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Ser ciudadano/a …Sin Morir en el Intento

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares.

Terminé el 2021 planteando que seguir la agenda de quien ha sido su magistral generador en las últimas dos décadas nos aleja como ciudadanía de obtener lo que merecemos del gobierno, y de cada funcionaria/o público en general. Por ello, es mi propósito mantener en adelante mis análisis en temas de interés ciudadano, social y familiar, sea que coincidan o no con la nota distractora generada en cualquier ámbito de gobierno. Tenemos que lograr marcar la agenda ciudadana, imponerla sobre la agenda política y asegurar que los políticos perennes usen el tiempo que les pagamos y recursos que les permitimos usar para nuestros propósitos comunes o de sectores de la comunidad.

La ciudadanía puede ser el eje de las decisiones y beneficios de todo lo público; estamos muy lejos de ello aún, por la conjugación de varios factores. Claro, siempre podemos crecer, y el inicio de un año es buen momento para enfocar y motivar hacerlo. Intentaré aportar a ello e ir un paso más allá a lo largo de este 2022, abordando esa línea en algunas de estas conversaciones, que amablemente La Revista me permite contigo. Cuento con que me compartas tus ideas y propuestas para hacer ir más rápido y a más satisfactorio lugar.

Hace algunos años, como ciudadano común que llegó al puesto de Consejero Electoral por vía de concurso, sin antecedentes en esas instituciones ni respaldo de político alguno, hallé algunas formas de mantener mi visión y acción ciudadana, para evitar institucionalizarme en el sentido negativo. En alguna medida creo que funcionó.

Una de mis tácticas fue crear y compartir en varios espacios públicos e institucionales una conferencia a la que llamamos “Ser Ciudadano, sin Morir en el Intento”, y un taller para formar las competencias de las maravillosas personas que ejercen como formadores cívicos, que pude compartir en algunos estados.

Partamos de acordar una visión y concepto sobre lo que es ser ciudadano. No en sentido legal, ni teórico, tampoco de modo social o político estricto. Y es que la palabra y su campo semántico son usadas, abusadas y burladas cotidianamente por quienes requieren del voto para acceder a un puesto y para justificar tonterías y atrocidades en el ejercicio de él.

Creo que nos sirve el elemento de fondo que rescaté entre las historias que mi querido amigo Alaan Cardeña compartía en su clase de Derecho Romano. Simplificando, en esos siglos en que se fortalecía el imperio y se empezaban a crear conceptos, las personas se dividían básicamente en tres grandes grupos. Aquellas que prácticamente no eran consideradas personas, por su origen, condición de esclavitud, sexo, etc. Los peregrini, que eran personas libres, con ciertos derechos limitados a su condición de no ser de la ciudad, pero que representaban comercio, y por tanto ingresos para el imperio. Y sólo se consideraba cives o ciudadanos romanos a los que tenían plenitud de derechos, y para quienes aplicaba íntegramente el derecho romano, origen del de tantos países, el nuestro entre ellos.

En mi mente utopista y juguetona, decidí considerar que esa condición de ser del lugar y con plenitud de derechos era lo que en el fondo y poéticamente les daba su cualidad principal: ser de allí, ser dueños colectivos y por tanto compartir algo común (que es el origen de la palabra interés) y, por consecuencia, valorarlo, protegerlo, cuidarlo y procurar que cada vez sea mejor. Omitamos de ese poema, por este momento, las atrocidades contra lo que hoy llamamos derechos humanos y todo el egoísmo y avaricia y otras linduras también presentes desde esa época.

Entonces, inicio mi planteamiento diciendo que un ciudadano/a es, desde esta visión, alguien que efectivamente se vive y siente de el lugar de que se trate, independientemente de si nació o no en él o su edad o desde cuando lo siente así. Por tanto se reconoce copropietario de todo lo que en su ciudad-país y comunidad ocurra en la esfera pública, y es de allí de donde emergen y se validan sus derechos y obligaciones. Cabe en la frase popular: “de aquí soy”, en el más cálido, leal, disfrutable, comprometido, activo y exigente de los sentidos.

Ser, además, es distinto de estar; eso a veces es claro en nuestro español, aunque en otro idioma sean un mismo verbo. La implicación de estabilidad y profundidad son el sello diferenciador. Por ello es que ser mexicano sólo cuando juega la selección (o sólo en los minutos en que cabe la esperanza de que juegue bien), en la fiesta del 15 de septiembre o al escuchar o ver motivos mexicanos estando en el extranjero, no aplica. Es un punto de conciencia en el que te das cuenta de que tu colonia, ciudad, estado o país (ojalá que planeta) es tuyo y a la vez le perteneces. Y como buena conciencia, y no discurso ni letra de canción, propicia las acciones correspondientes, continuas y crecientes.

En siguientes comentarios podemos adentrarnos en tales comportamientos, cómo se convierten en formas de vida, cómo se traducen en cierta forma interacción comunitaria y de su relación con la toma de decisiones y la exigencia hacia las personas a las que les confiamos autoridad para servirnos. Por ahora, pondré en la mesa algunos de los factores que habitualmente inhiben llegar a considerarnos en esa calidad auténtica de ciudadanía, así como a ejercer nuestro potencial para ser el eje de las decisiones y beneficios de todo lo público. Y más importante, cómo es que podemos morir como ciudadanos mientras apenas estamos en el intento de convertirnos en ello.

Primero. La ciudadanía, como forma de ser, se construye dentro del conjunto de todo lo que somos y adquirimos en el educarnos y socializarnos. Y puede, raramente, no llegar a darse; pero en la amplia mayoría de los casos llega en cierta medida, de cierto modo, con fluctuaciones y combinado con todo lo demás que nos identifica personal y colectivamente. O sea, tener 18, tener credencial para votar, haber nacido en, o tener un modo honesto de vivir (lo que eso signifique) no son ser ciudadano; tanto como tener un hijo no nos convierte genuinamente en padres, tener unos genitales no alcanza para ser hombre o mujer en todo su significado, haber ido a la escuela no nos hace profesionales auténticos, vivir en una calle no nos hace buenos vecinos, etc… Tiene mucho más que ver con conciencia, ya dije, valores practicados, experiencias exitosas y fracasos, ejemplos, claridad y acciones en el sentido que cada cualidad de ser requiere.

Segundo. La formación en ser ciudadano ocupa un lugar secundario o menor entre los temas que a quienes nos educan les importan, por tanto la dedicación y efectividad puede esperarse menor que en temas cardinales.

Tercero. Se podría pensar que al Estado le puede interesar como prioridad formar ciudadanía en sus habitantes, pero tenemos mínima experiencia con estadistas y demasiada con personas políticas que no hacen auténtica política y su foco se centra en el uso del campo semántico de la ciudadanía para provecho propio, y no en la definición, proyección y formación ciudadana.

Cuarto. Socialmente también usamos esos conceptos con frecuencia o ante el deseo de protestar o exigir en lo público; pero es poco probable que los usemos en su amplitud e implicaciones y nos limitemos a con ello darle fuerza a nuestro desahogo o reclamar a más personas que lo que nos afecta no les lleve a apoyarnos. Es frecuente que cuando nos atrevemos a hablar de ser ciudadanos en nuestra comunidad nos mantengamos creyendo que hablamos de lo mismo, sin siquiera intentar confirmarlo.

Quinto. Ser ciudadano es complicado, por todo lo anterior como antecedente, pero sobre todo en la práctica. Uno de los motivos es que lo que es propiedad de muchos tiende a parecer responsabilidad de nadie, mientras que los beneficios nos resulta que deben ser parejos o mayores para nuestros cercanos. No nos ocupamos de lo público tanto como de lo privado; y, si en lo privado no somos lo responsables, respetuosos y colaboradores que podríamos ser, en lo público no tendría por qué ser mejor.

Sexto. Ejercer la ciudadanía lleva en su naturaleza más paciencia, diálogo, aceptación, diversidad, desacuerdos y frustraciones de los que la persona promedio maneja con efectividad o gusto. Y sus beneficios, también por naturaleza, son parciales en lo práctico, cuando los hay, y muchas veces implican aceptar que no suceda lo que queremos, porque hay más personas que prefieren algo diferente o simplemente lo que hay no alcanza para todos/as.

Empecemos por aquí. En resumen, no contamos con la formación para algo complejo de ejercer y cuyos resultados pocas veces son generalmente satisfactorios. Pero sigue teniendo sentido, si podemos visualizar sus logros profundos, que iremos clarificando, como la pertenencia, la convivencia democrática, la solidaridad comunitaria, el desarrollo social y sus beneficios como la funcionalidad, la armonía, la libertad, la seguridad y el bien común.

Para aventurarnos a una ciudadanía que no muera en el intento, a pesar de enfrentar las complejidades, obstáculos y antagonistas, contamos con recursos, que están a disposición, y que en general resultan de la convivencia cuando nos atrevemos a vivir la experiencia de interactuar con naturalidad, como gente y ya.

Planteo un ABC, preliminar para ir abriendo boca

A. Partir, en cualquier intento, de la idea de que somos iguales en valor (dignidad), intención (ética) e individualidad (diversidad).
B. Plantear puntos de partida sencillos, sin predisposiciones, juicios o exigencias hacia la otra persona, compartiendo, sí, postura, propuesta y motivos.
C. Pasar a una segunda conversación con quien tenga una intención coincidente (interés común) y respetar que haya quien no tenga una intención o entender que hay quienes tienen otra visión o quieren que pase algo diferente.

Por aquí considero que inicia la posibilidad de actuar de manera conjunta como ciudadanía, en el tema que a estas personas les importa y tratando de acordar fines y medios. Otras personas tendrán otros temas, intereses y disposiciones y harán eso otro que a ellos/as les mueve.

Pasando del deseo y los buenos propósitos, conversemos caminos colectivos más armónicos por los cuales transitar hacia lo que cada cual anhela, para sí y para su familia, y vamos andándolos colectivamente, sea entre 2, 6, 10 ó 100… es la ruta para que se nos incluya en la agenda.

Si las cosas que valen la pena se hicieran fácilmente… sería porque encontramos los caminos para facilitarlo… ¡Intentémoslo!

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*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Representante en Yucatán de Nosotrxs.
Coordinador Nacional de la Red Cívica Mx, A.C.
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.

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