Uno de los momentos culminantes y más emotivos en la más bella de las fiestas, es el indulto de un toro, ganado por él mismo por su bravura y nobleza. El indulto, es una culminación incomparable de una faena, es un motivo de la más profunda de las emociones. Ver salir del ruedo al burel, primero hacia los corrales, y después de vuelta al campo bravo, para pasar ahí, en absoluta libertad, el resto de su vida, como intocable y destinado a ser padre de muchas generaciones de erales, novillos y toros, es una emoción y alegría que no tienen comparación alguna con otros sentimientos que se viven en la fiesta. El indulto es el triunfo de la nobleza por encima de la razón y la inteligencia del hombre, ganado por el instinto del animal más fiero, pero honroso guerrero que ha luchado por su vida, sin ceder un palmo de terreno. La emoción que acompaña a un indulto, es una fiesta del alma.
Hace cincuenta y ocho años, en la Plaza de Toros Mérida, se dio el caso de un indulto fuera de serie; y lo calificamos así, por las circunstancias que revistieron este hecho inolvidable. El domingo 10 de febrero de 1963, la Plaza Mérida vio sus tendidos pletóricamente llenos, pues se anunció un cartel de postín. El primer espada lo fue el gran maestro potosino Fermín Rivera; le acompañaba Manuel Capetillo, “El Mejor Muletero del Mundo”; completaba la papeleta el fino toreromichoacano Benjamín López Esqueda. La costumbre de la época señalaba que, a plaza llena, era indispensable la ejecución de “La Macarena”, y la banda de música bajo la dirección del gran músico y compositor Raymundo Núñez Sáenz, dio puntual cumplimiento a esta tradición, en la que, el dificilísimo solo de trompeta, fue magistralmente ejecutado por Miguel Madariaga Villarino, inolvidable trompetista yucateco, que recibió tremenda ovación del respetable. Se lidiaría aquella tarde un bien presentado encierro de la ganadería tlaxcalteca de Piedras Negras, antigua ganadería mexicana en la que hay sangre de los tan temidos Miuras, y también de Murube y Marqués de Saltillo.
Los primeros cuatro toros, pasan a mejor vida después de buenas lidias, pero sin anotar nada que podamos señalar como sobresaliente. Bien dice el dicho taurino: ¡No hay quinto malo! Y en este caso, el proverbio se cumplió a la perfección. En el quinto sitio, salta por la puerta de los sustos, “Poeta”, ejemplar bien presentado al que Manuel Capetillo recibe con tres series de Verónicas, rematadas lasdos primeras con la rebolera y la última con una media de soberbia ejecución. Salen a la arena los varilargueros y Poeta cumple cabalmente con el tercio de pica. Se ponen los dos primeros pares de banderillas limpiamente, y en el tercer par, se da el incidente que ha de hacer pasar a la historia de la tauromaquia yucateca a Poeta.
Se ejecuta el tercer par, y al salir de la suerte, Poeta hace por el banderillero, el subalterno tiene que correr del burel y busca refugiarse en el burladero de matadores, al cual entra violentamente, y Poeta remata con gran fuerza en las tablas y se deja escuchar un golpe terrible; ante el asombro de los tendidos, toda la cubierta ósea del tarro derecho de Poeta, cae a la arena, quedando a la vista un muñón de carne ensangrentado. En los tendidos llenos a reventar, se prende una airada protesta: ¡Fuera, fuera, fuera! Apegándose al reglamento, el Juez de Plaza, el popular Ernesto “Xándara” Pacheco, determina lo conducente: Toro picado, ha de morir en el ruedo. Por lo tanto, Poeta se queda hasta concluir su lidia. Capetillo se arma de muleta y ayudado e inicia una faena de aliño, cuidando de pasar siempre a Poeta por el lado intacto, pero los tendidos rugen en un solo grito: ¡Mátalo! Capetillo, levanta la mano pidiendo paciencia al multicéfaloe inicia una suave faena por la derecha, y Poeta va pasando mejor cada vez, embistiendo con fiereza y nobleza incomparables. El Mejor Muletero del Mundo va bordando una soberbia faena y en los tendidos, se va efectuando una increíble metamorfosis, el grito de protesta del público se va transformando en sonoros ¡Olés!
Interminables series de derechazos se suceden una tras otra, y Poeta embiste como carretilla; Capetillo va adornando la faena con trincherazos, pases del desdén y hasta algún molinete. El grito en los tendidos va arreciando cada vez más. Capetillo cambia el ayudado por el acero y ejecuta nuevas series por la derecha, y se perfila con el acero. Un ¡NOO! rotundo surge de las miles de gargantas. Capetillo retoma la faena y ejecuta una suave y lenta serie de manoletinas y Poeta sigue embistiendo con bravura y nobleza sin par, nuevos derechazos y de nuevo el diestro se perfila, y de nuevo se deja sentir el grito: ¡NOOO! Los tendidos se van pintando de blanco, los pañuelos se agitan en el aire pidiendo por la vida de Poeta; el mismo Capetillo pide al juez con una toalla blanca. En los tendidos se deja sentir una emoción desbordada ante la conjunción del arte depurado del muletero y la noble bravura de Poeta. Xándarase pone de pie y concede el indulto al noble astado, y la plaza toda, estalla en un gran grito de entusiasmo. Salen al ruedo los cuatro cabestros, que en ese entonces los había en la Plaza Mérida, y Poeta regresa arropado por ellos, dignamente a los corrales, y entra a la historia de la tauromaquia yucateca entre la ovación más grande que yo haya atestiguado, por el indulto de un toro bravo.
La radiodifusora XEQW y la Peña Taurina “Calesero”, con toda justicia, el 21 de abril del propio año, dejan testimonio permanente de esta histórica faena e indulto, con una placa de granito, en el Túnel de Cuadrillas de la Plaza Mérida que permanece ahí como mudo testigo de una de las faenas más emotivas que se haya presenciado en esta antigua y tradicional plaza, tan llena de historias que contar. Poeta, ha sido el toro despedido con la aclamación más grande que se haya dedicado a la bravura de un noble toro de lidia.
Mérida, Yuc., a 2 de marzo de 2021.