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¡Puff! El horizonte

Bernardo Graue Toussaint
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Por Bernardo Graue Toussaint

Correo: graue.cap@gmail.com

@bernardo_grauet 

El mundo, queda claro, no andaba bien desde antes de
la actual pandemia del COVID19. No podemos ser ingenuos en ese sentido. Sin
embargo, el brutal golpe que esta crisis sanitaria ha producido en la humanidad
tiene aún pendiente la evaluación total de daños:

-el número real de muertos;

-el número de enfermos y sus secuelas;

-el monto de pérdidas económicas por el freno de
actividades productivas;

-el número de empresas grandes, medianas y pequeñas
que cerraron;

-el número de seres humanos que perdieron su empleo.

Estoy seguro que cuando conozcamos esa revisión de
los daños globales (si es que algún día se llega a una aproximada evaluación)
tal vez nos horroricemos del nivel de destrucción producido y del alto grado de
sufrimiento humano global.

Por otra parte, el deterioro en el ánimo de la
sociedad es palpable y ello puede incidir, sin lugar a dudas, en el desarrollo
de la democracia. Una sociedad harta y cansada es capaz de agarrarse a un clavo
ardiente con tal de que le prometan un futuro mejor. En varios países del mundo
ya se observaba, desde antes de la pandemia, una creciente desconfianza
ciudadana en la democracia; en los partidos políticos y en la clase gobernante.
Ello está produciendo apetitos antidemocráticos en los cuales se promueve
“acabar con el pasado”, sin decir qué lo sustituirá. Esta práctica es
promovida por demagogos y aprendices de dictador que pretenden alcanzar o
perpetuarse en el poder político al presentarse como quien puede producir el
paraíso prometido.

Repito. Me preocupa el horizonte al cual nos
dirigimos, es decir, el futuro. Me importa un carajo que se me pueda acusar de
“pesimista” o de “agorero”, pero por más discursos
políticos que nos receten, las cosas no pintan bien.

Es claro que el mundo no será igual que antes de la
pandemia. Tal vez ni siquiera se parezca en nada. Pero lo que me queda claro es
que muchas cosas, prácticas y condiciones de nuestra vida cambiarán sin que
sepamos aún qué las sustituirá. Veo -y me resisto a aceptarlo como normal- que
nos estamos acostumbrando a ver el desastre con absoluta indolencia, como si
una vez que concluya el proceso de vacunación, regresaremos a las condiciones
de nuestra vida antes de la pandemia, como si nada hubiera sucedido. Nada más
falso.

Cada día es más frecuente la reiteración de diversos
economistas y sociólogos en el sentido de que la actual generación de jóvenes
vivirán peor que sus padres. El deterioro de las condiciones laborales globales
y la pauperización del salario derivados de esta crisis sanitaria pueden
convertirse en la pesadilla para esta generación de jóvenes que ven con
incertidumbre el horizonte para sus vidas.

Tengo hipermetropía y astigmatismo. Sin mis gafas o
anteojos no veo un carajo. Gracias a ellos puedo ver perfectamente y, sin
embargo, el horizonte que veo no me gusta nada, nada, nada. Me resisto a conformarme. Ni modo.

Bernardo Graue Toussaint
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