Israel y Hamás atraviesan un momento decisivo: las negociaciones en El Cairo para lograr un alto el fuego y un intercambio de prisioneros han colocado a Marwan Barghouti en el centro de la disputa. Desde la perspectiva palestina, su liberación es innegociable. Desde el lado israelí, representa una línea roja difícil de cruzar.
Barghouti, figura prominente de la resistencia palestina y miembro de Fatah, cumple múltiples condenas de cadena perpetua en cárceles israelíes por cargos vinculados a atentados durante la Segunda Intifada. Esa trayectoria lo ha convertido en símbolo de la causa palestina, pero también en un blanco difícil para concesiones políticas. En el contexto de las negociaciones actuales, Hamás ha incluido su nombre entre los prisioneros cuya liberación exige como condición para dejar salir a los rehenes israelíes.
La posición israelí es rígida. El primer ministro Benjamin Netanyahu ha catalogado a Barghouti como un “símbolo del terrorismo” y se opone firmemente a su liberación. Para su gobierno, ceder ante esa demanda podría sentar un precedente que incentive más secuestros o actos violentos. Detrás de esta postura hay un cálculo político y de seguridad: la opinión pública israelí, y en particular las familias de los rehenes, ejercen una presión fuerte sobre el Ejecutivo para no parecer blando frente al terrorismo.
Aun así, desde el lado palestino se apuesta a que Barghouti es mucho más que un prisionero. Se le ve como un posible líder moderado capaz de tender puentes con fuerzas políticas rivales, incluido Hamás, para construir una dirección unificada dentro del movimiento nacional palestino. Por eso la insistencia de incluir su liberación dentro del paquete de negociación no solo tiene carácter simbólico, sino estratégico.
Uno de los puntos más delicados en las conversaciones es justamente si Israel estaría dispuesto a liberar a prisioneros condenados por hechos muy graves, como Barghouti. Para muchos analistas, esa concesión sería demasiado alta; para varios palestinos, es la única posibilidad de conseguir un intercambio pleno de rehenes. La tensión es máxima: retirar la demanda podría minar la posición negociadora de Hamás, pero insistirla podría bloquear cualquier avance.
En paralelo, la guerra en Gaza sigue dejando un enorme costo humano y una asistencia humanitaria desesperada. Las negociaciones mediadas por Egipto, Qatar y Estados Unidos pierden tiempo ante este punto de quiebre: ¿es posible liberar a Barghouti sin romper el frente político en Israel? ¿Vale la pena para ambas partes?
Mientras tanto, en Cisjordania, en Gaza y entre los palestinos exiliados, el nombre de Barghouti resuena como una posibilidad de reconocimiento y de unidad futura. Pero las mesas diplomáticas esperan una decisión que probablemente defina si este conflicto encuentra una salida negociada o si continúa abierto, con nuevos episodios de confrontación.


