Las crecientes tensiones entre Estados Unidos y Venezuela están teniendo un efecto directo sobre la economía venezolana, en particular sobre la inflación, un fenómeno que ya era severo y que ahora se agrava ante la incertidumbre política y económica.
El contexto es el siguiente: Venezuela enfrenta una crisis estructural marcada por años de altos niveles de inflación, devaluación de su moneda y debilidad de su aparato productivo. A ello se suma un enfrentamiento diplomático y estratégico con Estados Unidos que incrementa la desconfianza en los mercados y entre los ciudadanos.
Por un lado, la agresividad del discurso de Washington hacia Caracas y la posibilidad de sanciones o acciones militares han generado un ambiente de tensión que, según analistas, “agudiza la crisis inflacionaria” en Venezuela. Por otro lado, el debilitamiento de la economía doméstica —con escasez de divisas, caída de reservas, brechas cambiarias y un sector petrolero que no consigue recuperarse plenamente— alimenta la espiral inflacionaria.
Economistas independientes estiman que, ante el escenario actual, la inflación podría alcanzar niveles cercanos o superiores al 400 % hacia el cierre de 2025. A su vez, el diferencial entre la tasa de cambio oficial y la paralela se ha ampliado considerablemente, lo cual provoca que los precios internos se recalculen al alza y los ciudadanos anticipen subidas, generándose expectativas inflacionarias que se retroalimentan.
Desde la perspectiva política, la confrontación con Estados Unidos añade otro elemento de riesgo: cuando las perspectivas económicas se deterioran por razones externas —como sanciones, amenazas o retiradas de apoyo internacional—, las recetas tradicionales para contener la inflación se debilitan. En ese sentido, la combinación de choque externo + fragilidad económica interna crea un escenario desfavorable para la contención de precios.
En cuanto a las consecuencias sociales, la alta inflación erosiona el poder adquisitivo de las familias, incrementa la pobreza y multidimensionaliza el choque para los sectores más vulnerables. Aunque el Gobierno venezolano afirma una recuperación económica, organismos internacionales e independientes mantienen que el crecimiento real es muy limitado y que la inflación sigue siendo el problema central.
En resumen, la intersección entre la presión externa de Estados Unidos y la fragilidad estructural de la economía venezolana actúa en conjunto para agravar la inflación. Mientras no se reduzcan esas tensiones externas y al mismo tiempo se fortalezcan los fundamentos económicos internos, el país se mantendrá en una deriva inflacionaria que pone en riesgo la estabilidad social y económica.


