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México no necesita un nuevo líder, necesita un nuevo sistema…*

José Francisco Lopez Vargas
José Francisco Lopez Vargas
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Claroscuro, por: Francisco López Vargas. 

*No
habrá Cuarta transformación

*Líder
fanático e ignorante intelectualmente discapacitado

*Los
partidos: franquicias corruptas

Empecemos por el final: México está en un proceso de
destrucción de instituciones para asegurar que los que están en el poder se
queden para siempre; no se trata, como pretenden, del comienzo de una nueva era
sino del fin de un sistema político que permitió al país vivir con relativa
calma pero desigual prosperidad durante un siglo. Sin embargo, el sistema ya no
era funcional. Pasó de una clase dominante egoísta a una tecnocracia corrupta,
a una cleptocracia mediocre (un gobierno cuyos líderes corruptos usan el poder
político para crear y expandir sus fortunas), a una kakistocracia deshonesta
(un sistema de gobierno dirigido por los peores, ciudadanos menos calificados o
más inescrupulosos) encabezados por un líder fanático e ignorante
intelectualmente discapacitado.

No hay una cuarta transformación. Es el Fin del Sistema Político Mexicano.

Lejos de la oscura y pomposa denominación que pretende
marcar el inicio de una nueva era en la historia, la llamada “Cuarta
Transformación” (4T) no es más que la destrucción sistemática y rabiosa de
instituciones sin ningún plan ni modelo, ni siquiera una idea aproximada de qué
hacer para lograr los nebulosos objetivos derivados de los eslóganes de
campaña, barnizados con fijaciones ideológicas propias de la adolescencia.

Los partidos políticos se convirtieron en franquicias
controladas por bandas que se repartían el botín de los cargos públicos para su
beneficio a través de contratos, concesiones, licencias, exenciones, renuncias,
condonaciones, nombramientos en puestos clave, postulaciones a cargos
legislativos, reformas a leyes y reglamentos, destituciones de investigaciones
criminales y muchos otros beneficios indebidos e ilegales como el otorgamiento
de honores inmerecidos que los favorecieron a ellos o a sus allegados. Esto fue
cada vez más público y notorio, degradando la imagen de los funcionarios públicos,
los políticos y sus partidos ante los ojos del electorado. Según Transparencia
Internacional, el 91% de los mexicanos percibe que los partidos políticos son
instituciones corruptas.

A raíz de ello, y ante el creciente descontento por la
precaria situación económica y la inseguridad en que vive la mayoría de la
población, la ciudadanía los rechazó en las urnas, eligiendo a Andrés Manuel
López Obrador (AMLO), quien, aparentemente, representaba todo lo contrario: un
hombre astuto que supo hacer creer a la gente que era un demócrata honesto, sin
ataduras a quienes controlaban el enorme aparato de corrupción, a quienes
denunció y atacó en cada discurso, prometiendo acabar con ellos. y con la
corrupción, a la que culpó de la pobreza generalizada en todo el país.

El resultado del experimento es bastante caro. Una vez
en el poder, surgió un caudillo megalómano, resentido, ignorante, faccioso e
intelectualmente desafiado, incapaz de discernir nada que no fuera parte de su
evangelio, que barrió a los profesionales del servicio público y expertos en
sus campos, y los reemplazó con fieles de su tribu en puestos para los que no
están calificados, excepto por su lealtad al líder de la pandilla. Así, después
de más de tres años, la pobreza y la pobreza extrema se han expandido, la
inseguridad es más violenta y se extiende geográficamente por todo el
territorio nacional, y el crimen organizado es tolerado y ahora gobierna partes
del país. Los que antes habían sido acusados ​​de corrupción ahora son sus
aliados y beneficiarios de sus favores, protección y encubrimiento, y la
corrupción desenfrenada es peor que nunca.

Las perspectivas no son alentadoras; por el contrario.
El bienestar solo existe en el discurso oficial y en los nombres de programas e
instituciones dedicadas a comprar lealtades. Hábilmente, el término bienestar
es objeto de toda la propaganda oficial.

La estrategia política de la 4T es astuta y clara:
polarización basada en silogismos y falacias. He aquí un ejemplo: si tú eres
pobre, es porque éste es rico; Si es rico, es porque es corrupto y se asoció
con gobernantes anteriores para robarle a la nación, y por eso ustedes son
pobres; Si estudió y obtuvo un posgrado, es un tecnócrata que no te entiende ni
te importa y solo busca beneficiarse a sí mismo y a sus patrones extranjeros
que siempre nos han explotado; Si vives en una zona acomodada y tienes una
buena casa es porque eres corrupto, y por eso los demás son pobres. Ergo: Si no
eres pobre, eres mafioso del poder, conservador neoliberal, adversario de los pobres
y de la 4T. Ergo: si quieres dejar de ser pobre, viaja en el tiempo al pasado
porque la corrupción se acabó.

Hasta el momento, AMLO ha podido evadir la realidad de
las promesas incumplidas. Su discurso tiene éxito porque les toca la fibra
sensible, haciéndoles ver que los ricos y los políticos que eran sus socios los
pisoteaban y los ignoraban desde hacía muchos años. Lo dice en su lenguaje
hablador, despacio y con un tono de ira dramática. Su público objetivo son los
miembros de la sociedad de bajos ingresos, menos educados, campesinos,
trabajadores, población urbana y suburbana humillada, resentida por el
despilfarro de los políticos y sus asociados, es decir, los ricos ( fifís )
según su retórica. Les hace sentir que es uno de ellos, uno de los desposeídos,
que la elección de 2006 le fue robada por los mismos que se enriquecieron a
costa de ellos, los saqueadores, esos personajes abusivos ligados al poder. Y
por eso hace alarde de su austeridad y se jacta de su pobreza.

Continúa el embate contra los gobiernos anteriores
responsabilizándolos por la falta de atención a los enfermos, por la falta de
medicamentos, por el desempleo; manipula para despertar sentimientos de ira,
resentimiento, odio, violencia, inseguridad, desesperanza, amargura y furia, y
con ello justifica e incita a la anarquía, la toma de peajes, el robo de
combustible, el bloqueo de vías férreas, el ataque a los militares que tienen
órdenes de no defenderse, de dejarse humillar. Los populistas autoritarios se
dividen. Esa es su herramienta para justificar su permanencia en el poder.

Crece una polarización que puede tornarse violenta no
solo en el discurso sino también en múltiples frentes: narcos contra narcos,
morenistas contra opositores, proletarios contra clase media “aspiracional”, anarquistas
contra defensores de las instituciones. Una lucha fratricida que conduce
irremediablemente a un mayor empobrecimiento y atraso, mientras otros países
que conviven en armonía interna y entre sí avanzan para lograr el verdadero
bienestar de sus ciudadanos. El país ha estado allí antes y perdió la mitad de
su territorio.

La destrucción institucional avanza a pesar de la
precaria defensa de los opositores, quienes señalan que existe una gran
diferencia entre modernizar instituciones que necesitan una actualización y
destruirlas. La obstinación en derrochar recursos en proyectos innecesarios y
costosos tiene el efecto de debilitar instituciones y programas tan esenciales
como sensibles a los menos privilegiados.

Además, hay una total falta de respeto por el estado
de Derecho. AMLO afirma con frecuencia que si debe decidir entre la justicia y
la ley, la justicia debe prevalecer. Excepto que él determina lo que es justo.
La ley sólo se aplica cuando él así lo decide. Recientemente, cuando se debatía
en el Congreso la Reforma Energética presentada por su gobierno, dijo: “No me
vengan a decir que la ley es la ley”. Considera que está por encima de ella.
Suena como la definición de tiranía.

En este sentido, existe un severo hándicap cultural
heredado del sistema que agoniza: mientras que la Constitución estadounidense
tiene solo siete artículos, y en sus 234 años de existencia, ha tenido solo 27
enmiendas -las primeras diez conocidas como la Declaración de Derechos -, La
Constitución Política de México data de 1917, tiene más de 136 artículos y
durante su centenaria existencia ha sufrido 762 reformas*. Pareciera que toda
administración toma como insignia de honor reformar la Ley Suprema ya sea
agregando su causa predilecta como artículo para otorgarle “rango constitucional”,
o bien enmendar algún artículo para adecuarlo a un determinado propósito de
tendencia.

Evidentemente, AMLO y sus lugartenientes ignoran
ciertos conceptos básicos de la ciencia política, como la idea de que en un
estado constitucional, las decisiones políticas fundamentales deben ser tomadas
por un gobierno responsable y controlable, no por un solo individuo y su
personal. Esto no sólo es ajeno a la ideología de la 4T sino todo lo contrario.
Asimismo, que las Instituciones surgen como respuesta a demandas sociales y son
producto de convenios colectivos de los ciudadanos de una Nación, que
establecen la responsabilidad del Estado de cumplir una serie de obligaciones a
través de instituciones específicas que garanticen su cumplimiento, ejerciendo
funciones claramente definidas.

En su último discurso sobre el Estado de la Unión como
presidente, el 1 de septiembre de 1928, Plutarco Elías Calles expresó: “México
debe pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un solo
hombre fuerte a una nación de instituciones y leyes. ”.

Es de conocimiento común que la construcción
institucional es parte de un proceso civilizatorio que, a medida que avanza,
dinamiza y fortalece el progreso de la sociedad. Ese es el sentido que les da
una razón de existir. Sin embargo, no podemos sorprendernos. Desde julio de
2006 escuchamos: “Al diablo con las instituciones”. Era el graznido del ganso
ahora transformado en caudillo.

En cualquier país civilizado, las consignas de campaña
se traducen en políticas públicas y programas de gobierno compuestos por
proyectos específicos, debidamente presupuestados y programados con objetivos
claramente definidos. Sus resultados son medibles para ser evaluados. El Estado
debe crear las condiciones necesarias para atraer inversiones productivas. Nada
de esto ocurre en la 4T.

AMLO ni siquiera entiende que no todo gasto público es
una inversión. La sutil diferencia de que la inversión pública tiene un efecto
multiplicador constante sobre la actividad económica mientras que el gasto solo
tiene un impacto limitado e inmediato. Una vez que se lleva a cabo, su efecto
termina. Este es el drama del gasto masivo en programas sociales: genera una
actividad económica de impacto y duración limitada, y lejos de sacar a alguien
de la pobreza, solo la prolonga indefinidamente hasta que, por falta de
inversión, la economía se agota, y la recaudación de impuestos ya no alcanza
para cubrir los programas sociales. Pero, sí, son muy efectivos para comprar
votos.

Pregona su vocación republicana sin saber lo que es.
Los principios republicanos que ignora y obviamente no respeta son la libertad,
las virtudes cívicas y el estado de derecho. El rayo de esperanza se convirtió
en tirano; esa es la transformación que vive México.

Cuenta la leyenda que cuando el presidente Adolfo Ruiz
Cortines le informó a Adolfo López Mateos que él era su sucesor, le entregó un
mapa de México y le preguntó si sabía de qué se trataba, a lo que respondió sí
señor, es el mapa de nuestro país. Ruiz Cortines asintió y dijo: cuídelo bien
y, si es posible, hágalo mejor. AMLO dejará el país mucho peor de lo que lo
encontró.

Sí,
México necesita urgentemente un nuevo sistema.

Defender los derechos de los ciudadanos a ser
gobernados por los mejores y más capacitados para ello.

Salvar al país del atraso y de la inminente bancarrota
económica.

Tener un congreso que se respete como lo que debe ser:
otro poder del gremio.

Evitar cambios a la constitución destinados a mantener
indefinidamente en el poder a un grupo de incapaces, rapaces, que se sienten
ilustrados y por encima de la ley y las instituciones.

Para evitar que el crimen organizado, tanto de cuello
blanco como de ametralladora, siga gobernando a quienes deben combatirlo.

Para evitar que, por la torpeza en la gestión del
gobierno y la tibieza en el uso de la fuerza pública para imponer el orden y
hacer respetar la ley, nuestro prójimo se vea obligado a intervenir para hacer
lo que el nuestro no quiso o no pudo hacer, poniendo en riesgo y causando daños
en su territorio, con el argumento éticamente válido de salvaguardar la vida y
los bienes de sus ciudadanos.

No permitir que nuestra incipiente democracia se
transforme en una tiranía encabezada por un hombre con discapacidad
intelectual.

Evitar que la mayoría se oculte de la realidad con una
narrativa triunfalista, convirtiéndose eventualmente en una tragedia.

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El
texto original en la siguiente liga:

https://sepgra.com/mexico-does-not-need-a-new-leader-it-needs-a-new-system/
En esta liga está el artículo original fue realizado
por The Virtual Centre for Estratégic Economic Policy and Geopolitics Research
and Analysis y acredita la visión del México del actual sexenio.

José Francisco Lopez Vargas
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