Me sucede, incluso con parte de mi familia. Cuando uno está interesado en hablar de la situación en México, por ejemplo, de la inseguridad o del gobierno, la respuesta frecuente es: _*”¿Sabes qué? mejor hablemos de otra cosa”.*_
Para mí (a pesar de vivir a miles de kilómetros de mí país) me interesa y *me duele profundamente la dolorosa cotidianidad que se vive en México*.
*Me duelen las noticias sobre esa brutal violencia que se vive día a día.*
Me duele saber *las barbaridades del peor gobierno de México en su historia*, no sólo por las graves secuelas inmediatas, sino también por los daños que dejará en el mediano y largo plazos.
*Sí, me duele inmensamente México.*
Desde donde yo puedo, pongo mi grano de arena para no ser indolente (ajeno al dolor humano) y para elevar mi voz, que aunque esté del otro lado del mar, sea *una voz que promueva la paz, la democracia, el respeto, la ley y la concordia entre mexicanos.*
Por lo mismo, cuando me dicen _*”¿Sabes qué? mejor hablemos de otra cosa”_*, yo les respondo que *es precisamente por eso (por callar o mejor “hablar de otras cosas”) que los delincuentes logran su “cometido”, que no es otra cosa que la silenciosa resignación de los ciudadanos ante sus matones y los políticos que les protegen.*
*Siempre dan miedo los sicarios, los pandilleros, los gatilleros, los mafiosos. *
*Siempre dan miedo los políticos corruptos que se han aliado a esas bandas criminales. *
Pero lo que *siempre da más miedo, incluso terror, es una sociedad que prefiere “mirar para otro lado”, pensando que su silencio servirá de algo. *
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