen Matilde Josefa Ignacia Francisca Solano Vicenta Ferrer Antonia Ramona Agustina Carlota Inocencia Federica Gabriela de Dolores de los Sagrados Corazones de Jesús y de María Saldívar Saldívar. A quien sin embargo toda la vida le dijeron “La Nena Saldívar.” Por otro lado, en Sonora está prohibido registrar a los niños como Hermione, Harry Potter, James Bond, Pocahontas, Lady Di, Robocop, Rambo, Terminator, entre una larga lista.
No faltan los que hacen referencia a series de televisión o videojuegos: Athena Sahori de los Caballeros del Zodiaco, Eowin del Señor de los Anillos o Arkantos el almirante de la Artántida del juego Edge of Mythology, entre otros.
Con todo respiremos, tranquilicémonos, pues los nombres más frecuentes entre los varones siguen siendo: Juan, José, Francisco, Antonio, Jesús, Miguel, Pedro, Alejandro, Manuel; y entre las mujeres: María, Guadalupe, Juana, Josefina, Carmen y Leticia. Las modas cambian, y de los Kevin, Brandon, Brenda y Melissa se ha transitado a María Fernanda, Ximena, Valentina, Sofía, Santiago, Emiliano, Diego, Leonardo, Mateo y Sebastián, que han sido los más socorridos en los últimos años.Y como nadie puede abstraerse del universo cibernético, no han faltado los intentos de registrar a un “Facebook” o “Twitter”. ¿Y a ti te gusta tu nombre o preferirías llamarte Instagram Mendoza?

(Ilustración: Paloma Milla)


