En las últimas semanas han recorrido el orbe noticias sorprendentes, insustanciales, extrañas, inverosímiles, incomprensibles, fantásticas, en fin… “Y por mirarlo todo, nada veía” como el ensayo de la académica Margo Glantz. En realidad no es nada nuevo desde que el internet irrumpió a la cotidianidad, sin embargo, es ocasión para retomar la tesis de “La sociedad del espectáculo” del filósofo Guy Debord, escrito en la década de los sesenta cuando no existían las redes sociales y una pandemia era impensable con los avances médicos y la panacea de la penicilina. “El concepto de espectáculo es la afirmación de la apariencia y de toda la vida social como simple apariencia”.
La virtualidad nos ha sumergido en el mundo de las apariencias que son la realidad y no la realidad misma. Leemos la noticia increíble de que alguien en Gran Bretaña pagó, hace unas semanas, 1,850 libras esterlinas por una rebanada de pastel de 40 años atrás, de la boda de la difunta princesa Diana; la nota incomprensible de que un futbolista lloró al despedirse de su equipo y con él una pléyade de mortales; la información insustancial de que a una artista le dieron su anillo de compromiso o nos asombramos por las fantásticas botas de 200 mil pesos de una expresentadora mexicana, ahora influencer (bendita manera de ganar dinero)… y así nos podríamos seguir con “noticias” que nos convierten en consumidores contemplativos de espejismos que sustituyen la realidad y que además fagocitan nuestro tiempo sin misericordia: “…la mentira se ha mentido a sí misma”.
En “La esencia del cristianismo” Feuerbach lo escribió hace cerca de dos siglos cuando aseveró que lo sagrado es la ilusión y lo profano es la verdad: “el colmo de la ilusión es el colmo de lo sagrado”. Si para la segunda mitad del siglo XX, Guy Debord consideró que se vivía entre representaciones como si estuviéramos en un teatro de función en función, la pandemia intensificó la contemplación. Las redes sociales son un desfile de imágenes que sustituyen la realidad y nosotros los espectadores conformes con solo mirar aunque, a fin de cuentas, no veamos nada: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”.
Frente a los monitores de las computadoras y las pantallas de televisión, se adopta la actitud pasiva que exige la expectación, pero que no conlleva a ninguna transformación. Somos simples testigos de la realidad construida a base de apariencias en donde se desplaza del ser al tener y de ahí al parecer: “En la medida en que la realidad individual no es, le está permitido parecer”. Tik Tok, Instagram, twitter, son los escenarios que conectan a muchos para la contemplación de la buena fortuna -en ocasiones mal habida- del otro, en donde impera la extensión del espectáculo a través del “fetichismo de la mercancía”, desfile de marcas falsas que ubican a los “especialistas de la posesión de las cosas” en determinado nivel socioecómico. Los seguidores y los likes se convierten en dinero para quien se exhibe. El consumidor de la “mercancía- vedette” -concepto acuñado por Debord-, sin saberlo, abona a la “producción social del aislamiento”, convirtiendo a cada uno en parte de la “muchedumbre solitaria”.
El COVID forzó al aislamiento físico, cuya consecuencia es la alienación en ausencia de la socialización: sustituimos a los amigos reales por los “imaginarios”, consumidores del tiempo de sus amigos-usuarios de las redes sociales. Las relaciones se dan a través de imágenes construidas, mediatizadas y falsas. Mientras más contemplamos, menos vivenciamos y por lo tanto menos cuestionamos. “El espectáculo se presenta a la vez como la sociedad misma, como parte de la sociedad y como instrumento de unificación”.
Parece que por el momento no tenemos posibilidades de cambiar la sociedad “espectacularista” en la que estamos inmersos, el confinamiento ha reordenado la rutina y la forma de interactuar; desafiar la imposición puede costar la vida. De insistir con este modelo cuando pase la pandemia, sería la decadencia del humano frente al esplendor de la tecnología.


