La Unión Europea (UE) alcanzó un acuerdo histórico para poner fin de manera definitiva a las importaciones de gas natural ruso, tanto por gasoducto como en forma de gas natural licuado (GNL), como parte de su estrategia para dejar de depender energéticamente de Moscú y cortar una fuente de financiamiento a la guerra emprendida por Rusia en Ucrania.
El pacto, cerrado en las negociaciones entre el Consejo de la UE y el Parlamento Europeo, establece un calendario escalonado: las importaciones de GNL procedente de Rusia cesarán al cierre de 2026; las importaciones por gasoducto terminarán, a más tardar, en el otoño de 2027 —en concreto, entre el 30 de septiembre y el 1 de noviembre, dependiendo del nivel de reservas de gas en los países miembros.
Durante la fase de transición se contemplan reglas específicas: los contratos de suministro a corto plazo concluidos antes del 17 de junio de 2025 dejarán de renovarse; los contratos a largo plazo tendrán fecha límite para su finalización según el tipo de suministro.
Con esta decisión, la UE busca garantizar su seguridad energética y evitar futuras manipulaciones por parte de estados proveedores, al tiempo que apunta a diversificar su suministro mediante fuentes alternativas. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebró el acuerdo como “el fin del chantaje” y un paso decisivo hacia la independencia energética del bloque.
Sin embargo, no todos los países miembros lo han recibido con agrado: algunos —como los internos y dependientes del gas ruso— expresaron su oposición y advirtieron que podrían impugnar la medida. Aun así, la mayoría calificada permitió que el plan avanzara, marcando un antes y un después en la política energética europea.
En conjunto, esta medida representa una ruptura completa con décadas de dependencia energética hacia Rusia, enmarcada en un contexto de conflicto internacional y busca reforzar la autonomía energética y la estabilidad geopolítica del continente.


