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De excesos que ofendían en otros

José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas. 

La corrupción que terminó anticipadamente el sexenio de Enrique Peña Nieto

El sexenio de Peña Nieto terminó con el escándalo de la Casa Blanca, las argumentaciones de Ángelica Rivera no sirvieron de nada ante el claro tráfico de intereses, de influencias y el ofensivo lujo de una casa que se vio como el pago de favores de un contratista del gobierno que, al final, terminaron por devolver.

Económicamente y en otros temas, Peña rindió resultados y logró que la economía creciera al abrir el mercado petrolero y eléctrico y dejar resuelta la renovación del Tratado de Libre Comercio, un modesto dos por ciento, pero se creció.

Peña Nieto se equivocó al vender una reforma que no daría resultados inmediatos, y se equivocó en dejar de invertir para sostener una producción petrolera ya mermada y con el caso de Oceanografía que vaya que le pegó a la economía, en especial a la de Ciudad del Carmen y afectó a la paraestatal al parar todos los buques-tanque de esa empresa. El daño económico se agigantó precisamente por la corrupción de su gestión.

No se equivocó en dejar que los privados exploraran y explotaran el petróleo porque el gobierno dejaría de hacerlo pero seguiría recibiendo los beneficios vía impuestos y una participación considerable de las ventas del crudo. Ese dinero, que serviría para fortalecer los apoyos a la población y a los mexicanos terminó desviándose a los bolsillos de quienes lo acompañaron durante su mandato.

Su sexenio empero sucumbió ante la enorme carga de corrupción que se fue descubriendo conforme pasó el tiempo, los gobernadores abusaron en exceso y a algunos los llevó a prisión, pero el daño a la imagen ya era irreversible. Muchos gobernadores se sintieron todo poderosos porque ellos habían llevado a Peña a la presidencia, lo apoyaron, le dieron dinero y no les podía negar nada.

Hoy, los excesos de López Obrador vaya que nos están costando vía el pacto para darle el triunfo a López Obrador y hacerle la contra campaña a Ricardo Anaya. Los errores económicos y financieros de su administración están pegándole al país en sus cimientos y derruyendo en buena medida las bases que permitían al gobierno operar y servir a una población que, hay que admitirlo, jamás se imaginó lo que se perdería a cambio de unos miles de pesos mensuales. El presupuesto destinado a caprichos del presidente y las obras emblemáticas de su gestión sin Estudios de Manifiesto de Impacto Ambiental ni planes ejecutivos que avizoren fechas de obra ni rutas críticas y de conflictos en la ejecución de las mismas.

La pandemia, esa que le cayó como anillo al dedo, agravó la falta de crecimiento que dejó de haber desde su toma de posesión y ahondó la debacle económica a un nivel de perder 8.5 por ciento de un crecimiento que ya era de cero.

Empero, ni a Peña Nieto, el sexenio más corrupto; ni a Calderón, el sexenio más sangriento, se les jugó por otra cosa que su desempeño y ni uno de ellos tuvo crecimiento cero y eso que a Calderón no sólo le tocó la pandemia de H1N1 sino que lo demandaron en La Haya por crímenes de lesa humanidad luego de 60 mil muertos en su gestión por ese enfrentamiento con el crimen organizado.

Sin embargo, los escándalos de corrupción de esos gobiernos no tuvieron que ver con los hermanos de Peña ni de Calderón, ni con sus primos, ni con sus cuñados y menos con sus hijos como ha pasado en estos tres años de López Obrador.

Los escándalos de corrupción de este gobierno y en especial de la familia presidencial no han dejado títere con cabeza: sus hermanos, sus primos, su cuñada, sus hijos se han visto involucrados no solo en tráficos de influencias sino en beneficios directos por contratos y hasta dinero en efectivo entregados en bolsas de papel de estraza como “ayuda” para el “movimiento”.

Además, el uso del erario, del presupuesto nacional para apoyar sin recato a Morena como partido desde el gobierno y su uso clientelar y faccioso exhiben que el que se dijo diferente no solo no lo es, sino que resultó peor y más corrupto e inhumano que sus antecesores, además de un retrógrada.

Peña perdió su calidad presidencial después de ese escándalo a la mitad de su sexenio, Andrés ¿cuándo? Lo que está mal lo está sin importar quien lo haga.

Este sexenio terminó hoy y no porque se le acabe el tiempo, sino porque lo que ha pasado en estos meses desnuda de cuerpo entero la gran farsa que resultó ser la esperanza de un cambio en el país. En síntesis, López obrador es más de lo mismo y ¡¡los mismos siempre terminan haciendo lo mismo!!

Hoy, la demanda a López Obrador se conforma no por 60 mil muertos en su sexenio sino por 105,804 a la mitad de su gestión y a esos se les suma los más de 600 mil que ha dejado el pésimo manejo de una pandemia de la que nadie tiene culpa, pero si responsabilidad en el manejo.

El problema de vivir en una realidad alterna, con “otros datos”, es que al final siempre te alcanzará la realidad que viven los mexicanos y hoy, en los hechos, padecemos una inflación y un deterioro económico de más del 7 por ciento en precios y en la salida de capitales por 21 mil millones de dólares.

La economía está semiparalizada, hay perdida de empleos y los pobres han aumentado en 15 millones en un gobierno que ofreció no provocaría una crisis.

Según Banco de México, las pérdidas en el país según sus reportes trimestrales este año hay perdidas mayores a las del año pasado por el temor y la incertidumbre del gobierno, ya no del coronavirus.

Y al gobierno le faltan dos años para que termine.

José Francisco Lopez Vargas
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