Un grupo de representantes ucranianos —la llamada delegación de Ucrania— se reunió recientemente con funcionarios estadounidenses para evaluar el plan de paz promovido por la administración del presidente Donald J. Trump, mientras ambas partes se preparan para una nueva fase de negociaciones. Esta reunión se produce en medio de un proceso diplomático que ha generado polémica desde su anuncio inicial.
El plan, inicialmente redactado como un documento de 28 puntos, había sido rechazado por buena parte de Kiev debido a que favorecía en gran medida a la parte rusa, al contemplar concesiones territoriales, limitaciones al ejército ucraniano y la renuncia de Ucrania a su ingreso en la OTAN, entre otros puntos. Ante esas objeciones, Estados Unidos habría propuesto ajustes al esquema original.
Durante la reunión en Florida entre representantes de ambos países, el secretario de Estado norteamericano Marco Rubio calificó el encuentro como “productivo”, aunque advirtió que aún resta “mucho trabajo por hacer”. Por su parte, los representantes ucranianos expresaron agradecimiento por el apoyo estadounidense, aunque subrayaron la complejidad del conflicto y la importancia de preservar la soberanía e integridad territorial de Ucrania.
El ajuste del plan no implica que todos los elementos originales hayan sido descartados. Entre las propuestas siguen figurando cuestiones sensibles como el futuro de las regiones ocupadas, el tamaño de las fuerzas armadas ucranianas y la no adhesión a la OTAN, lo que pone de relieve las profundas divergencias que subsisten entre Kiev, Washington y Moscú. Será fundamental la próxima etapa de negociaciones, en la que las partes deberán definir con claridad los términos aceptables para Ucrania, Rusia y Estados Unidos, con el fin de evitar un nuevo estancamiento.
El camino hacia una paz duradera sigue siendo tortuoso: las negociaciones han comenzado, pero el resultado depende ahora de la disposición de las partes a conciliar reivindicaciones históricas con necesidades de seguridad y estabilidad.


