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El valor de la amistad

Editorial La Revista Peninsular
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Rodrigo Menéndez

Vivir sería un suplicio sin la amistad. Cuando la vida parece absurda y batallamos para encontrarle significado, son nuestros amigos quienes nos recuerdan que no estamos solos en esta travesía y que, a pesar de las dificultades, podemos pasar un rato ameno con gente que nos quiere y procura.
La amistad tiene un valor primordial en cómo nos relacionamos con las demás personas. A nuestros mejores amigos los consideramos familia con el fin de enaltecer la incondicionalidad y lealtad mutua, mientras que a nuestros familiares más allegados los concebimos como amigos para mostrar que son personas con quienes compartiríamos la vida aunque no hubiese lazo de sangre de por medio.
Bien decimos que los amigos son los familiares a los cuales elegimos; personas quienes tienen un lugar prioritario en nuestra vida no por compartir sangre, sino por compartir valores, intereses y afecto. La felicidad que nos da una amistad, si es sincera, es inconmensurable, por eso es tan dichoso quien tiene un amigo como quien tiene diez.
El COVID-19 ha causado estragos en distintos ámbitos de nuestra realidad y nuestras relaciones afectivas no han estado exentas de esto. La pandemia nos ha quitado tiempo con nuestros amigos, la crisis económica ha ocasionado que seres queridos emigren en busca de mejores oportunidades y, más trágico y permanente, la muerte nos ha robado la posibilidad de volver a reunirnos con amistades que han sucumbido ante la enfermedad.
Cuando no tenemos a nuestros amigos, es cuando recordamos con más añoro el tiempo compartido. Recordamos con nostalgia cuando, al calor o frío de una bebida, le buscábamos sentido a vivir, componíamos y descomponíamos al país con argumentos o entablábamos debates de altura sobre los temas más banales que se nos podían ocurrir. Recordamos tanto los buenos momentos como los malos, recordamos tanto a Sabina como a Serrat y Manzanero, y claro no falta algún despistado que recordaba a Maluma. Hasta en los malos momentos era una dicha saber que podíamos contar con el apoyo incondicional de nuestros amigos.
Por lo anterior, no debemos dar por sentado estas relaciones, sino que debemos agradecer, fomentar y disfrutar al máximo cada momento que compartimos.
Este escrito está dedicado a todos quienes han perdido alguna amistad durante la pandemia, yo en mi caso a dos hermano por adopción, y hago votos, soy creyente, que con volveremos a reunirnos en esta vida o la próxima. Con el corazón apachurrado y en la mano, desde La Revista Peninsular los invitamos a procurar a sus amigos y amigas, así como a honrar la memoria de quienes ya no nos acompañan en el mundo terrenal.

Vivir la vida intensamente, sufrir, llorar, pero también amar y gozar de la misma manera.

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