El ritual Cho’o Ba’ak, conocido como la limpia de huesos, es una tradición milenaria que persiste en la Villa de Pomuch, Campeche. Esta práctica, que forma parte fundamental de la cultura de la región, ha sido transmitida de generación en generación, siendo celebrada anualmente con gran devoción. A tan solo 40 minutos de la capital campechana, Pomuch no solo es famoso por su panadería única, sino también por este singular ritual que honra a los difuntos de una manera muy especial.
La limpia de huesos se celebra en los días previos al Día de Muertos, específicamente el 31 de octubre, cuando se cree que las almas de los niños regresan al mundo de los vivos. Los días 1 y 2 de noviembre están dedicados a las almas de los adultos. Este ritual es un momento de conexión profunda con los seres queridos que han partido, y sus familias lo celebran con gran respeto y alegría. En la víspera del Día de Muertos, las familias se preparan para abrir los osarios, limpiar los huesos y ofrecerles a sus difuntos alimentos y bebidas como parte del rito.
A lo largo de los años, Pomuch ha sido escenario de un festival en el que, además de la limpia de huesos, se realizan actividades culturales, representaciones y una Marcha de las Ánimas, que culmina con eventos en el parque principal del pueblo. Este evento atrae a turistas y medios de comunicación de todo el mundo, quienes llegan para conocer esta práctica ancestral.
Sin embargo, este acto de respeto y amor hacia los muertos no ha estado exento de controversias. En años recientes, se ha discutido la posible introducción de un cobro para quienes deseen presenciar el ritual. Aunque algunas voces en el municipio han intentado aclarar que el dinero recaudado se destinaría a los guías que explican el ritual, la medida ha causado malestar entre los habitantes de Pomuch. Muchos consideran que la tradición no debe ser monetizada, pues su esencia radica en el respeto y la memoria colectiva.
Un hecho lamentable que ha marcado a la comunidad es el robo de partes de los huesos de los osarios, una práctica que ha afectado profundamente a las familias. Como relata Don Wilberth Chablé, residente de Pomuch, en uno de los osarios que visitó, notó la desaparición del cráneo de su hermano, lo que le causó una gran tristeza. Este robo, según él, podría haber sido cometido por turistas o investigadores, y aunque la pieza nunca apareció, sigue con esperanza en que no haya sido para fines de profanación espiritual.
La limpieza de los huesos, que es el núcleo del ritual, se realiza con sumo cuidado. Comienza con la recolección de los huesos del torso, seguido por las extremidades y finalmente la cabeza. Este acto es considerado un momento de intimidad y respeto, un reencuentro con el ser querido que ya no está físicamente presente pero cuya esencia permanece en la memoria colectiva de la familia y la comunidad.
En Pomuch, el Cho’o Ba’ak sigue siendo una tradición vibrante, un lazo entre el pasado y el presente, que permite a las nuevas generaciones conectar con sus raíces y mantener viva la memoria de sus antepasados. La comunidad sigue comprometida con la preservación de este ritual, a pesar de los retos y las controversias que puedan surgir a su alrededor.


