Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Las nuevas generaciones no tienen idea de cuánto costó lograr la autonomía de un órgano electoral y qué papel jugó la oposición para lograrlo.
En este país el gobierno mataba estudiantes en el ´68, a disidentes y a grupos guerrilleros en los ´70s y a opositores en los 80´s y 90´s hasta que asesinaron al candidato del PRI, el que sería la garantía de continuidad del proyecto de Carlos Salinas.
¿Quién o quiénes mataron a Colosio? Seguro que quienes vieron en él una amenaza al poder que no querían perder. Salinas le llamó la nomenclatura y muchos interpretaron con ello que fue una confabulación de los máximos personajes políticos y económicos de esos años. Otros, extraviados hasta ahora, creen que Salinas lo mandó matar porque había dejado de controlarlo.
Después del asesinato de Colosio, la presión social que había empezado en 1968 se replegó para resurgir con más fuerza y arrebatarle al PRI, en 1997, la mayoría perpetua que había detentado el gobierno y su partido en la cámara de diputados.
Dice mi amigo Uuckib Espadas, amigo y compañero de muchas luchas cívicas, que nada era más caro que las elecciones baratas donde el gobierno utilizaba a los mismos empleados del régimen para organizar los comicios: boletas baratas y falsificables; credenciales de elector sin huellas y que podían cambiarle las fotos; urnas opacas que terminaban “embarazadas” y que fácilmente ocultaban su contenido.
Eran los días en los que los gobernadores vivían sometidos al poder porque su futuro dependía del presidente, algo así como sucede hoy, al menos para los 18 que hasta hoy tiene Morena.
El relato viene a cuento porque la propuesta de ley electoral enviada por el presidente López Obrador pretende regresarnos a esos años en lo que era prácticamente un pecado contradecir al presidente y al gobernador.
Las elecciones como las hemos conocido desde el año 2000 es imposible que sean fraudulentas sin importar lo que diga el presidente: las vigilan ciudadanos, las cuentan ciudadanos y ninguno de ellos llega al cargo por recomendación, sino que son insaculados con base en la primera letra de su apellido.
El objetivo de una ley que no tiene posibilidades de transitar y menos de aprobarse es un distractor más de quien en el cargo no ha logrado dar resultados y menos reducir la desigualdad ni elevar el nivel de vida de los mexicanos vía el desarrollo y la prosperidad.
El país se ubica hoy en una estanflación: inflación más estancamiento económico que, por desgracia, siempre pagan las familias más pobres, esas que hoy suman 5 millones más que las que había en 2018.
Será en 2023, ya con López Obrador fuera del gobierno, cuando empecemos a salir de la actual crisis económica, siempre y cuando tengamos el tino de elegir a un Ejecutivo que entienda de economía o, al menos, que le haga caso a los que si saben del manejo económico de un país.
Si somos honestos, el gobierno de López es el más despilfarrador de la historia se ha gastado 254.6 mil millones de pesos en una refinería que no producirá más gasolina de la que procesa la refinería de Deer Park.
En el país se gastarán este año 21.2 mil millones en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro; 30 mil millones en el de Sembrando Vida; se gastó 35 mil millones de pesos por la cancelación de la cervecería en Mexicali; hasta hoy van 200 mil millones de pesos en el Tren Maya; 220 mil por la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, por citar varios de los mayores dispendios, pero no hubo para medicinas, ni para guarderías y menos para sostener el Seguro Popular.
El presidente que se ufana de sólo llevar 200 pesos en la cartera gasta a manos llenas en obras que ni siquiera tienen proyecto ejecutivo.
Mientras esto sucede, los 18 gobernadores de Morena se comprometen a no ejercer parte de los recursos autorizados por el Congreso para caer en subejercicio y devolver esos recursos a la Tesorería de la Federación y ponerlos en ese fondo inagotable que usarán para hacer campaña y entregar dádivas a clientelas electorales.
La idea es ganar la elección y mantener el gobierno a como de lugar, sin importar lo que haya qué hacer. ¿Ustedes creen que reconocerán si pierden? ¡Por favor!
Que nos quede claro, la amistad y la cercanía del gobernador y el presidente no necesariamente resulta favorable para los ciudadanos del Estado que se trate. Por lo pronto, en Campeche esa cercanía tiene al Estado sin obra pública, sin inversión de gobierno y con 700 millones de presupuesto menos.
Mientras en Yucatán, a Mauricio Vila le ha servido no pelearse con el presidente quizá por el dinamismo económico de la entidad y que López Obrador tiene claro que Yucatán es un bastión político importante para el panismo, pero que el crecimiento de él en lo personal hace a Morena competitivo localmente aderezado por las división que dejó la nominación de Mauricio Vila como gobernador y las renuncias al blanquiazul que, equivocadamente, el PRI financió en buena medida sin entender que los votos sólo los pierde el partido que gobierna.
Ojalá, Vila lo entienda y no se equivoque en la nominación para el 2024 porque los buenos resultados de su gobierno no necesariamente contagian al candidato y menos si los ciudadanos los ven como el candidato oficial o el del gobernador.
También es importante que en el PRI y en la Alianza se entienda que no todos los que están en sus filas le suman sobre todo si, como el grupo del ex gobernador, hay gente que está desesperada por acercarse a Morena y, lo peor, gente dentro del PRI haciendo labor para el partido del presidente.
La pregunta que deben hacerse los ciudadanos es ¿de qué sirve esa cercanía? En política, como sucede hoy con Morena y pasaba con el PRI todos los gobernadores se la deben al presidente, y más si quieren tener futuro político.
