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Movimiento que toma fuerza

Editorial La Revista Peninsular
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Las mujeres volvieron a hacer historia este 8 de
marzo, Día Internacional de la Mujer. Como el año pasado, las mexicanas se
manifestaron en contra de las condiciones las cuales tienen que afrontar en el
país. La frustración de las mujeres se materializó en protestas sociales e
incluso confrontaciones con autoridades en algunas entidades.
Desafortunadamente, el gobierno federal desdeñó estos esfuerzos, lo cual solo
provocará que las próximas demostraciones sean más intensas.

Las mexicanas tomaron las calles hartas del acoso y
violencia que viven día a día. Hartas de que 11 compatriotas sean asesinadas
diario. Hartas de que una mujer sea víctima de abuso sexual cada 4 minutos en
México. Hartas de no poder confiar ni en los policías por la cantidad de casos
de violencia perpetrados por agentes de seguridad pública. Hartas de que el
Estado no sea capaz de hacer justicia.

Este agudo hartazgo fue expresado con pintas a
monumentos y disturbios civiles en distintos estados del país.

Definitivamente, las manifestaciones violentas no son
correctas, pero tampoco lo es la realidad que viven las mujeres en México. En
los últimos años, atentar en contra de símbolos y monumentos ha demostrado ser
la manera más eficaz de generar conciencia respecto a las desigualdades entre
hombre y mujeres, de promover la discusión entre sectores sociales sobre la
violencia de género y de lograr que las autoridades tomen cartas en el asunto.

En Yucatán se ha aprendido lo útiles que son este tipo
de demostraciones, por lo cual se replicaron el 8 de marzo. Cientos, si no es
que miles, de mujeres marcharon por el Paseo de Montejo y pintaron el Monumento
a los Montejo, así como otros monumentos que se encontraban a su paso. La
magnitud de la convocatoria nos permite ver que, de la mano de los movimientos
feministas, Yucatán se ha vuelto más maduro respecto a protestas sociales, lo
cual beneficia la cultura cívica de la entidad.

En la Ciudad de México la situación se tornó más
severa, particularmente en frente de Palacio Nacional, pues hubo varias
confrontaciones violentas entre manifestantes y elementos policiacos. Si bien,
las autoridades afirmaron que no se utilizó gas lacrimógeno o se reprimió a las
mujeres que asistieron a la protesta, existen transmisiones grabadas por
mujeres durante la manifestación, notas periodísticas y testimonios de
observadores que indican lo contrario.

La reacción del gobierno federal a las movilizaciones
fue decepcionante. Al día siguiente de que se convocaran, minimizó los
esfuerzos realizados y dijo ser víctima de lo ocurrido, las cuales son posturas
que solo agrandan la frustración de las mexicanas y propicia mayor intensidad
en futuras protestas. No pasemos por alto que las demostraciones de este año se
radicalizaron, en gran parte, por la controversial protección que Presidencia
le ha dado al aparente candidato a la gubernatura de Guerrero por Morena y
presunto violador, Félix Salgado Macedonio.

A pesar de la pandemia, el 8 de marzo no pasó
desapercibido; por el contrario, será recordado por mucho tiempo. Pudimos ver
cómo los movimientos feministas continúan su consolidación alrededor del país,
a distintos ritmos, pero en todas las entidades. El gobierno federal ha optado
por antagonizar estos esfuerzos en vez de enaltecerlos, lo cual representará
mayor desestabilidad en el futuro cercano. Las pintas y disturbios son un
reflejo del contexto en el cual estamos inmersos, y seguramente seguirán
presentes en las manifestaciones pues son efectivos.

¿Agresivas, ruidosas y radicales? Sí, pero es porque
las estamos matando.

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