Por: Aida Maria Lopez Sosa.
“…mientras
la música siga estando allí, y mientras la gente la compre, todo va bien.
Cuando dejen de comprar nuestros discos, entonces diré adiós y haré otra cosa,
tal vez me vuelva stripper.” Freddie Mercury (1946-1991)
Las
redondeces en la civilización siempre son augurios de nuevos tiempos que han
cambiado la realidad. Las grandes transformaciones se dieron en la antigüedad a
partir de la invención de esta forma mágica de la cual se desprendieron
descubrimientos que revolucionaron la ciencia y la cultura. La forma circular
ya era del conocimiento de los griegos en el
período clásico cuando Mirón de Eléuteras esculpió el “Discóbolo” (siglo
V a.C.), figura icónica donde se advierte el posicionamiento simétrico,
proporcionando y equilibrado del cuerpo atlético concentrado en el momento
preciso que se prepara para lanzar con toda su fuerza el disco que sostiene con
la mano derecha, disciplina olímpica hasta la fecha. Asimismo también durante
el mismo siglo en Mesopotamia -hoy Irak- se inventó la rueda, otro círculo que cambió
la forma de transportarse y las máquinas; hoy no concebimos la vida sin ella.
El origen del cero aún no es claro, se cree que fue en Alejandría y de ahí se
propagó a la India. La forma redonda es posible que provenga de la letra griega
oudén o vacío, dato aún no
confirmado.
El
siglo XIX de nuestra era estaba a punto de inventar otra redondez que alegraría
nuestras vidas y cuerpos. Thomas Alva Edison -inventor de la bombilla- ya tenía
en la mente un fonógrafo que pronto materializó. Grabó con su voz: María tenía un corderito, en un cilindro
de hoja de estaño utilizando una aguja que se movía por un tornillo a lo largo,
por supuesto no había posibilidad de reproducir tal grabación. Años después se
creó el grafófono también con cilindros por el inventor del teléfono, Alexander
Graham Bell. Continuaron otros intentos hasta desplazar a los cilindros por un disco
que se fue fabricando con distintos materiales. El 31 de agosto de 1951
Deutsche Grammphon Records presentó el primer Long Play (vinilo) en la Feria Alemana de la Música en Dusseldorf,
ciudad a la orilla del río Rin donde año con año se celebraban, hasta antes de
la pandemia, exposiciones de la industria y la moda. Icónica por su música
electrónica hace más de cinco décadas y trayectoria punk.
El
elepé de material vinílico (30.5 cm
de diámetro) fue consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, los discos anteriormente
se elaboraban con goma laca, pero esta se necesitaba para la fabricación de herramientas
bélicas. A partir de la segunda mitad del siglo XX, hace apenas 70 años, la
música alegró los hogares de la clase media y alta que podían adquirir un
mueble con tocadiscos integrado para escuchar en la sala de su casa las
grabaciones de sus artistas favoritos de todos los géneros musicales. Los demás
se conformaban con el radio en donde tocaban canciones de acuerdo a la programación.
Para los niños, Cri-Cri el grillito cantor. El gusto de los adultos era
variado, iba de las rancheras a los boleros hasta la música clásica. También
estaban las cumbias para bailar y amenizar los festejos domésticos.
Pocos
años después el disco ya no solo estaba en los hogares, sino que dio paso a las
discoteques y a todo un género
ochentero: la música disco. El ritmo acompañado de cambios de luces que se
refractaban en una esfera de espejos, hacía olvidar el tiempo, transportándonos
a dimensiones excitantes. Al ritmo de “I
Will Survive” olvidábamos los dislates del amor porque así nos lo hacía
sentir Gloria Gaynor. El poder de la música hacia efecto y en catarsis
colectiva cantábamos a todo pulmón: “Go
on now go, walk out the door, just turn around now, because you´re not welcome
anymore”. ¡NEXT!
Entre
nuestra prioridades estaba la de comprar el último vinilo de bandas
extranjeras. Había expectación por el diseño de la portada. El disco era objeto del deseo de niños y
adultos, todos querían tener su música favorita en casa para escucharla una y
otra vez a riesgo de que se rayara, pero bien valía la pena por el gozo
inmediato. Las amigas nos reunimos en la casa de alguna para montar coreografías.
Y.M.C.A. de Village People era ideal para ensayar los movimientos de los
brazos, Tavares para pasos grupales que requerían coordinación y ritmo. John
Travolta impuso moda con “Vaselina”, a pesar del calor meridano todos los
jóvenes querían una chamarra de cuero. Olivia Newton-John nos regresó a las
melenas rizadas y a las coletas; a las faldas con crinolinas y a los pantalones
entubados brillosos que desplazaron las amplias campanas setenteras de terlenca
a cuadros.
Con
los casetes la música se volvió compañera de andanzas, bastaba una grabadora
con pilas para colocarla en cualquier sitio. Así fuimos transitando hasta la
adultez cuando el vinilo y el casete pasaron a la historia. Los discos
compactos prometían portabilidad, ahorro de espacio y mayor fidelidad. La
irrupción del internet en la década de los noventa nos dio la posibilidad de
oír gratuitamente la música y ver los videos, fue cuando conocimos muchos de
los rostros de nuestros ídolos.
Actualmente
existen servicios multimedia que por una cantidad simbólica han sustituido la
compra física del disco-objeto. El vinilo vive su segunda juventud desde el
2005, grupos emblemáticos han conmemorado sus aniversarios grabando en este
formato para los nostálgicos que invierten cuantiosas sumas para tener entre
sus manos ese círculo de plástico negro que los devuelve a su juventud a 33
revoluciones por minuto cuando en el tocadiscos suena.
Freddie
Mercury murió justo cuando iniciaba la revolución discográfica, no alcanzó a
cumplir el prometido espectáculo stripper cuando se dejaran de vender sus
discos. No imaginó que en el nuevo milenio ya no sería necesario pagar por
escuchar su música y más aún, verlo, aunque no como Dios lo trajo al mundo.