El uso de pirotecnia durante celebraciones en Yucatán ha generado una fuerte preocupación entre familias de personas con trastorno del espectro autista (TEA), quienes advierten las consecuencias adversas del ruido en su entorno familiar.
La pirotecnia puede desencadenar crisis sensoriales en personas con autismo, pues muchas de ellas presentan hipersensibilidad auditiva o hiperacusia. Los sonidos fuertes y abruptos —como los de cohetes, petardos y fuegos artificiales— superan con frecuencia los 120 decibeles, niveles que resultan dolorosos e insoportables para quienes tienen dificultades para procesar estímulos sensoriales.
La sobrecarga sensorial puede provocar respuestas como ansiedad, miedo, irritabilidad, llanto, llanto, temores intensos e incluso autolesiones, especialmente en personas con TEA que carecen de lenguaje verbal o tienen dificultades para comunicar su malestar. En este contexto, muchas familias han expresado su alarma ante la falta de consideración social y la continua utilización indiscriminada de pirotecnia en espacios públicos y festividades.
Ante esta situación, especialistas y organizaciones vinculadas con el autismo recomiendan anticipar los eventos pirotécnicos, avisar con antelación a las personas con TEA, utilizar apoyos visuales —como pictogramas o historias sociales—, emplear protectores auditivos cuando la presencia en eventos festivos sea inevitable, o bien, recluir temporalmente a la persona en un espacio más seguro para evitar la exposición al ruido.
Diversas voces dentro de la comunidad enfatizan la necesidad de sensibilizar a la sociedad sobre este problema. Argumentan que, aunque la pirotecnia es una tradición popular, su uso indiscriminado afecta gravemente la calidad de vida de grupos vulnerables, como las personas con autismo. De esta forma, hacen un llamado para replantear las dinámicas festivas, priorizando condiciones de inclusión y bienestar para todos los ciudadanos.
El debate sobre el uso de pirotecnia abre una reflexión más amplia sobre la convivencia social, la responsabilidad comunitaria y la necesidad de atender las particularidades sensoriales de quienes enfrentan condiciones como el autismo, especialmente en celebraciones masivas.


