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Aspiracionista, cuida de lo que hablas

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez *

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Es de sabios cambiar de opinión, dicen. Aunque lo sabio muy a menudo se manifiesta en los dichos del saber popular, que afirma que “más pronto cae un hablador que un cojo”; “el pez por la boca muere”; “cuida tus pensamientos, porque se volverán palabras”; y “la boca habla de lo que tiene el corazón”…

Para el sábado 12 en la tarde ya me había arrepentido, yo, de escribir sobre el mensaje dado por el Presidente el día anterior, muy tempranito. Sintetizo lo que iba a decir, y con ello también adelanto la conclusión de este comentario: la palabra aspiracionista oficialmente no existe; la etiqueta de aspiracionista no es asunto oficial del que importe hablar con un Presidente de nuestro país.

Entonces, cuando lo oí, pensé en escribir. En las siguientes 36 horas leí y escuché tantas reacciones a ese mensaje, que me retracté, como aspirante a sabio que pretendo ser. Pero aunque la “mona se vista de seda…”, así que volví a cambiar de parecer en estos días siguientes, con todo y el riesgo de que lejos de sabio, clasifique como veleta.

Fueron tantos saludos de amigos/as y personas reconocidas y no conocidas agremiándose como aspiracionistas o despreciando el fondo del mensaje… Tantos mensajes de otros/as muchos/as amigos/as explicando lo que realmente quiso decir Andrés Manuel o lo incorrecto de ofenderse, habiendo realidades tan palpables… Tantos artículos desglosando lo que motivó esas palabras… Tantas explicaciones sobre lo que el color de las alcaldías o de los estados en un mapa enseña sobre la democracia, la evaluación del Presidente o las diferencias entre mexicanos/as… Y luego vi que en la mañana del lunes, el tema sigue abordándose en Palacio Nacional. Finalmente me hizo decidirme que ninguno de los/as colegas que expresan Opiniones en La Revista Peninsular abordaba el tema, así que va. Con mi agradecimiento a este medio por compartir.

Obvio, primero el diccionario. El de la RAE responde enseguida: Aviso: “La palabra aspiracionista no está en el Diccionario”. El etimológico lo confirma. Pero sabemos que somos capaces de reencauzar y renovar nuestro vocabulario, así que algo debe significar.
Veamos. Aspirar, además de atraer aire a los pulmones, significa “desear o querer conseguir… [algo]” y su acción o efecto es la aspiración (pretender o desear algún empleo, dignidad u otra cosa), sin más. Hasta allí se entienden la posición airada de los ahora autodenominados aspiracionistas, pues, en efecto suena bien, suena común desear algo que no se tiene, y su implicación de esforzarse por ello.

La otra posición es entendible si revisamos el “ista”, pues es un sufijo que puede significar “partidario de” o “inclinado a” o se usa para manifestar la profesión u oficio. En ocasiones se usa para añadirse a palabras e indicar características indeseables, como en egoísta (cuya forma más descriptiva es egocéntrico), o cuestionables como en individualista, ya que se consideran en extremo. Y el resto del mensaje del Presidente coincide claramente con esta evaluación, dirigida hacia la clase media el viernes y a un sector de ella el lunes.

Para unos/as y otros/as parece claro lo que dijo o quiso decir el Presidente. Y si en el primer caso se sienten afectados y desean protestar, ridiculizar, mentar, argumentar o descalificar están en uso de la libertad de decir lo que quieras que caracteriza a nuestra maldita posmodernidad, tanto como si en el segundo caso quieren defender, apoyar, explicar al Presidente o sensibilizar, argumentar o despreciar a quienes se manifiestan ofendidos.

Hay a quienes les interesa el por qué y se refieren al coraje de perder las elecciones, como a la claridad de haber triunfado. A su claridad de pensamiento o falta de capacidad. A sus nobles o abominables intenciones. A su nuevo discurso a su trillada cantaleta. A su incomparable liderazgo o a su manipulación populista.

Las preguntas que quiero enfocar son; a quién y para qué. Y creo que en lo que sigue puedo conjuntar mi opinión de la respuesta a ambas, pero permíteme aclararlas. He dado en adjetivar maldita a este periodo que vivimos, que muchos dan en llamar posmodernidad. Con ello enfatizo el crecimiento desmedido de la población y su generalizado acceso a tantos recursos de la tecnología y sus influencias, así como al relajamiento de muchas formas de interacción y valores comunes que antes se consideraban importantes. 

Pues bien, cada vez es más frecuente que ahora que podemos decir lo que queramos a la persona o grupo que queramos, lo hagamos sin destinatario o en la forma o lugar que dificulta que le llegue. Y a la vez, cada día es menos clara la intención de muchas de las expresiones que vemos públicamente. O sea, es raro que quede a la vista lo que pretende lograr quien se comunica y que lo haga por la vía y forma que le permita llegar a conseguir lo que quiere. Tenemos más voz, más medios, pero pocas veces le hablamos a quien corresponde y con la intención de que suceda lo que decimos.

Cada cual tiene su apreciación; en mi caso, considero que más de la mitad de los mensajes que veo en redes sociales (quizá el medio más usado actualmente fuera de las relaciones cercanas, y a veces en ellas) no se dirigen a quien queremos que lea (o no lo llega a leer, o no le importa leerlo) y no van encaminadas a un resultado deseado, pues en muchos de los casos son meros desahogos, válidos, pero que poco ayudan a cambiar algo.
La pregunta pendiente entonces es: lo que queremos decir ante el mensaje del Presidente ¿se lo dijimos a quien sirve decírselo y contribuyó a que suceda algo que queremos?

Ejemplifico en mí. Escribo esto y lo hago así, con la intención de hallar a personas que crean que podemos conversar y encontrar puntos de acción conjunta dirigida a que los/as funcionarios públicos hagan más y mejor aquello por lo que les pagamos y eso me sirva a mí, a mi familia y a mi comunidad. El perfil de La Revista me hace pensar que entre quienes lean hallaré a una o más de estas personas. Y con eso ya habré avanzado en mi objetivo y escribir tiene sentido.

Mediante la conversación y algunas publicaciones, quiero contribuir a clarificar cuáles son las obligaciones de diversos/as funcionarios y lo que podemos exigir de ellos (o reconocer si lo hacen); de modo que esa inversión que hacemos en lo público realmente tenga un retorno a nuestro beneficio como comunidad y personas. Sin polarizaciones, sin pleitos, aprovechando las coincidencias y enriqueciéndonos con las divergencias, y disfrutando de esa experiencia humana de convivir y cooperar.

Por ser el tema de hoy, ilustro el caso. Hay mucho ruido, polarización y desperdicio de recursos, tiempo y vida cuando oímos que México está dividido en 2. En un sentido: sí; en otro: claro que no; en otro: no en 2 en cientos de partes, somos un mágico mosaico; y en otro: ¿qué mas da?, veamos en qué queremos mejorar (¿a que aspiramos juntos?).

Frases como que la mitad votó por el Presidente y lo apoya y hasta lo ama, mientras que la otra mitad votó en contra, desaprueba sus acciones y hasta lo odia, son sólo retórica. Ni consideran que no es posible que tantos millones de personas piensen lo mismo, siempre hay cientos de matices; ni que muchos millones de mexicanos no pueden votar, y de los que pueden casi la mitad no lo hizo; y que, obviamente el Presidente no estaba de hecho en la boleta; y que votar en México no significa algo único, hay quien vota por partidos, por personas, por hartazgo, por costumbre; en fin…
El punto no es en qué estamos divididos, sino la forma en que podemos integrarnos con otras personas para lograr lo que queremos cuando coincidimos; diciendo lo que queremos decir, a quien corresponde decirle, del modo que sirva para que eso que deseamos pase y recibiendo retroalimentación, para decidir qué hacemos a continuación.

Claro, se vale hablar por hablar, para divertirse, para desahogarse, para provocar emociones, para ganar popularidad, para competir, para pasar el rato, para hacer que alguien nos ponga atención… Lo que digo es que si queremos que algo pase, podemos aprovechar nuestra capacidad de decir y conversar para que sirva a nuestros propósitos y eso requiere, escucharnos primero, ver en qué coincidimos y en qué diferimos, decidir juntos/as si queremos actuar en conjunto y luego dirigirnos a la persona adecuada, por los medios efectivos y hasta que ella haga lo que tiene obligación de hacer.

Se me hace que, para cualquier persona, hay muchos temas más importantes, apremiantes y no resueltos en Palacio Nacional y muchas dependencias de gobierno federal, estatal y municipal sobre los cuales deberíamos estar asegurándonos de hablar y que funcione. Deseo hallar puntos de coincidencia y hablarlo en conjunto. Claro, además de seguir “likeando” en face, contestando en whats, comentando en twitter y luciendo en publicaciones reconocidas, je.

Pero en los asuntos que más nos importan, aquellos que ya tienen que cambiar, eso que duele como mexicanos/as, yucatecos/as, familia, persona, a eso es importante dedicarle tiempo, cuidar que lo que decimos llegue a donde funciona y no soltarlo, no parar de hablarlo hasta que estemos en camino de lograrlo. Y cuidar que nuestros/as funcionarios públicos, que viven de lo que pagamos entre todos/as, que contratamos para una función, usen su tiempo público en hablar de lo que realmente nos importa que cambie, de lo que aspiramos.

Al ojo del amo engorda el caballo, pero ¿a quién le dan pan que llore? Hagamos frente común para que se hable de lo que nos importa, en vez de secundar las ocurrencias de nuestros/as políticos, que para muchos/as hablar es lo que se les da, ¿pero resolver? Ahora que la elección ya nos pintó el panorama que viene, vamos conversando de lo que deben estar hablándonos nuestros funcionarios/as electos.

Jorge Valladares Sánchez
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