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La vida discreta de un hombre fuera de serie: Luis Felipe Gil Rodríguez

Marco Cortez Navarrete
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Por: Marco A. Cortez Navarrete.

Creció junto a su mamá en Campeche, sitio donde estudió en el histórico Instituto Campechano, junto a otros grandes de ese vecino estado, como su gran amigo Renato Sales Gasque.

Desde pequeño se fijó como meta una profesión y fue entonces cuando llegó a Mérida para estudiar una carrera, primero en Química, la cual comprendió que no era su vocación y luego ingreso a la Facultad de Medicina, en ese entonces de la Universidad de Yucatán, donde se rodeó de grandes grandes galenos como los doctores Tello Solís, Carlos Muñoz Barahona, y otros muchos más.

Perteneciente a la vieja guardia, el flamante médico cirujano Luis Felipe Gil Rodríguez egresó de la universidad e hizo todo lo necesario para el ejercicio de su profesión para beneficio de miles de yucatecos y de otros estados del sur sureste de México. Trabajó en el hospital Henequeneros de Yucatán (hoy IMSS) y luego en varias dependencias más de la Secretaría de Salud del Gobierno del Estado.

Luis Felipe atendía a todos por igual, con el mismo trato y alegría, sin importar clases económicas y sociales. Fue un auténtico humanista que incluso llegó a prestar sus servicios sin remuneración alguna, muchas veces en su casa a donde acudían sus pacientes, amigos e incluso familiares.

Luis Felipe no pidió nunca nada a cambio y fueron sus pacientes quienes le retribuían con los recursos económicos o en especie que tenían. No hace falta, decía, pero su gente insistía como señal de agradecimiento por esa entrega absoluta, dedicación y amor por su profesión.

Fue así que durante 37 años Luis Felipe fue médico de cabecera de cientos de personas, muchas de ellas, provenientes del interior del estado o de entidades vecinas.

Después de su larga presencia en el sector estatal sanitario, el doctor Gil Rodríguez fue invitado a continuar trabajando en las Benemérita institución de la Cruz Roja en Yucatán donde laboró otros 25 años sirviendo a los más pobres y necesitados, con la misma tónica: entrega y dedicación.

Además de esta trayectoria profesional, Luis Felipe, el querido “Bachi”, como le decían sus amigos colegas, se caracterizó por ser amante de la música yucateca, amigo personal de Pastor Cervera y otros grandes de la trova yucateca, supo conjugar el ejercicio de su profesión con el amor al arte y también a la cultura, especialmente la historia universal.

Si bien fue un gran médico humanista el doctor Gil fue un enorme padre, esposo de María del Socorro Sahuí Peniche, formó un hogar con 5 hijos, todos profesionales, y lo más importante es nunca, jamás, fue capaz de levantarle la mano a cualquiera de sus hijas e hijos y mucho menos a su esposa a quien amó cada segundo de su existencia durante 65 años de matrimonio.

Luis Felipe partió de esta vida terrenal el 17 de mayo a las 20:25 horas, después de breve dolencia. A los 93 años de edad, había disfrutado y vivido su vida como citan las letras de la canción “A mi manera” de Frank Sinatra, su favorito.

Luis se fue en paz con todos y consigo mismo. Quienes lo conocieron admiraron sus conocimientos, experiencias y sobre todo su amor por la vida, por su familia y por sus amigos y conocidos.

Ejemplo de profesional en ciencias de la salud que recibió de la UADY medalla y diploma por el medio siglo de ejercicio profesional.

Hoy en el cielo, seguramente, continúa dando consejos y cátedras de historia, pero sobre todo dejó su presencia en el corazón de todos y cada una de las personas que tuvieron la fortuna de conocerlo. Descansa Luis, solo te adelantaste. Dios, Nuestro Señor, tiene hoy un lugar especial para tí.

Hasta la próxima.

Marco Cortez Navarrete
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